lunes, 21 de noviembre de 2016

ADORABLE SEDUCTOR

Una “High Comedy” de la mano de ¡¡Michael Winner!! Que ya se pueden imaginar ustedes como se le da al amigo el tema de la comedia sofisticada.
Basada en una obra teatral del mismo título, que de por sí ya debía ser floja, de Alan Ayckbourn, cuenta la historia de un individuo viudo que viaja hasta un pueblecito inglés para unirse a algo así como una compañía teatral. En un principio, el individuo tiene que cantar, pero por las vicisitudes  y  los actos del algo enloquecido y tiránico director de la obra en la que va a participar, acaba convirtiéndose en protagonista de la misma. Y eso es todo. No hay más.
Lo que principalmente llama a priori la atención, es que está protagonizada por Jeremy Irons y Sir Anthony Hopkins, justo antes de convertirse ambos en las mega-estrellas que fueron en los noventa. Por otro lado, llama la atención que la película es especialmente mala. No  ya por lo poco que pueda interesar el argumento, lo aburrida y machacona que pueda llegar  a ser –que lo es, hasta el extremo- sino por lo  mal filmada que está, y sobretodo, lo mal montada. Es tan cutre, que parece mentira que detrás de ella haya todo un Michael Winner, intuyo, tan tirano y demencial como el papel al que da vida Anthony Hopkins.
Y es que no hay película que menos le pegue al director de “El Justiciero de la ciudad” que esta. Mira que es sosa la hija de puta… pero la labor como director de Winner, no contribuye a que esto sea mejor. Es una “Alta comedia” mala, hasta si esta fuera dirigida por Blake Edwards. Y técnicamente, mejor ni hablar.
Poco más que decir…
Junto a Hopkins e Irons, tenemos en el reparto a Patsy Kentsin, que a finales de los ochenta, gracias al éxito que tuvo en su carrera como cantante con la formación “Eight Wonder” y a su formación actoral, pudimos verla hasta en el cine español, concretamente en “Beltenebros”.
Adorable seductor, “A Chorus Disaproval” en su versión original, ni tan siquiera llego a estrenarse en cine en nuestro país, haciéndolo tan solo en vídeo de alquiler. En plenos noventa, cuando Anthony Hopkins y Jeremy Irons ya eran megafamosos y habían ganado Oscars, se volvió a editar la película en vídeo, esta vez con una carátula que por un lado mostraba fotografías actuales de los protagonistas, junto a una estatuilla del Oscar junto a las fotos, como si se tratara de una película reciente de los escarizados actores.
Un coñazo.