Y vamos con otro slasher oscurillo que, según me consta, nunca llegó a estos lares. Les hablo de "Death Screams" (también conocida como "House of Death"), producida por ahí 1982 y que se llevaría el premio gordo en un concurso de slashers trillados.
La cosa no tiene mucho truco: Un asesino misterioso se está cargando a las juventudes de un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda. A pesar de todo -y fiel a los dogmas del subgénero- un grupo de ellos (algunos bastante creciditos ya) deciden pasar la noche en el cementerio local, lo que conllevará que el criminal les siga y comience con la consabida escabechina que, lastimosamente, se reduce a los últimos... ¿quince? minutos. El resto es, mayormente, bla, bla y bla.
Sí, amigos. Los slashers nunca se han destacado por resultar muy entretenidos. Ni contar grandes historias. En muchos sentidos son el hermano feo del cine contemplativo. ¿Por qué digo eso? Porque en títulos como "El Mutilador", la icónica "Viernes 13" o este mismo "Death Screams" encontramos que gran parte del metraje se limita a escenas insustanciales incapaces de aportar absolutamente nada de nada. Retratos de la vida mundana de seres mundanos que dialogan sobre mundaneces. Van. Vienen. Hacen cosas. Y en un momento dado, mueren, dando pie a un crimen que dura escasos segundos. Eso es todo y, sin embargo, resulta fascinante. A mi es una cualidad que me flipa, aunque no sea especialmente gozable. Y en lo que respecta a la reseñada, hablamos de un caso flagrante.
Superado todo eso, pues sí, tenemos un puñado de tetillas, algún fugaz felpudo, incluso un culo masculino. Y luego, obvio, los asesinatos. En su mayoría bastante poco llamativos salvo los del final, donde se dejan algo de capital para hacerlos levemente más explícitos. No, desde luego no compensa... pero, ya saben lo que hay. Tratándose del producto genuino, de su genuino tiempo, rodado en sus genuinos 35mm y etc, etc, pues se sufre con una sonrisa cómplice en los labios.
Al pack de ideas trilladas, tropos y formulas, podemos añadir la ristra de personajes. No falta nadie: el gracioso irritante, la golfa malcarada, la virginal medio lerda, el mazas, el tonto del pueblo y el sheriff gordo. A este último da vida uno de los pocos nombres/rostros reconocibles de la peli, William T. Hicks, que hemos visto -posteriormente- en un par de películas de Worth Keeter. Justamente, en "Death Screams" Keeter se encarga de los poco vistosos y algo risibles efectos especiales (mola esa cabeza estallando cual globo por efecto de una bala de calibre modesto). Al parecer él y Hicks hicieron buenas migas durante el rodaje, de ahí sus consiguientes colaboraciones. Ambos desarrollaron carreras bajo el mandato del infra-productor Earl Owensby. Y Owensby es el apellido que acompaña a uno -o dos- de los nombres que aparecen en los créditos finales de "Death Screams"... ¿familia directa?... ¿casualidad?... ¿o el pre-nacimiento de una porción histórica del cine "trash"?. A saber.
Tampoco sabemos, o no demasiado, la motivación del psycho-killer. Sí, nos la explican en un flashback fugaz. Pero, vamos, todo está como cogido con pinzas, de esas baratas que venden los chinos. Y es que, desde luego, el guionista Paul C. Elliott no tendría demasiada idea de lo que hacía. Antes se encargó de una serie documental dedicada al country para, pasada "Death Screams", esfumarse.
Entre los "great hits" tenemos que el personaje del tonto del pueblo, al que todo el rato nos pintan como sospechoso, en un momento dado desaparece misteriosamente de la trama... sin que nunca llegamos a saber qué fue de él (eso o es que, simplemente, no me enteré de nada).
El director se llama David Nelson. Según "la secre" venía de una carrera como actor (en plan ídolo de niñas), le pilló gusto a la dirección y parió varios títulos, pero nunca dejó la interpretación, llegando a asomar el careto en "Cry-Baby" del odioso John Waters (de cuando se vendió como una rata, pero manteniendo la dignidad. Las cosas empeorarían en el momento que, integrado ya en el mainstream, intentara recuperar parte de su "sucio" pero calculado pasado).
