miércoles, 23 de diciembre de 2009

NIÑO POBRE... NIÑO RICO

Desde que tengo uso de razón, he sido fan de alguien o algo. Y el motivo de revisar esta película es precisamente ese. Hasta donde me alcanza la memoria, la primera vez que me declaré fan de alguien, fue de Pedrito Fernández. Los más empollados en cultura popular sabrán sin duda alguna quien es este tipo, pero el resto se lo preguntarán.
Pedrito Fernández era un mozalbete Mexicano que, a finales de los 70 y principios de los 80, se labró una fama a nivel hispano-parlante bastante grande. Cantaba rancheras y hacía películas. Era el equivalente Mexicano de, por ejemplo, Joselito.
Bien, la primera vez que 
mis padres me llevaron al cine fue a ver "Grease", y por lo que me cuentan, flipe en colorines. Y como me gustó tanto la experiencia, la segunda a la que decidieron llevarme fue "La niña de la mochila azul", protagonizada por este muchacho del que hablo ahora. Estaba muy de moda en la época. Por lo visto gocé con aquella película dirigida por el gran Rubén Galindo, me emocionaba. No tendría más de cuatro añitos, y lloré viéndola, totalmente metido en ella. Mis padres, ante el panorama, compraron los discos y me cuentan mi madre y mi hermana que cada vez que sonaba la canción de “La de la mochila azul”, yo moqueaba recordando lo mal que lo pasaba "la niña" en la peli. Bien, esta no he vuelto a verla, pero sí me acuerdo de Pedrito Fernández.
Hace unos días, navegando, vi que estaba disponible otra de sus películas, que también consumí en el momento, "Niño pobre... Niño rico". Dirigida por Sergio Vejar.
Menudo folletín, queridos amigos. Un panfleto comunista camuflado de peli infantil musical, que vi entera, pero no sin echarme mis buenos bostezos. Te ríes con algunos diálogos (lo típico) y con alguna interpretación, pero estamos ante un argumento de lo más granado del culebrón Mexicano, que cuenta la amistad -
e impedimentos de que esta fragüe- entre un niño adinerado y otro pobre al que sus padres explotan trabajando, mientras él, feliz y consciente, se canta alguna rancherita ocasional.
En cuanto si un icono de mi infancia me resulta en la actualidad entrañable, he de decir que lo he encontrado repelente y gilipollas.
Pero mi curiosidad ha quedado saciada.