lunes, 28 de noviembre de 2022

ROLLERGATOR

Probablemente esta sea la más popular de las películas del tamdem G.Jackson/Shaw, gracias a la gente de RiffTrax, que 20 años después de su lanzamiento en vídeo le dedicó un programa mofándose de ella. Motivo suficiente para que las hordas fanáticas del cine chungo le rindan una pleitesía, que por mala que sea la puta peli, no se merece. Y probablemente también sea el título más soporífero dentro de este ciclo dedicado al Zen filmaking infantil con Joe Estevez y Conrad Brooks en el reparto.
La cosa carece de todo sentido. Tenemos por un lado a una chavalita rubia sobre patines, que en bikini está bastante buena, y que se encuentra un bebé de cocodrilo de color morado (una puta marioneta de goma para meter la mano desde abajo) que habla sin parar, hace chistes y hasta incluso rapea.
Por otro lado, tenemos al gerente de una feria itinerante que trata de capturar al cocodrilo. También hay un ninja en monopatín (¿?) que persigue —muy despacito— a la chavalita rubia de los patines. Y finalmente una especie de explorador que busca al cocodrilo para… ¿devolverlo a su hábitat? Y claro, como la chica que porta al animal durante toda la película va en patines, se justifica así el título que esta lleva: “Rollergator”, es decir, lagarto patinador o algo parecido. Y no hay más.
Por supuesto, el gerente malvado está interpretado por Estevez mientras que Brooks hace las veces de explorador bueno, se reparten sus escasas intervenciones a lo largo de la película de manera espaciada para que parezca que salen más de lo que lo hacen. El resto de los actores, que improvisan sobre la marcha, no sabemos quienes son y tampoco nos importa.
Por lo demás, lo de siempre, pero esta vez quizás un poco más coñazo, en parte porque el efecto sorpresa tras haber visto previamente otras dos cosas de estas desaparece, así que tenemos infinidad de conversaciones estúpidas entre los actores, destacando las que mantienen la chavalita con el irritante lagarto. Al final también aparece un señor disfrazado de reptil que mantiene una conversación con el personaje de Joe Estevez. La barrera idiomática en esta secuencia ha sido un problema porque no me he enterado de nada de lo que hacía ahí ese señor, aunque da igual porque aparece de golpe  y luego no se vuelve a saber más del tema. Y que en el fondo da igual la película entera.
En definitiva, un desastre desastroso. No comprendo como estos señores, Scott Shaw y sobre todo Donald G. Jackson, que aunque fuera una mierda había hecho cine de verdad en los 80, consiguieron generar negocio, por ínfimo que este fuese, a costa de facturar estas películas caseras sin ganas, ni ilusión, ni garbo. El Zen filmaking ¡Es lo peor de lo peor!
Por ahí tienen los DVDs a la venta, si es que alguien quiere coleccionar estas cosas. Yo por lo pronto, y tras esta trilogía, me despido para siempre, no solo de este cine Zen, sino también de cualquier cosa que vaya firmada por G. Jackson o Shaw.