Lo cierto es que "Death Screams" es un rollaco de tomo y lomo. Pero uno de 1982, así que la cosa cambia. Créanme si les digo que no le di al avance rápido y únicamente dediqué un par de minutos a mirar el móvil. Ya es algo.
Mostrando las entradas para la consulta "Worth Keeter" ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
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sábado, 26 de febrero de 2022
jueves, 22 de marzo de 2012
EL ORDEN DEL AGUILA NEGRA

La historia tiene su coña: Un grupo de neo-nazis bien organizados y armados quieren dominar el mundo. Para lo cual, disponen de un poderoso láser capaz de destruirlo todo a larga distancia, de cuyo correcto funcionamiento se encarga un científico secuestrado.Su otra pertenencia de valor es ¡el mismísimo Adolf Hitler congelado en una nevera y listo para volver a la vida!. Da la puta casualidad que uno de los mentados neo-nazis es clavado a nuestro amigo "Duncan Jax", quien le suplantará para infiltrarse y, con la ayuda de un comando de lo más variopinto y la espía femenina de turno, liberar al científico y acabar con la amenaza.
"El orden del águila negra" queda bien lejos de los festines espectaculares del genuino 007, lógico, pero tampoco podemos decir que se trate de una serie Z rastrera. Aquí hay medios, pocos, pero los hay... los notables decorados, la generosa cantidad de pirotecnia y algunos stunts bien llamativos delatan que, para la ocasión, había algo de dinero que gastar. A todo esto debemos añadir un ritmillo bastante efectivo, dosis de humor algo molestas pero tampoco excesivas (el gag del autobús estancado en el barro es genuinamente estúpido) y unas agradables gotas de truculencia. Otro detalle sorprendente está en que los héroes de esta peli no son totalmente efectivos, y en alguna que otra ocasión incluso la cagan del modo más tonto. Al elemento inevitablemente "bondiano" (que incluye la visita al laboratorio de cachivaches mortales o las trampas que nunca surgen efecto y de las que el espía escapa siempre), debemos añadir algo de acción cafre estilo "Rambo" y un inesperado homenaje al western. Entre lo mejor de la función tenemos el sangriento y espectacular desenlace que le aguarda al Führer y el agradecido hecho de que el mandril no se deja ver demasiado.
Tras los mandos de todo esto se encuentra Worth Keeter, del que ya hemos hablado antes. Antiguo colaborador del productor/actor Earl Owensby (con quien debutó con la horrible "Wolfman" en 1979), responsable también de un vehículo para Sybil Danning, "L.A.Bounty", y auténtico especialista en parir productos destinados al lucimiento de los irritantes "Power Rangers". A Keeter debemos las dos aventuras cinematográficas de "Duncan Jax".
El caso es que ayer noche, y contra todo pronóstico, "El orden del águila negra" me funcionó bastante bien. No me aburrí en exceso, ni me vi obligado a utilizar el "fast forward", por lo que se la recomiendo. Por si acaso se lo preguntaban, no hubieron más aventuras para "Duncan Jax", imagino que la segunda no debió de funcionar demasiado bien porque jamás se hizo una tercera.
sábado, 1 de mayo de 2021
TALES OF THE THIRD DIMENSION IN 3-D
Combinar mi corta edad, la lectura de una de mis primeras -o la primera!- revistas especializadas de origen franchute y el cartel alucinante de aquella película extraña, fue fulminante. Entendí de ipsofacto que, adentrándome en todo eso del cine de terror y fantástico, me esperaban un montón de sorpresas jugosas y estrambóticas que me llevarían hasta mundos inexplorados y únicos. Ya ven lo que dio de si el puñetero cartelito de una ignotísima producción del año 1984 surgida de la factoría de Earl Owensby, ese magnate del cine zetoso que nadie ha reivindicado aún debidamente. Y sin embargo, he tardado décadas en degustarla íntegra. Primero porque era imposible de localizar (no consta que llegara a nuestras tierras). Segundo, porque cuando pude gracias a que alguien la subió entera a YouTube, estaba únicamente en inglés, que aunque lo entiendo, no tanto como querría. Y tercero, porque mi interés se había diluido con el tiempo. Sin embargo, hace poco, justo a raíz de reencontrarme con el cartel, cogió fuerzas de nuevo. Así que corrí a YouTube y me la comí entera... eso sí, con las limitaciones comentadas. Ténganlo en cuenta a la hora de juzgar mis impresiones.
