lunes, 18 de julio de 2022

EL BROMISTA

Comedia popular argentina de principios de los ochenta a mayor gloria del comediante Santiago Bal, toda una personalidad dentro del mundo del espectáculo argentino en cuyos intramuros cosechó, en calidad de actor, comediante y autor teatral, éxito y prestigio a partes iguales. Por poner un equivalente español —que me gusta mucho siempre sacar estos paralelismos— podíamos decir que Santiago Bal es el José Sacristán argentino.
La cosa va de un oficinista ya entrado en los cuarenta al que le gusta estar todo el tiempo gastando bromas a sus semejantes. Estas van desde encontrarse a un anciano en la calle y hacer como que hace mucho que no le ve hasta otras de tipo más pesado. Por supuesto, estas bromas le acabarán pasando factura cuando las víctimas de dichas bromas se las toman a la tremenda, cuando eafectan a su trabajo o descubrimos que la actitud del individuo viene precedida por ciertas carencias afectivas.
A primera vista “El bromista” parece una de esas comedias al uso de la época, uno espera encontrarse un vodevil al estilo de las películas de Olmedo y Porcél, sin embargo, y aunque en esencia si que se trata de una comedia, pronto la cosa se va tornando dramática y densa hasta el punto de que a la media hora de visionado el espectador ya está un poco hasta las narices de tanta broma sin gracia y las consecuencias de estas. Porque más allá del mensaje paternalista que pretende lanzar la película, “El bromista” se soluciona, casi como si de una de sketchs se tratase, a base de escenificaciones de las bromas que realiza el individuo que se entremezclan con las reacciones de los afectados. Y en definitiva, se cansa uno rápido. Además las bromas son una chorrada.
Como sea, mi curiosidad por este tipo de productos exóticos —que lo son más porque nunca llegaron a estrenarse en España que por lo que propone— queda saciada con “El bromista”, máxime cuando el cine popular argentino, tan parecido al español, más de una vez me ha dado alguna que otra sorpresa. No ha sido el caso.
Tras las cámaras se encuentra Mario David, director que previamente había sido realizador de programas radiofónicos, así como crítico cinematográfico, y que con 12 películas (y algunos cortos) como toda filmografía, pasaría a engrosar las filas del movimiento llamado “generación del 70” que aglutinaba toda suerte de artistas dentro de la respetabilidad. Pero esta es muy mala…