Hablar de "Pesadilla Interminable" significa hacerlo de "Noche en el tren del terror", indiscutible clásico del "trash" que por estos lares hemos tratado a fondo en formato escrito y audiovisual. Si no la conocen, decirles que se trata de una película de capítulos con la curiosidad de que, la mitad de ellos, son largometrajes con vida comercial propia que el productor redujo a trizas y manipuló hasta convertirlos en cortometrajes estética y narrativamente afines al pitote. Lo que viene a continuación es la reseña de la versión larga de uno de esos capítulos, se titula "Pesadilla Interminable" e internacionalmente se la conoce como "The Nightmare Never Ends" o "Cataclysm".
Cuenta la historia de un abuelo judío que reconoce, tele mediante, al nazi que le atormentó durante su estancia como prisionero en un campo de concentración. Pero hay un problema, el tipo en cuestión no ha envejecido nada. Se lo explica a un detective amigo y vecino que decide investigar cuando el judío la palma, descubriendo que el ex-nazi es en realidad el mismísimo demonio. Paralelamente a esta historia, nos narran la de un escritor que se ha hecho famoso porque en su nuevo libro habla de la demostrada no-existencia del Todopoderoso. Resulta que su mujer tiene pesadillas (interminables) con el ex-nazi/demonio, quien se ha encaprichado de su esposo y le va a proponer que se una a sus filas de adoradores.
Pues bien, había visto "Pesadilla Interminable" en su versión resumida para "Noche en el tren del terror" y, claro, gracias a los patéticos monstruos de stop-motion y demás trucajes cutres que aparecen en esta, estaba convencido de que, en versión íntegra, debería ser una fiesta de risa y descojoncio. ¡Sacro error!. La cruda realidad es que se trata de un thriller sobrenatural algo tosco y pobre, sí, pero bastante sobrio y no excesivamente peñazo. Lo más sorprendente es descubrir que los monstruos horribilis y los demonios de careta carnavalesca son añadidos que le encasquetaron para la versión acortada de la antología, pero que en la original no están por ningún lado. Únicamente en el desenlace ambas versiones coinciden en cuanto a truculencia y tal, pero es evidente que el artífice de "Noche en el tren del terror" buscaba contentar a la audiencia juvenil con los efectos especiales y las guarrerías que tanto escasean en "Pesadilla Interminable". Fascinante y regocijante. A cambio, tenemos alguna idea descabellada y que a día de hoy aún no comprendo, como la inexplicable aparición de una tribu de indios mohawk en el salón de casa del demonio (???).
Los actores son los mismos que "Noche en el tren del terror", claro, el alcoholizado Cameron Mitchell y un Richard Moll luciendo peluca... o un pelo que lo parece. La obra la firman tres energúmenos: Phillip Marshak, Tom McGowan y Gregg C. Tallas. El guión sigue siendo cosa de Philip Yordan, que aún sin estar a la altura de sus títulos clásicos y logros, es evidente que no alcanza las cotas de patetismo extremo bien visible en la versión acortada de esta curiosa peliculita.