Tenemos tres historias. La primera gira en torno a unos vampiros que quieren adoptar un niño. El que se agenciarán resultará ser un hombre lobo, su mayor enemigo natural. Tontuna. La segunda es la peor, por ser la más aburrida y anodina, aquella en la que pasan menos cosas. Un par de ladrones de tumbas obligan al enterrador del cementerio a que les diga donde se ocultan las mayores riquezas bajo tierra -asesinándolo de paso-, una vez allí, tendrán muchos problemas. Y finalmente, llegamos a la "mejor" del pack. Aquella que suele llevarse las críticas más positivas, y la única que ha generado que la peña cuelgue extractos en YouTube. Unos niños van a pasar la Navidad a casa de la abuela. Esta se queda sin pastillas y comienza a denotar tendencias asesinas. El final delirante es de traca (y del que tomaron buena nota los Hermanos Polonia para su "Feeders 2: Slay Bells"). Aquí el humor resulta mucho más evidente y mal-lechado. Ya al inicio alucinamos cuando el padre se saca el cinturón y comienza a atizar con saña salvaje a uno de sus retoños. Y luego, pues todos los intentos homicidas de una yaya con un catálogo de muecas interminable. Los críos lo hacen muy bien, especialmente ella. Esta es la historia que "salvaría" al largometraje del olvido absoluto.
Algo bueno que podemos decir de "Tales from the third dimension" es que su cartel no engaña nada. Ni pizca. Todo lo que vemos, está en la película. Cosa de agradecer conociendo como conocemos las sucias estratagemas de los productores de segunda o tercera regional. Está ese esqueleto simpático, introduciendo las historias muy educadamente a base de discursos pomposos (nada que ver con las maneras de un Tío Creepy). También los buitres con la cara de Stan Laurel y Oliver Hardy. Y, efectivamente, la peli es en 3D. No porque la haya podido gozar de esa manera, pero lo evidencia que cada dos por tres lancen objetos a cámara.
También es evidente que la inspiración viene de la mano de "Creepshow". No creo que sean delirios de un fanático de mi porte, lo demuestran la combinación de humor y terror y, por supuesto, el mismo esqueleto como introductor. No olvidemos que el clásico de George A. Romero fue un "hit" en su época, y cuando algo lo peta, los buitres (sin las facciones del gordo y el flaco necesariamente) surgen de sus guaridas para intentar sacar tajada. Las consecuencias zetosas de "Creepshow" fueron unas cuantas que estaría bien recolectar algún día. Así a bote pronto, me vienen "Historias de miedo flipantes", "Screamtime" o "Scary Tales" representado al gremio SOV.
Volviendo a "Tales of the third dimension", pues bueno, ya se pueden imaginar el percal: En general es bastante aburrida. Sosilla. Los efectos especiales gastan cierta tosquedad, pero derrochan muchísimo encanto (sobre todo los muñecotes habladores o las maquetas). No esperen gore, porque no hay. Ni pizca. Da la impresión que los responsables apuntaran más hacia una platea juvenil.
Earl Owensby aparte (que se encarga de dirigir los interludios con el esqueleto parlanchín), encontramos a directores/guionistas con curiosas y dispares trayectorias. Todd Durham dirigiría ese mismo 1984 un "spoof" de "Star Wars" titulado "Hyperspace" (adelantándose a "Spaceballs") y terminaría ligado de por vida a la famosa saga "Hotel Transilvania" como responsable de la story y los personajes. Thom McIntyre venía del exploitation y nunca lo abandonó. Y a Worth Keeter ya lo conocen. Hemos hablado de él en este blog unas cuantas veces.
En el reparto solo reconocí dos rostros, los del gorderas William T. Hicks, quien haría buenas migas con Keeter, interviniendo así en sus dos pelis sobre Duncan Jax. Y el de Leon Rippy, el único que tuvo una genuina carrera posterior. Le hemos visto en un puñado de títulos perfectamente mainstream, siempre como secundario carismático, a las órdenes de peña del calibre de Spielberg o Eastwood. Echen un ojo a "la secretaria" y flipen.
