“Chained Heat 3: Hell Mountain” es una estratagema del amigo Lloyd A. Simandl por mantener viva la franquicia de “Rejas ardientes” y, muy probablemente, mantener vigentes los derechos de la misma.
Así, para la ocasión, y sin salirnos de Checoslovaquia desde donde opera el cineasta, el muy piratilla encarga una película de contenido semierótico y de ambiente postapocalíptico (sus personajes están como en el medioevo, pero usan armas de fuego propias del siglo XX) titulada “Hell Mountain”. A la hora de distribuirla mantiene ese título… pero como subtítulo de algo cuyo encabezamiento oficial es “Chained Heat 3”. Y al videoclub y a la tele por cable de cabeza. Y no creo que en 1998, año de la producción, quedara mucho incauto que picara con el engaño.
La cosa va de una cárcel de mujeres en las que son tratadas como basura, en un futuro indeterminado. Por supuesto, una de nuestras protagonistas se revelará y trazará un plan para huir de la cárcel de Hell Mountain.
Se pueden imaginar nada más ver la caratula ante la clase de producto que estamos; uno anodino, infame y digno de ser olvidado 10 minutos después de comenzar el visionado sin darle la oportunidad de acabar siquiera. Un rollo de padre y muy señor mío, cuyo único rasgo interesante —a medias— es que cuenta con el protagonismo de Jack Scalia (le recordarán por “La grieta”), que pasaba por allí, el cheque no debía ser muy jugoso, pero no tenía otra cosa a la vista y, de paso, así visitaba Checoslovaquia. Ahora, ganas de estar por allí se percibe que no tenía ningunas.
El director es Mike Rohl, un asalariado; su carrera la componen la dirección de episodios sueltos de series como “Smallville” “Poltergeist: El legado” para acabar siendo un realizador de estos que hacen películas navideñas al peso.
La verdad es que esta tercera parte (oficiosa) de “Rejas ardientes” podría desaparecer entre un aluvión de títulos eróticos de alta alcurnia, pero ¿qué es lo que la hace especial? Una auténtica subnormalidad de marketing. No contento Lloyd A. Simandl con sacarse de la manga una tercera parte apócrifa de “Chained Heat”, ese mismo año ¡¡estrena una segunda “Chained Heat 3”!! en este caso “Chained Heat III: Dark Confesions”. Por supuesto, es lo de siempre: relatitos eróticos super estilizados en torno al lesbianismo en una cárcel de mujeres. La idea y la cosa no dan para más. Sin embargo, esta vez, además de producir, el amigo Simandl también se encarga de dirigir. Esta ya no la he visto, ni voy a ver más películas de la franquicia (tengo bastante con las dos primeras, y la primera de las terceras…) pero, no deja de ser significativo que la siguiente de la serie se titule “Chained Heat 2001: Slave Lovers” y venga sin numerar, sobre todo, porque a su pase por algún canal temático español fue rebautizada bajo el título de “Rejas ardientes 5”, por lo que “Chained Heat III: Dark Confesions” contaría como cuarta de la serie si tenemos en cuenta que, en adelante, la numeración sería respetada a partir del quinto título. Un lío de la hostia en el que no merece la pena indagar más, porque no es fruto de una mente privilegiada de los negocios, sino de la dejadez, el sopor y la desidia, que son precisamente los estados anímicos por los que pasamos cada vez que vemos una de estas horribles secuelas. La original es otro rollo, la segunda puede tener cierta gracia, pero a partir de las dos terceras… me pierdo, me aburro y me lastimo. No obstante, quede aquí constancia de cómo un WIP ochentero, destinado a mostrar los atributos actorales y pectorales de Linda Blair, queda relegado a vídeos de tercera que lo mismo sirven para pinchar de madrugada en canal Playboy, que para lanzar en vídeo como parte de algo.
Fin.