viernes, 14 de febrero de 2014

976 EVIL, EL TELÉFONO DEL INFIERNO

Con el cine de terror, a veces no me queda otra cosa que llevarme las manos a la cabeza con según que películas. Porque, el fanatismo, hace confundir la velocidad con el tocino, y se escriben autenticas barbaridades sobre las pelis. Como con las religiones. En el nombre de la religión se han cometido actos atroces… apliquen esto al cine de terror.
Porque si bien reconozco este “976-Evil, el teléfono del infierno” como un pequeño clásico de nuestros vídeo clubs – la carátula es súper reconocible y estaba en todas partes- no me dio nunca por verla en su momento, así que la veo por primera vez, teniendo todas a su favor, solo por la buena prensa que arrastra la peli.
Bien, pues es malísima. Que haya gente que le guste por los motivos que sean, lo acepto, pero que haya quien diga que esta es una película buena… a ese había que fusilarle, por ignorante.
Resulta que hay un número de teléfono al que si llamas, este te dice tu “Horroroscopo”, y si sigues las instrucciones de la voz que te va diciendo las cosas,  estas se hacen realidad… no sin que haya funestas consecuencias. Así tenemos a un par de hermanos, el rebelde y ligón y el “nerd” medio retrasado, virgen y agilipollado, a los que les da por llamar de vez en cuando. Con el primero no pasa nada, porque llama, se queda escuchando y se va a casita, se toma las llamadas como un chiste. Pero el segundo, no tiene tanta voluntad, y hace lo que la voz del teléfono le dice, por lo que acabará, no ya adorando al diablo, sino convirtiéndose en uno, que irá dando cuenta del resto del reparto adolescente.
Aburrida, lenta, sosa… no pasa nada en ningún momento, incluso cuando la cosa se pone molona, con el muchacho convertido en diablo, siguen sin ocurrir cosas. Escasa en gore y/o FX,  la película es estúpida a más no poder.
Siguiendo con el rollo cliché ochentoso, tenemos por ahí a una banda de medio punkos, medio “Newaveros” que son muy macarras y malcarados y que juegan a póquer en una cabina de proyección de un cine llamado “El diablo” que está llena de pósters de películas de terror- por ejemplo “Critters” o “Maniac”-, y que tiene bastante importancia en la película. Y todo eso me parece muy bien, pero ¿Alguien me explica porqué están en esa cabina de proyección? En algún momento, incluso, se les ve proyectar películas, pero ¿Es que trabaja alguno de ellos allí? ¿Es que son ocupas?, Nunca lo sabremos. Y como eso, un montón de cosas en esta mala película.
Se trata del debut en la dirección de Robert Englund, el sempiterno Freddy Kruegger, que toma buena nota de las películas en las que intervino como tal, porque el protagonista de esta, ese demonio chabacano, no deja de soltar chistecitos cuando va a matar a sus víctimas… podemos pensar que la influencia sean los cómics de Spider-man… pero no. Es el puto Freddy, que quiere crear otro Freddy, sin éxito alguno.
Su siguiente película años después, “Killer Pad”, ya directamente, era una comedia.
Obviamente, si juzgamos la labor de dirección de Englund por estas dos películas, la verdad es que es una faceta que más le hubiera valido dejar en un recóndito lugar de su subconsciente, porque como actor, lo que hace entra dentro de unas directrices que un sector del público agradece, pero como director, es una puta mierda.
En el papel protagonista, como ese muchacho al que posee un demonio tenemos a un actor de verdadero culto, Stephen Geoffreys, cuyo momento de máximo esplendor, fue casi al principio de su carrera, interpretando a “El Rata” en “Noche de miedo (1985)", para después protagonizar esta que nos ocupa y acabar su carrera, durante los noventa, haciendo porno gay, usando pseudónimos, el más conocido de todos ellos, el de Sam Ritter. Tras ganarse las garrofas comiendo pollas, volvió al cine que le dio la fama, el de terror, esta vez en su vertiente más videoclubera y hace relativamente poquito.
Junto a él, tenemos a Pat O´Bryan (“Lucha sin limites”) y una actriz a la que yo sigo, y que se prodiga poco la jodía como es Lezlie Deane, a la que te entraron ganas de follarte en “Mi novia es un diablo”, “Plump Fiction” o “Pesadilla final: La muerte de Freddy”, en la que intervino gracias a la recomendación de Robert Englund, que ya había trabajado con ella en esta.
Muy mala. Al que vuelva a decir que es buena, o entrañable o algo de carácter positivo, me lo cargo.