Como dato curioso, mentar que uno de los asistentes de producción es Phil Smooth, quien un año después se pondría manos a la obra con su propio largometraje, el ultra-costroso "Dark Power".
Tenemos tres historias. La primera gira en torno a unos vampiros que quieren adoptar un niño. El que se agenciarán resultará ser un hombre lobo, su mayor enemigo natural. Tontuna. La segunda es la peor, por ser la más aburrida y anodina, aquella en la que pasan menos cosas. Un par de ladrones de tumbas obligan al enterrador del cementerio a que les diga donde se ocultan las mayores riquezas bajo tierra -asesinándolo de paso-, una vez allí, tendrán muchos problemas. Y finalmente, llegamos a la "mejor" del pack. Aquella que suele llevarse las críticas más positivas, y la única que ha generado que la peña cuelgue extractos en YouTube. Unos niños van a pasar la Navidad a casa de la abuela. Esta se queda sin pastillas y comienza a denotar tendencias asesinas. El final delirante es de traca (y del que tomaron buena nota los Hermanos Polonia para su "Feeders 2: Slay Bells"). Aquí el humor resulta mucho más evidente y mal-lechado. Ya al inicio alucinamos cuando el padre se saca el cinturón y comienza a atizar con saña salvaje a uno de sus retoños. Y luego, pues todos los intentos homicidas de una yaya con un catálogo de muecas interminable. Los críos lo hacen muy bien, especialmente ella. Esta es la historia que "salvaría" al largometraje del olvido absoluto.
Algo bueno que podemos decir de "Tales from the third dimension" es que su cartel no engaña nada. Ni pizca. Todo lo que vemos, está en la película. Cosa de agradecer conociendo como conocemos las sucias estratagemas de los productores de segunda o tercera regional. Está ese esqueleto simpático, introduciendo las historias muy educadamente a base de discursos pomposos (nada que ver con las maneras de un Tío Creepy). También los buitres con la cara de Stan Laurel y Oliver Hardy. Y, efectivamente, la peli es en 3D. No porque la haya podido gozar de esa manera, pero lo evidencia que cada dos por tres lancen objetos a cámara.
También es evidente que la inspiración viene de la mano de "Creepshow". No creo que sean delirios de un fanático de mi porte, lo demuestran la combinación de humor y terror y, por supuesto, el mismo esqueleto como introductor. No olvidemos que el clásico de George A. Romero fue un "hit" en su época, y cuando algo lo peta, los buitres (sin las facciones del gordo y el flaco necesariamente) surgen de sus guaridas para intentar sacar tajada. Las consecuencias zetosas de "Creepshow" fueron unas cuantas que estaría bien recolectar algún día. Así a bote pronto, me vienen "Historias de miedo flipantes", "Screamtime" o "Scary Tales" representado al gremio SOV.
Volviendo a "Tales of the third dimension", pues bueno, ya se pueden imaginar el percal: En general es bastante aburrida. Sosilla. Los efectos especiales gastan cierta tosquedad, pero derrochan muchísimo encanto (sobre todo los muñecotes habladores o las maquetas). No esperen gore, porque no hay. Ni pizca. Da la impresión que los responsables apuntaran más hacia una platea juvenil.
Earl Owensby aparte (que se encarga de dirigir los interludios con el esqueleto parlanchín), encontramos a directores/guionistas con curiosas y dispares trayectorias. Todd Durham dirigiría ese mismo 1984 un "spoof" de "Star Wars" titulado "Hyperspace" (adelantándose a "Spaceballs") y terminaría ligado de por vida a la famosa saga "Hotel Transilvania" como responsable de la story y los personajes. Thom McIntyre venía del exploitation y nunca lo abandonó. Y a Worth Keeter ya lo conocen. Hemos hablado de él en este blog unas cuantas veces.
En el reparto solo reconocí dos rostros, los del gorderas William T. Hicks, quien haría buenas migas con Keeter, interviniendo así en sus dos pelis sobre Duncan Jax. Y el de Leon Rippy, el único que tuvo una genuina carrera posterior. Le hemos visto en un puñado de títulos perfectamente mainstream, siempre como secundario carismático, a las órdenes de peña del calibre de Spielberg o Eastwood. Echen un ojo a "la secretaria" y flipen.
