Este señor se obsesiona de tal manera con ella, que organiza
toda suerte de engaños y pantomimas con el fin de poder quedar y
pegarle un polvo.
“La Mujer de Rojo” en realidad es una película que muestra lo difícil que es permanecer fiel en el
matrimonio, y más aún, lo difícil que es poder vivir una aventura sin ser
pillado. En definitiva, cuenta los estreses y vicisitudes que vive cualquier
casado cuando decide salir a echar una canita al aire. Huelga decir que en la
vida real no suele ser con un pivón como era por aquél entonces, en el ya
lejano 1984, Kelly Le Brock.
“La Mujer de Rojo”, aún precedida de críticas que la
defenestraban, resultó ser un éxito arrollador en todas partes del mundo, y en particular en españa, dónde casi logra
congregar en salas de cine a casi 3 millones de espectadores, una cifra
espectacular para una comedia.
Escrita por el propio Gene Wilder (D.E.P), se trata de un
remake “a la americana” de la película francesa “Un elefante se equivoca
enormemente”de Yvés Robert, concebido en un época en la que a los americanos
les gustaba mucho hacer sus propias versiones de películas francesas de éxito.
Sin ir más lejos, “Tres hombres y un bebé” de Leonard Nimoy, era el remake
Americano de “Tres solteros y un biberón” de Coline Serrau, que se rodó tan
solo unos años antes. Pues “La Mujer de Rojo” lo mismo, solo que además supuso
la tercera película como director de Gene Wilder, el debut para la gran
pantalla de Kelly Le Brock- que luego despuntaría
con “La Mujer Explosiva” hasta que se echó de novio a Steven Seagal, quién la
esclavizaría- y la película con la que Wilder iniciaría su relación con Gilda Radner, según conocidos de los dos actores cómicos, una de las parejas más
solidas y felices de Hollywood, cosa cierta si tenemos en cuenta la enorme
depresión en la que se sumió Wilder tras la muerte de esta, y de la que no se
recuperó hasta el día de su muerte, el pasado Agosto de 2016.
Tan famosa como la película –o más- es la magnífica banda
sonora compuesta por canciones de Stevie Wonder en su momento de
mayor popularidad, y que incluía ese clásico imperecedero que era “I just
called to say I love you” que le valió el Oscar a la mejor canción ese año.
El caso es que la película la vi en su momento, cuando
apenas tendría yo ocho o nueve años, que
ya era fan de Wilder. Sin embargo es una de esas película que, archicionocidas
y grabadas en el subconsciente, recordaba como bastante coñazo. Claro, han
tenido que pasar 30 años para comprender, tras un reciente visionado, que no le pasa nada. Se trata de una comedia cercana al “High Comedy”, con
Wilder poniendo un ojo en la obra de Blake Edwards que profundiza en las
relaciones de pareja, y más concretamente en las infidelidades; porque va de
eso, de cómo las pasa putas un señorin a la hora de follarse a un bombón,
esquivando las sospechas de su esposa, con el consecuente arrepentimiento
final… ¡como la vida misma, vaya! Entonces, claro, un mocoso de esa edad, podía
disfrutar de “El jovencito Frankenstein” o de “Locos de Remate”… pero esta,
igual de enloquecida que las otras en cierto modo, pues como que no. ¿Qué va a saber un pre puber?
Vista hoy, me parece una comedia muy fresca y agradecida, y
además el argumento me gusta mucho, me gusta como se va desarrollando todo, el
tempo –aunque este falle completamente y mate la película en la escena del
aeropuerto- y sobretodo, Gene Wilder, que está espléndido. En su salsa.
Junto a él, la Radner y la Le Brock, tenemos al también
espléndido Charles Grodin (“Huída a medianoche”, “Millonario al Instante"), que
supone un complemento para Wilder, en esta película, de lo más divertido.