martes, 23 de septiembre de 2025

LOS CHICOS DE ORO

Previamente al estreno de “Los chicos de oro” en los USA, el director Gary Preisler aseguraba que su película auspiciada por “National Lampoon” disponía de personajes claramente reconocibles para el público y situaciones cómicas memorables. En ese sentido, “Los chicos de oro” no tenía nada que envidiar a títulos del “Lampoon” original como “Desmadre a la americana” o “Las vacaciones de una chiflada familia americana”. Comparaba su película nada menos que con los mejores y más exitosos clásicos del sello. Muy presuntuoso resultó ser el señor Preisler ya que “Los chicos de oro”, además de pagar una cifra tampoco muy cuantiosa por llevar el sello “National Lampoon” encima del título, fue considerada  por críticos especializados como una de las peores películas de la historia. Supuso un desastre financiero irrecuperable al no llegar a recaudar, en todo el mundo, ni tan siquiera 900.000 dólares. Su estreno de apertura fue una catástrofe en los Estados Unidos con salas completamente vacías durante el fin de semana y una taquilla incapaz de alcanzar los 400.000 dólares. No duró en cartel más de una semana. Fue ya con su lanzamiento en DVD que pasó del millón de dólares de ventas por copia a videoclubes, pero ni por esas se trató, en modo alguno, de un producto rentable.
Y es que se trata de una película a todas luces flojita, con ingredientes que, bien mezclados, bien ejecutados en pantalla, podían haber dado como resultado una divertida comedia, pero que en manos de un director como Preisler, quien debutaba en la gran pantalla con desmedido entusiasmo y tirándose el moco más de la cuenta, se convierten en un film antipático e irritante. Además de promover la gerontofília. Ni que esto fuera “Harold y Maude”.
Calvin y Leonard, son dos jóvenes proletarios que, tras pasarse la vida en trabajos de mierda, deciden un día hacer algo para ganar dinero y obtener mujeres y sexo, que es lo que más anhelan. Así, acaban en la cárcel, cuando dos ancianitas millonarias deciden pagar sus fianzas. Como las ven viejas, Calvin y Leonard deciden casarse con ellas, aguantar hasta que se mueran, y poder heredar su emporio, que es el de los preservativos "Mindt". Lo que no saben ellos es que las viejas en realidad están arruinadas y lo que planean es casarse con los jóvenes,  hacerles un seguro de vida, después asesinarles, cobrar y así poder seguir con su  estilo de vida. La cosa se enredará por un lado cuando entran en escena las tetas y el culo de una escultural joven llamada Charlene, de la que Calvin quedará prendado, por otro, cuando Leonard se enamora perdidamente de una de las ancianas y se truncan sus perversos planes iniciales.
“Los chicos de oro”, “Gold Diggers” en su versión original (que traducido vendría a decir algo así como “Vividores”) es un film meramente testimonial en el que la presencia de algún culo desnudo —poca cosa— está ahí de manera gratuita, simplemente para justificar su condición de comedia sexual. En cuanto a la etiqueta de “una de las peores películas de la historia”, ni tan siquiera llega a eso, es demasiado insulsa. Ojalá fuera una de las peores películas… eso la convertiría por derecho propio en un producto de interés, pero esto es pura comida rápida, de la que sienta mal; de la que una vez consumida, hay que ir al servicio para echar la pota o cagar.
En el reparto tenemos a Will Friedle, con menos carisma que una bolsa de basura roída y cuyo destino ideal sería la televisión; Chris Owen, pelirrojo, feo, orejudo y con un aspecto juvenil que le ha servido para ser —casi— un  icono de la “teen comedy” de las dos últimas décadas, apareciendo en films como “Ya no puedo esperar”, “American Pie” y alguna de sus secuelas o “Van Wilder: Animal Party”; secundan las dos ancianas, Louise Lasser, que de joven apareció en montones de películas de las cuales nombraremos "Bananas" de Woody Allen y Renée Taylor, presente en “Los productores” de Mel Brooks. También en el reparto tenemos las tetas y el culo de la medio anoréxica Nikki Ziering, modelo "Playboy" en los 90 y adicta a la cocaína en la actualidad, que era una presencia recurrente —como podía serlo la de cualquier modelo— cuando hacía falta una tía buena sin demasiada personalidad en cualquier mala película de tres al cuarto.
En cuanto a Gary Preisler, tras el descalabro financiero —y artístico—, no volvería a dirigir película alguna, dedicándose a la producción, campo este en el que si tampoco ha parido ningún gran éxito, sí le ha ido algo mejor. Aunque tampoco importa mucho.