viernes, 21 de febrero de 2020

LOS CHICOS

El gran Marco Ferreri, cuyo estilo se iría dispersando con el paso de los años hasta pergeñar locuras maravillosas (como “La gran comilona” sin ir más lejos), consiguió hacer cine, precisamente en nuestro país, a finales de los 50, cuando en calidad de comercial, se dedicaba a vender, en la industria cinematográfica española, el llamado “Telescope”, poco más que una lente que imitaba casi a la perfección el popular “Cinemascope”. Así conoció a Rafael Azcona, con quien colaboraría en la gestación de dos obras maestras incontestables del cine español como son “El Pisito” o “El cochecito” que permanecen en el imaginario popular del cinéfilo rancio de manera perenne. Sin embargo, entre una y otra, Ferreri tuvo tiempo de rodar una película que en su momento ni tan siquiera llegó a estrenarse —como iba a ir a un festival de cine religioso y de valores, tuvo un preestreno en los cines Alexandra de Barcelona, pero más allá de eso, jamás tuvo vida comercial— y que, precedida de unas críticas arrolladoras que decían que era una película espantosa —en ese mismo festival se las tuvo que ver con “Los 400 golpes” de Truffaut o con “El séptimo sello” de Irgman Bergman—, pronto quedó relegada al olvido, no ya del público o los entendidos, sino del propio Ferreri que al ver el fracaso en el que se sumía su película, tras ese primer y único pase en Barcelona, nunca más quiso verla o volver a saber de ella. Se trata de esta “Los Chicos”.
Ahora, con el Blu-Ray en ciernes, y compañías que se dedican a restaurar y lanzar esta suerte de anti clásicos, se ha podido recuperar una película a la que, años después, se la pone en un pedestal (como pasaba con la estupenda “El mundo sigue” de Fernán- Gómez) y se le devuelve el puesto que merecía.
Sin embargo, el ver todas estas películas de manera retrospectiva, le da a uno la perspectiva suficiente para darse cuenta de dos cosas; una, que Ferreri tenía trazas de gran cineasta  y que con “Los Chicos” estaba trayendo al cine español un híbrido entre neorrealismo y novelle vage que le situaban muy por encima de sus directores coetáneos. Otra, que “Los Chicos” es una película cojonuda que no tiene nada que envidiar a cualquiera de las intocables de la época y que el motivo de su fracaso no tiene razón de ser; es una película olvidada de la misma forma que podía ser una obra maestra incuestionable del cine español, sólo que los designios del destino son caprichosos y a esta le tocó existir en mal momento junto a otros títulos que la desbancaron sin ningún motivo; “Los Chicos” es mejor, de largo, que muchísimas otras. Que no se la reivindicase como tal en su momento, fue solo cuestión de suerte.
Sugestivamente, lo que más me gusta de la película es que carece de argumento. Tenemos a un grupo de adolescentes de la posguerra que entre el trabajo y los estudios buscan formas de matar el tiempo, ya sea yendo al cine, a la verbena, donde ligarán con chicas, o sentados sobre las montañas de periódicos del kiosco en el que trabaja uno de ellos, matando el tiempo. Y poco más. Una sucesión de secuencias al estilo de las vanguardias de la época, fotografiadas en espléndido blanco y negro —también de la época — en las que no sucede nada, no tiene que suceder nada, y si lo hiciera, la película ya no sería tan excepcional como lo es. Todo un ejemplo de anti academicismo cinematográfico.
Gran parte de la frescura de esta película la traen sus cuatro interpretes protagonistas, cuatro desconocidos que no volvieron a hacer más cine, o como mucho, harían dos o tres películas más, pero que nunca llegaron ni a brillar como estrellas, o a ganarse la vida con la interpretación tan siquiera.
En la tradición de los grandes del cine italiano de la época, pero hecho aquí, es maravilloso ver la Gran Vía madrileña filmada por Ferreri, con sus cines, las películas de la época y todo con un tono deprimente y agridulce, que aleja a esta película del glamour impostado de las producciones comerciales de aquellos años, de los Lazaga o los Masó de turno, o los López-Vázquez  y Closas típicos de los años 50 y 60.
Muy recomendable.