El título no puede ser más explícito ni más acertado, ya que
estamos ante un genuino nudie cutie de mediados de los sesenta —de los de más
baja estofa— que, efectivamente, tiene como principal premisa explotar el sexo.
Pero en este film, el término “Sexploiter” es utilizado para
denominar a señoras y señoritas que se prostituyen a cambio de unas monedas.
Obviamente, los sesenta y el subgénero son muy ingenuos, y el tipo de prostitución
que estas señoras ofrecen es tan solo dejarse fotografiar por señores de
mediana edad que lucen las sienes plateadas en el mejor de los casos, son
calvos en el peor o, directamente, igual de feos que gorilas. La cosa comienza con
un prólogo en el que una de nuestras protagonistas acude a casa de un gañán que
pide ser fustigado con un látigo, en una secuencia desopilante.
Así, estas señoras (o señoritas), acuden a lo que se supone
que es una academia de modelos desde la cual les indicarán cual es el servicio
que deben ofrecer al cliente. Y, de esta forma, tenemos el festival de
bailecitos, destetes, tías jamonas posando en pose provocativa, y tíos
asquerosos sacándoles fotos mientras ponen cara de salidos. No hay más.
La gracia del asunto está en el poco cuidado que se le pone
a todo lo técnico en la película, por lo que predomina un montaje terrible con
saltos de eje criminales, desencuadres a cascoporro, y una escena que representa
una sesión de fotos en la que, mientras que las chicas que posan están en el
interior de un estudio, el tipo que les saca fotos están en plena calle, en el
campo, pero se supone que están todos en el mismo lugar... Por lo demás, nada
nuevo que no hayamos visto en otros nudies. No tenemos atisbos de comedieta a
lo Herschell Gordon Lewis, no tenemos imaginería pop a la “La vida sexual deFrankenstein”, ni tenemos nada. Si acaso un par de jamelgas muy monas y otras
que parecen orcos.
Sin embargo es una película que goza de cierto culto en los
USA por tratarse de uno de los nudies más olvidados de la época, que estaba
práctimente olvidado hasta que, en un alarde de postmodernismo, alguna
distribuidora lo recuperó, restauró —de aquella manera— y lo puso a disposición
de los retro-pajilleros.
Más interesante resulta alguno de los implicados en esta
película porque, por un lado, tenemos a la dirección a Al Ruban, que firma con
esta su única película como director, pero que en años posteriores se convertiría
en productor de los films más populares de John Cassavetes (“Opening Night”,
“Así habla el amor”) o cintas mainstream como “París Texas”, mientras que toda su
carrera la desarrolló haciendo distintos oficios para el cine, ya fuera como
actor (aparece en “La cosa del pantano” de Wes Craven) o como director de
fotografía de las más variopintas y oscuras películas. También aparece como
actor en esta, sin acreditar, del mismo modo que lo hace C. Davis Smith,
también involucrado en el cine de Cassavetes, director de sexploits los cuales
firmaba con diversos pseudónimos (Charles Lamont sería el más conocido) y que
cogió la cámara en infinidad de películas. Ambos, Ruban y Davis Smith, dan vida
en “The Sexploiters” a los señores calvos, feos y agorilados a los que hacía
mención al principio de la reseña.
Por lo demás, poca cosa. Una gota en un mar de nudies. Ni
tan siquiera destaca por ser la niña fea de la clase.