viernes, 18 de septiembre de 2020

TARDE DE FIESTA CON ZIPI Y ZAPE

Especie de secuela de “Tarde de fiesta” (habría incluso una tercera secuela bajo el epígrafe de “Carrusel Infantil”) cambiando para la ocasión la pista portátil al aire libre del circo Sémola por los lúgubres rincones de la popular discoteca barcelonense Muntaner 3, que da cobijo al espectáculo filmado en vídeo que tenemos a bien reseñar hoy.
Básicamente, se trata de un poco más de lo mismo que en el anterior vídeo, pero con un plato fuerte que es el que hace vender la cinta: El protagonismo del dúo infantil “Zipi y Zape” compuesto por los hermanos Luis María y Javier Valtuille que estaban en plena efervescencia de su efímera fama. Así que, es de suponer, que entre el caché de los artistas y el estar esta vez resguardados en el interior de una discoteca, estamos ante un “Tarde de fiesta” más ambicioso… pero también más frío por una total ausencia de público en el espectáculo que, no obstante, escuchamos a través de una pista de audio enlatada a pesar de no verlo nunca. Así que, entre pitos y flautas, lo cierto es que este vídeo es más inerte que el anterior, que estaba más lleno de dinamismo y vida, gracias a los componentes del circo sémola.
Entonces, en este “Tarde de fiesta con Zipi y Zape”, se van entrelazando actuaciones en playback de “Zipi y Zape”, que interpretan sus canciones más exitosas, con actuaciones de circo que van desde la mímica del clown Jaumet o un espectáculo de guiñol, hasta la magia de Xevi, la presencia del faquir Kirman (¡que repite después de “Tarde de fiesta”!), o la alegría de los payasos “Los Kaprani”, que no son más que la versión exploit y tercermundista de los míticos Hermanos Tonetti.
Todo muy chungo y desolador pero, y al igual que sucedía con el anterior “Tarde de fiesta”, raro y entretenido (en menor medida), aunque solo sea por lo desfasado de la propuesta.
Técnicamente, se aplica la ley del mínimo esfuerzo. Poco más que los shows grabados a imagen fija con unos cuantos insertos mal metidos en los que, a poco que nos fijemos, nos damos cuenta de que no están siquiera sincronizados… y ni falta que les hace. “Zipi y Zape” actúan ante la cámara en un improvisado escenario cuyo fondo está compuesto por mosaicos de espejo que no imposibilitan la visión de los dos niños, de milagro.
En definitiva, un producto raro (no recuerdo yo haberlo visto nunca en ningún vídeoclub madrileño en la época), cutre y rancio, que se convierte en material interesante precisamente por estos “atributos”.
En los títulos de crédito figura como realizador un tal  S. Subirats, o lo que es lo mismo, Sebastian D’Arbó, utilizando para firmar su inicial y segundo apellido. Desde luego, el estilo del parapsicólogo, es inconfundible…
Estas cosas hay que verlas, sufrirlas y, si se puede, coleccionarlas.