Si hubo un subgénero que destacó en los años noventa, fue el dedicado a las hazañas del serial killer, o asesino en serie. Gracias al exitazo de "El silencio de los corderos" no solo los criminales de corte realista se convirtieron en valor seguro de cara a la taquilla, también se dejó de usar la palabra "Horror" para dar paso a la de "Thriller". Era inaceptable que "una de terror" hubiese ganado el Oscar y se llevase toda suerte de buenas críticas, así que tocaba dar un lavado de cara al género. Ya nadie quería asesinos mudos o enmascarados, estos recién llegados tenían carisma, hablaban como cotorras y, en el mejor/peor de los casos, eran medianamente majos. A partir de ahí, la oleada fue imparable, esputando toda suerte de imitaciones, subproductos y una o dos realmente buenas, puesto este que ocupa, y con honores, el "Seven" de David Fincher.
Sin embargo, hoy toca hablar de una de las que caen justo en medio, en la zona crepuscular de las películas de bajo coste y resultados desiguales, "Skinner". Producida el año 93 (dos después de "El silencio de los corderos", dos antes de "Seven") y con un reparto bien curioso. Para empezar tenemos en el rol del asesino al hermano ilustre, Ted Raimi, un registro opuesto al recurrente en él (es decir, tío majo o víctima). Ricky Lake, habitual del mangante + vendido John Waters, y posteriormente personalidad mediática, da vida a una maruja insatisfecha. Y finalmente la ex estrella porno Traci Lords, feliz como una perdiz encarnando a una mujer atormentada y, sobre todo, deformada físicamente, lo que supongo esperaba contribuiría a acabar con su imagen sexy (recordemos que ella y Lake habían coincidido unos años antes en "Cry-Baby" del fucking Waters) Se suma al trío Richard Schiff, uno de esos rostros super-reconocibles gracias a sus intervenciones en toda clase de productos, incluidos unos cuantos de peso. Precisamente, haría de conductor de tren en "Seven".
Dennis Skinner es un asesino en serie al que le encanta despellejar a prostitutas de baja estofa y vestirse con sus pieles, tal y como hacía Ed Gein (referencia a un psycho killer real, cosa muy común entonces). Y sí, ya es mala suerte tener semejante hobby y apellidarse Skinner, que traducido al españolo es, eso, despellejador. No, no ayuda mucho a la hora de evitar sospechas. En cualquier caso, Dennis se instala a vivir junto a una pareja en crisis. Con ella hará buenas migas, demasiado buenas, mientras en su tiempo libre visitará zonas degradadas a por carne fresca. Paralelamente, una de sus primeras víctimas, que logró zafarse de sus garras, anda tras él, clamando venganza.
Más allá de su adscripción al cine de serial killers, "Skinner" es noventera en todos los sentidos. Ese estilismo tan artificial y plano, a base de luces de colores, y una supuesta sordidez que, de tan nítida y forzada, resulta anti-natural y, por tanto, no funciona. Cuesta tragarse que el asesino visite siempre el mismo barrio industrial, hasta las trancas de graffitis, en el que no hay una maldita alma... hasta que, por arte de magia, aparece una prostituta, andando sin rumbo y, casi casi, vestida únicamente con ropa interior, lista para ser asesinada. Además, todas gastan un aspecto muy decente. No hay gordas, no hay yonkis, no hay feas... cojones, que se den una vuelta por mi antiguo barrio y verán lo que son putas de esas que matan la libido.
Claro que, tal vez, toda esa "sordidez de postal", y los detalles poco verosímiles, estaban hechos aposta. Es decir, sin llegar a ser muy evidente o cargante, es cierto que la peli gasta sus intenciones "arty", con imágenes casi poéticas de Ted Raimi caminando por un riachuelo en medio de la urbe. Quizás su director, Ivan Nagy, iba de artista. En cualquier caso, acabó el resto de sus días rodando vídeos softcore. Palmó en 2015. Paul Hart-Wilden, guionista, también dirigió algunas cosas, pero nada interesante. Aquí el único nombre tras las cámaras que merece ser destacado es el del productor Jeff Pollon, pero por lo gracioso del apellido.
Bueno, ¡miento!, también es justo y necesario mentar a los responsables de los efectos especiales, la "KNB Group" al completo. Suyo es el despliegue de látex y tinte rojo. ¿Generoso? bueno, estamos en 1993 y, como sabrán, no fueron aquellos años muy gloriosos para lo truculento. Sí que hay una escena de despellejamiento bastante gráfica, pero, primero, se realiza a un cuerpo muerto (es decir, la caratula aquí expuesta de la edición argentina miente como una bellaca), por lo que no es tan angustiosa y, segundo, los trucajes, aunque encantadores al ser físicos, tampoco es que destaquen por su eficacia. Vamos, se nota el cartón.
La banda sonora viene compuesta íntegramente por un grupo de esos tecno-raro -"Contagion"-, cosa que también comenzaba a ser muy recurrente entonces.
Finalmente, lo mejor de "Skinner" es que únicamente dura 88 minutos. Pueden meterla en una carpeta, junto a las 350 películas restantes en espera de ser consumidas, y ya la verán algún día. Sin prisa
Gracias al bueno de Enorm por pasármela.