“Sex
in the comics” sería entonces, una extraña y cutre adaptación al cine de los
contenidos de estos pequeños tebeos pornográficos.
Un
popular dibujante de cómics es entrevistado por una periodista. Durante la
misma, este le recomienda que se lea algunos de esos cómics de 8 páginas, así
que la acción se vuelve ficción y a
partir de aquí, se nos mostrarán montones de historietas en las que
contemplaremos actos sexuales de lo más variopintos entre personajes de tira
cómica y bellas y despampanantes señoritas. Con lo cual lo que la pantalla nos
muestra son episodios de dos a tres minutos en los que, en un decorado construído
a mano —papeles pintados de chillones colorines— se caracteriza a los actores,
a base de algo parecido al papel mache, como si fueran personajes de Cartoon.
Todo muy extraño y bizarro, con caretas absolutamente estúpidas y pollas reales
que en algunos capítulos, con el fin de darle un toque de cómic al asunto, son
sustituidas por pollas de goma con las que los actores se follan a las
actrices.
Por
lo visto, a pesar de que su estreno fue un acontecimiento en Nueva York en 1972
ya que, prácticamente, se inauguraban los locales pornográficos para exhibir
esta película, el resultado de la misma es un despropósito. Así que todo el
elenco, dónde hay algunos conocidos actores porno, aparecen acreditados bajo
pseudónimo. Por otro lado, la película es tan ridícula, que a duras penas el
pajillero podrá hacerse una paja, por lo que el cometido de esta cinta, como
película X que es, queda truncado por culpa de las pollas de goma y las
horrorosas prótesis faciales.
También,
se rumorea que uno de los tipos que aparece con una de esas caretas, podría ser
Duke Mitchell, el famoso clon de Dean Martin que tuvo sus quince minutos de
fama al lado de Sammy Petrillo (protagonizaron “Bela Lugosi contra el gorila”)
ya en horas bajas y aceptando incluso follar delante de la cámara a cambio de
unos dólares.
La
verdad es que entiendo que en su momento la película fuera considerada una
mierda. Lo cierto es que lo es, pero vista en retrospectiva, la verdad que de
lo poco graciosa que es no deja de tener cierta gracia, y el paso de los años
le otorga el encanto de lo kitch, siendo a día de hoy una marcianada bastante
simpática. Además, como sus capítulos apenas duran un par de minutos (y hay
muchos), la cosa pasa volando y, por lo menos, para saciar la curiosidad, la
cosa sirve. Ahora ¿para masturbarse? Me temo que en ese sentido esta película
es el anti erotismo. Da pena ver follar a esta gente.
Dirige
el experimento Antony Spinelli, autor de algunos clásicos (vintage, que dirían
los modernos) del porno convencional como pueda ser “Sex World (El mundo del
sexo)”, que con una dilatada carrera dentro de la industria del cine para
adultos, firmaría esta película bajo el pseudonimo de Eric Von Letch.
Es lo
suficientemente curiosa como para verla (siempre con el móvil en la mano) e
incluso, una vez vista, guardarla por si hace gracia pasados los años volver a
revisar esta bizarrada.