viernes, 28 de agosto de 2020

VIDA RÁPIDA

“Vida rápida” es cine uruguayo filmado en vídeo en los años 90 y basado en hechos reales que guarda ciertas semejanzas estéticas y argumentales con nuestro cine quinqui.
Marcelo es un chapero del lumpen que cuando no está prostituyéndose está  pegando tirones de bolso o fumando canutos con su novia, lleva una vida desarraigada en la que lo único que importa es ganar dinero cada día delinquiendo. Cuando la policía le trinca, le tortura con el fin de sonsacarle nombres de delincuentes más gordos mientras, por otro lado, los asistentes sociales hacen todo lo posible para que abandone la vida delictiva. Para conseguir más dinero, no dudará en sobornar a uno de sus clientes amenazándole con descubrir su homosexualidad ante la gente de su entorno. Entre unas cosas y otras, este tipo de vida no sale rentable y esto traerá inesperadas consecuencias.
“Vida rápida” apenas dura 50 minutos y aún con sus carencias, y con tendencia a convertirse por momentos en cine experimental, lo cierto es que se aguanta bastante bien. Y es que durante el visionado, me percaté de que pese a su aspecto de película eminentemente amateur, estaba demasiado bien rodada para serlo. Buenos encuadres todo el tiempo, un montaje solvente, buena dirección y una composición de planos que bien podrían ser de un profesional. Y es que “Vida rápida” es la consecuencia directa de la llegada de la democracia al Uruguay de los 80.
Como pasara en España con nuestra democracia y con la “movida madrileña”, en Uruguay surgieron un montón de corrientes culturales alternativas, y de entre todas estas, varios colectivos de cineastas que establecieron el formato vídeo como herramienta preferente a la hora de hacer películas, formato este que también compaginaban con el super 8.
Tal fue el impacto del vídeo en Latinoamérica a finales de los 80, que se organizaría el Primer Encuentro de Vídeo Latinoamericano en Santiago de Chile, encuentro este que se organizaría en un país distinto cada año y que servía para dar a conocer las más granadas obras filmadas en vídeo de los países de lengua hispana. Y en Uruguay, junto con el Punk Rock, el vídeo supuso un movimiento contracultural de lo más importante.
Entonces, de los montones de colectivos que surgieron en Uruguay en aquellos años surge el autodenominado “Grupo Hacedor” que son los responsables de esta película. Se trata de un grupo de cineastas  que con la filosofía de filmar en vídeo por bandera, se juntaron para hacer este tipo de películas democráticas y baratas que sirvieron para otorgarle cierto prestigio al colectivo. Cada uno de los muchos miembros del grupo hicieron sus distintas películas, pero “Vida Rápida” sería la única que firmaron bajo el nombre del colectivo.
Al margen de su calidad técnica, “Vida  Rápida” tiene su gracia. La crudeza del vídeo, que bien podría ser VHS, como podía ser  U-Matic, se combina con maneras de rodar propias del cine de guerrilla (hay una escena en una discoteca y esta se rueda en una discoteca real, con su público real, o en escenarios naturales hasta tal punto que, rodando a un yonki, este llega a saludar a cámara con la mano) y todo esto resulta del todo interesante, si bien, el recrearse la cámara en según que otras cosas como pueda ser un ritual de santería, que también tiene lugar, puede llegar a hacerse aburrido. Sin embargo, lo bueno de “Vida rápida” es que se olvida de toda convención estética que le haga parecer cine de verdad. La cámara está bien colocada, la planificación es buena (el argumento va a un poco a trompicones, eso sí) y tiene un enfoque profesional, pero en absoluto se avergüenza de ser vídeo, que es un mal común en la mayoría de películas filmadas en este formato, que tratan  por todos los medios parecer cine común y corriente. “Vida rápida” se enorgullece de estar rodada en vídeo y se aprovecha de sus posibles cualidades.  Y es muy curioso que este empleo del vídeo venga por parte de un grupo de artistas que tratan de hacer una película de contenido social, porque los que suelen querer disimular el vídeo, suelen ser esos desprejuiciados y dicharacheros directores de género que facturan películas desenfadadas y sangrientas. Casi parece una paradoja.
Como sea, el esfuerzo de estos directores latinoamericanos que trabajaban en vídeo por convicción, en el futuro, se vería en saco roto ya que con los avances tecnológicos, el 4K y los formatos profesionales, ya todo tiene la misma textura. Y yo, defensor del vídeo a ultranza, he de decir que estos avances tecnológicos no han hecho más que matar el cine. Antes, diferenciabas el celuloide del vídeo; hoy, no hay diferencia de imagen entre una película comercial, y un videoclip de raperos hecho por ellos mismos con su cámara semiprofesional comprada en el mediamarkt, y su dron para hacer bonitos planos aéreos. Ya no hay cine. Ni tampoco hay vídeo. Hay otra cosa.
De cualquier modo, “Vida rápida”, al margen del fondo y la forma, es una buena muestra de lo que podía ser el cine quinqui uruguayo, que no es un subgénero exclusivamente patrio; en Hispanoamerica también se estiló.