martes, 24 de junio de 2025

DANTE NO ES ÚNICAMENTE SEVERO

Cuando se habla de "La Escuela de Barcelona", aquel movimiento cinematográfico vanguardista y sesentero, hijo bastardo de la "Nouvelle Vague" y que nació con la intención de erigirse en contra del cine del franquismo y el denominado “Nuevo Cine Español”, se habla de este “Dante no es únicamente severo” dirigida entre Joaquím Jordá (responsable de la noventera y curiosa “Cuerpo en el bosque”) y uno de los fundadores de "La Escuela", Jacinto Esteva, como de la película principal de la corriente y una de las mejores de la historia del cine español.
En un principio iba a ser una obra colectiva con las aportaciones de otros miembros del clan como Pere Portabella o Ricardo Bofill Senior, pero las distintas diferencias estéticas y creativas existentes entre los realizadores propiciaron que, finalmente, el proyecto se convirtiera en una sola película dirigida al alimón por Esteva y Jordá. Sin embargo, rodaron su material por separado y, cuando lo tuvieron completo, lo montaron de manera combinada con la idea de que el espectador no pudiera diferenciar  la autoría de las distintas secuencias.
No estoy de acuerdo con aquello de que sea una de las mejores, pero sí que, tras verla por primera vez, reconozco su osadía y destellos de genialidad (aunque, si de "La Escuela de Barcelona" hablamos, sigo prefiriendo “Vampir Cuadecuc” o cualquiera de las de Portabella) así como el intento de hacer una película que, en esencia, cuenta una relación romántica desde el surrealismo y la total y absoluta incoherencia. Así pues, tenemos aquí una obra muy visual, no narrativa y, sobre todo, rara. No obstante, también detecto no ya influencia del inevitable Buñuel, si no que, como si de una suerte de Tarantinos primigenios se trataran, los directores toman prestados elementos que ya fueron imaginados previamente por otros en otras películas, rozando por momentos el plagio, sin que nadie ponga el grito en el cielo solo porque se trata de arte y ensayo. Pero ahí tenemos planos de intervenciones oculares reales que cantan por soleares y uno final que directamente ¿homenajea? al más popular de “Un perro andaluz”. Y del mismo modo que la de Buñuel, “Dante no es únicamente severo” no responde a ninguna idea racional ni coherente.
O sea, que la película más representativa de "La Escuela de Barcelona" en realidad no tiene ni un ápice de originalidad, pero, al margen de eso y obviando referencias que el espectador en su momento no tenía por qué reconocer (y tampoco importa demasiado), sí se trata de una obra rompedora visual y narrativamente que, seguro, haría que el público abandonara la sala donde se proyectase en su momento igual que los supuestos culturetas con los que compartí el visionado esta semana, también ellos salieron por patas, probablemente más por la sensación de no entender nada que por aburrimiento. Porque “Dante no es únicamente severo” es una colección de secuencias filmadas y ensambladas sin ningún sentido, pero con mucho brío y oficio, que harán que los “adictos a la imagen”, como se define a sí mismo ese pedazo de personajillo pedante e irritante que es (hasta el nombre parece de coña) Oliver Laxe —ríete tú de Albert Serra—, se lo pasen estupendamente. Así fue en mi caso.
Mucha estética “nouvelvaguera” y yeyé propia del moderneo de la época, y mogollón de material de archivo extrañamente mezclado con aquel rodado ex profeso, hacen el resto. Y resulta, por otro lado, una película que, pese a su marcada intención artística, tiene un tufillo a cine popular y comercial del periodo que contrasta muy bien con toda la locura experimental que se gasta. Solo falta Saza por allí dando la réplica.
Por lo demás, el título fue concebido por sus directores de manera aleatoria, eligiendo la primera frase de la primera página de un libro abierto al azar.