Sin embargo, el porno, que en ámbitos pseudo intelectuales
todavía puede funcionar como es el caso de la activista feminista Ovidie, en
los años setenta, no solo funcionaba a la perfección como género cinematográfico
sino que, incluso, se podían llenar las salas de cine, e incluso, acaparar la
atención de los medios de comunicación como fue el caso de “Garganta profunda”
de Gerard Damiano. Los hermanos Mitchell experimentaban y dejaban el sello de
autor con su porno sofisticado, se rodaban absurdas comedietas con argumentos
propios de la mejor Screwball comedy y se flirteaba con el cine de terror, como
en el caso de la película que nos ocupa, sin por ello descuidar las múltiples
combinaciones de las que un pornete tiene que hacer gala.
“Come with me my love” tiene sello de autor de todas, todas.
Aunque sea un autor de mierda. Y es que, aunque en los créditos del film la
dirección la firme un tal Luigi Manicottale, no hace falta más que echarle un
vistazo a la peli para darse cuenta de que se trata de una película de DorisWishman. Es como si a “Una noche para descuartizar”, le metiéramos unos
insertos pornográficos. Misma textura, mismo ambiente sórdido, mismo tipo de
película casi velada y misma inutilidad tras las cámaras, pero semejantes buenas
intenciones.
Y es que al folleteo de esta “Come with me my love” hay que
añadirle la trama de cine de terror que, junto a una atmosférica banda sonora,
acompaña a esta película entre polvo y polvo. No es que deje de ser una puta
mierda, pero tiene su gracia.
Resulta que un individuo descubre a su mujer follando con
otro tipo y decide pegarles un tiro a cada uno para después pasar a suicidarse
también. Cincuenta años después, una muchacha se muda a la casa donde sucedió
esto y se encuentra con que el espíritu de este individuo mora por allí a sus
anchas, hasta el punto de que este se la folla cuando le apetece y la chavalita
cree estar delirando. Para más inri, esta se trae a casa todo lo que pilla para
follárselo, y el espíritu de la casa, celoso, irá asesinando a todos los
hombres que osan meter su polla en la vagina de nuestra protagonista. Y todo
ello servido con una pericia tan propia de una deficiente mental, que por
momentos creemos estar viendo una muestra de cine porno experimental. Pero no,
lo único que pasa es que Doris Wishman es tan inútil que saca planos
desenfocados, o borrosos, o mal iluminados como consecuencia a su poca
destreza.
Lógicamente, el porno de estos años, rodado en costroso
¿16mm? con tanto pelo y tan poca higiene, está lejos de parecernos sexy. La
trama fantástica por si sola tampoco se sustenta, sin embargo, la combinación
de ambos conceptos hacen que esta película, porno duro, zetosa, llena de
fluidos color marrón y penes fláccidos que brillan en la oscuridad —y ente tanto
fluido y tanta viscosidad, sin embargo, nada de sangre— resulte cuanto menos
curiosa. Y además, según nuestros gustos, podemos hacer dos cosas: Pasar para
adelante en las escenas pertenecientes al hilo argumental y pasar directamente
al porno, o pasar el porno para ver la trama terrorífica.
Luego, más adelante, la Wishman renegó de toda esta
pornografía que rodó tan mal.
Y sí, cuando el porno era así, podíamos considerarlo género
cinematográfico, y “Come with me my love” una buena muestra de lo más chungo,
cutre y cerdo del porno con argumento.
Curiosa.