Como buen producto de consumo, “La familia Telerín” tuvo su
película para las grandes salas, la famosa “El Mago de los sueños”, considerada
una obra maestra de la animación española. El director y artífice de todo esto,
se llamaba Francisco Macián. Este se dedicaba ha crear spots publicitarios
desde sus estudios, los “Estudios Macián”, y dicen que “la del negrito del
cola-cao” es obra suya. También era dibujante de cómics.
El tema es que el gachó, inventó un nuevo sistema de
animación – algo parecido a la rotoscopia, pero mucho antes de que esta se
hiciera famosa- que combinaba la imagen real con la animación, convirtiendo a
los humanos en dibujos animados. A esta nueva técnica, Macián lo llamó
“M-Tecnofantasy”. O sea, que Macián inventó la animación por rotoscopia, pero
como estamos en España dio igual, y luego lo inventó otro que fue el que se
forró.
Ya utilizó esta técnica en la película “Dame un poco deAmooooor”, dónde su novedosa técnica de animación quedó eclipsada por la
presencia de “Los Bravos”.
Así que años después, rodaría su primera película de imagen
real, en la que se quitaría la espinita, incluyendo mucho de su
“M-Tecnofantasy” en el metraje de la película. Esta película, es la que nos
ocupa, “Las bestias no se miran al espejo”, más conocida, en sus ediciones
videográficas como “Memoria”.
Se trata de una de las películas más ignotas y extrañas del
cine español, que fue rescatada a una calidad deplorable, eso si (pero menos es
nada), por la gente del blog ¡No hija no! que está haciendo una labor encomiable encontrando y compartiendo estas
piezas únicas del cine español. “Memoria” estaba buscadísima, y hasta que ellos
la pusieron en circulación, inencontrable.
La película es una clara pieza de corte experimental, que
coquetea con la ciencia ficción y que, aparte de aplicar en más que contadas ocasiones el “M-Tecnofantasy”,
bebe mucho del “2001: Una odisea en el espacio” de Kubrick, y, sobretodo, el
“THX 1138” de George Lucas. Y si esta película hubiera estado rodada por un
gran estudio, a día de hoy tendría el prestigio de estas, pero, otra vez más,
estamos en España, por lo que esta propuesta, interesantísima de todas, todas,
se torna cutre por momentos. Ahora, mola que te cagas.
Con la excusa de usar una iluminación como nadie había osado
a usar en el cine español en los años setenta, de filmar imágenes oníricas y,
sobretodo, con el afán de juguetear con la técnica de animación de la que es
papá el director, la película se
desarrolla en el futuro – es decir, el año 2000- y cuenta la historia de un científico, que cree que puede hacer
transfusiones de memoria en aquellos cerebros dañados por las distintas
enfermedades cerebrales. Pero decide abortar con el asunto, cuando se da cuenta
de que los científicos no son más que marionetas de los que mandan, meros
robots, y no quiere contribuir con su descubrimiento a esta causa.
Una sucesión de escenas, montajes, animaciones y
“M-Tecnofantasys”, adornan el ligero
hilo argumental que posee la película, y la convierten en un collage de
imágenes sin sentido la mayoría de la veces, documentales otras tantas, y
siempre fascinantes, a las que hay que añadir ese tufillo a huevos fritos con
chorizo que poseen todas las películas españolas de aquella época (1974).
Por otro lado, la película es una adelantada a su tiempo, a
nivel técnico y visual es realmente revolucionaria, y en definitiva, una
película a descubrir… aunque, como ya he
dicho antes, no se despoje de su toquecito cutre.
Macián, murió poco después de rodar su película, así que no
rodó nada más, y yo me pregunto: ¿Cómo sería el cine español a día de hoy si
Francisco Macián hubiera tenido más repercusión? Y la respuesta, posiblemente,
sea que nunca hubiera tenido repercusión.
Como el científico capaz de hacer trasfusiones de memoria,
tenemos al todo terreno Fernando Sancho, que para más inri, está incluso
convincente. Junto a él, William Layton y Pat Johnson.
Una autentica rareza, que dejará muy satisfecho a los más
curiosos.