Porque si bien reconozco este “976-Evil, el teléfono del
infierno” como un pequeño clásico de nuestros vídeo clubs – la carátula es
súper reconocible y estaba en todas partes- no me dio nunca por verla en su
momento, así que la veo por primera vez, teniendo todas a su favor, solo por la
buena prensa que arrastra la peli.
Bien, pues es malísima. Que haya gente que le guste por los
motivos que sean, lo acepto, pero que haya quien diga que esta es una película
buena… a ese había que fusilarle, por ignorante.
Resulta que hay un número de teléfono al que si llamas, este
te dice tu “Horroroscopo”, y si sigues las instrucciones de la voz que te va
diciendo las cosas, estas se hacen
realidad… no sin que haya funestas consecuencias. Así tenemos a un par de
hermanos, el rebelde y ligón y el “nerd” medio retrasado, virgen y
agilipollado, a los que les da por llamar de vez en cuando. Con el primero no
pasa nada, porque llama, se queda escuchando y se va a casita, se toma las
llamadas como un chiste. Pero el segundo, no tiene tanta voluntad, y hace lo
que la voz del teléfono le dice, por lo que acabará, no ya adorando al diablo,
sino convirtiéndose en uno, que irá dando cuenta del resto del reparto
adolescente.
Aburrida, lenta, sosa… no pasa nada en ningún momento,
incluso cuando la cosa se pone molona, con el muchacho convertido en diablo,
siguen sin ocurrir cosas. Escasa en gore y/o FX, la película es estúpida a más no poder.
Siguiendo con el rollo cliché ochentoso, tenemos por ahí a
una banda de medio punkos, medio “Newaveros” que son muy macarras y malcarados
y que juegan a póquer en una cabina de proyección de un cine llamado “El
diablo” que está llena de pósters de películas de terror- por ejemplo
“Critters” o “Maniac”-, y que tiene bastante importancia en la película. Y todo
eso me parece muy bien, pero ¿Alguien me explica porqué están en esa cabina de
proyección? En algún momento, incluso, se les ve proyectar películas, pero ¿Es
que trabaja alguno de ellos allí? ¿Es que son ocupas?, Nunca lo sabremos. Y
como eso, un montón de cosas en esta mala película.
Se trata del debut en la dirección de Robert Englund, el
sempiterno Freddy Kruegger, que toma buena nota de las películas en las que
intervino como tal, porque el protagonista de esta, ese demonio chabacano, no
deja de soltar chistecitos cuando va a matar a sus víctimas… podemos pensar que
la influencia sean los cómics de Spider-man… pero no. Es el puto Freddy, que
quiere crear otro Freddy, sin éxito alguno.
Su siguiente película años después, “Killer Pad”, ya
directamente, era una comedia.
Obviamente, si juzgamos la labor de dirección de Englund por
estas dos películas, la verdad es que es una faceta que más le hubiera valido
dejar en un recóndito lugar de su subconsciente, porque como actor, lo que hace
entra dentro de unas directrices que un sector del público agradece, pero como
director, es una puta mierda.
En el papel protagonista, como ese muchacho al que posee un
demonio tenemos a un actor de verdadero culto, Stephen Geoffreys, cuyo momento
de máximo esplendor, fue casi al principio de su carrera, interpretando a “El
Rata” en “Noche de miedo (1985)", para después protagonizar esta que nos ocupa y
acabar su carrera, durante los noventa, haciendo porno gay, usando pseudónimos,
el más conocido de todos ellos, el de Sam Ritter. Tras ganarse las garrofas
comiendo pollas, volvió al cine que le dio la fama, el de terror, esta vez en
su vertiente más videoclubera y hace relativamente poquito.
Junto a él, tenemos a Pat O´Bryan (“Lucha sin limites”) y
una actriz a la que yo sigo, y que se prodiga poco la jodía como es Lezlie
Deane, a la que te entraron ganas de follarte en “Mi novia es un diablo”,
“Plump Fiction” o “Pesadilla final: La muerte de Freddy”, en la que intervino
gracias a la recomendación de Robert Englund, que ya había trabajado con ella
en esta.
Muy mala. Al que vuelva a decir que es buena, o entrañable o
algo de carácter positivo, me lo cargo.