Como dato curioso, mentar que uno de los asistentes de producción es Phil Smooth, quien un año después se pondría manos a la obra con su propio largometraje, el ultra-costroso "Dark Power".
martes, 14 de abril de 2020
BLOOD AND FLESH: THE REEL LIFE AND GHASTLY DEATH OF AL ADAMSON
Al Adamson forma parte de esa ralea de "auteurs" surgidos del "exploitation" y el "trash" más visceral donde también encontramos a peña como Ted V. Mikels, Andy Milligan, Herschell Gordon Lewis, Jerry Warren, Ray Dennis Steckler, Edward D. Wood Jr., Doris Wishman, etc, etc. Algunos mejores / más carismáticos que otros pero, en esencia, todos cacota. En mi juventud andaba loco por ellos, leía y leía sin descanso sobre sus hazañas en las páginas del "Fangoria" yanki (con ayuda del respectivo diccionario) y me fascinaban. Luego, pasaba lo que pasaba. Localizabas una de sus películas, la deglutías con fervor y... ¡hostión al canto! El consiguiente dolor variaba en función de la incapacidad del cineasta. Con Adamson puedo decir que la contusión fue mayor que con ninguno. Cercana a la muerte total. Eso ocurrió el día que, entusiasmado y tembloroso, alquilé "Sangre en el castillo de Drácula". Un pestiñazo sin redención. Al cabo de unos años, alguien tuvo la idea de editar en dvd varias de sus pelis, o fue obligado por los extraños designios de la distribución. Entre ellas, la más mítica del pack, "Drácula contra Frankenstein". Aunque dolido y desconfiado, decidí darle una segunda oportunidad. En balde, seguían siendo mierda, sin la más mínima gracia o soterrado encanto. Y así ha sido siempre para mí con respecto al patillero Adamson. Pero ya saben que, en lo que respecta al 99% de los cineastas zetosos, y sus toscas producciones, suele ser más interesante el concepto. O lo que hay detrás. Esa es la razón de que todos los documentales -y biopics- que se les dedican sean tan disfrutables. Incluido "Blood & Flesh: The Reel Life & Ghastly Death of Al Adamson", aunque con leves reservas.
Lo que hace destacar a Al Adamson sobre todos sus coetáneos es que sufrió una muerte horrible. Fue asesinado y enterrado bajo cemento. Tal es el peso de semejante material que el documental se ve obligado -lógicamente- a dedicarle una generosa porción. Podríamos decir que se divide en dos documentales muy distintos. El primero se centra en los orígenes de la carrera de Adamson y su posterior desarrollo a base de mogollón de imágenes, fotos y carteles -muy en la línea de cómo se hacen hoy día, dinámicos y alegres-. Se disfruta mucho e incluso te ríes con algunas anécdotas (especialmente aquellas que hacen referencia a J.Carrol Naish). Pero luego toca la segunda parte, totalmente volcada en el asesinato, narrado con todo lujo de detalles, como si fuese un programa de esos dedicados a temas escabrosos que echan a las tantas. Y aunque está interesante, corta mucho el rollo y se hace algo pesado. Tal vez habría molado más equilibrar ambas partes. Por separado funcionarían cojonudamente, pero pegadas se anulan un poco mutuamente. Lástima.
Con todo, "Blood & Flesh: The Reel Life & Ghastly Death of Al Adamson" termina siendo bastante gozable. Y ayudan a ello presencias tan curiosas y entrañables como las de Sam Sherman, Fred Olen Ray, John "Bud" Cardos, Russ Tamblyn, Greydon Clark, Gary Graver, Worth Keeter y aficionados / fanzineros ilustres como Tim Ferrante, Chris "Temple of Schlock" Poggiali y Michael J. "Psychotronic Video" Weldon.
A David Gregory, director, debemos alguna ficción puntual (formó parte del clan que firma "The Theatre Bizarre") y, sobre todo, muuuucho material documental de entre el que sobresale "Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau", que sin ser nada del otro jueves se deja ver.
Lo que hace destacar a Al Adamson sobre todos sus coetáneos es que sufrió una muerte horrible. Fue asesinado y enterrado bajo cemento. Tal es el peso de semejante material que el documental se ve obligado -lógicamente- a dedicarle una generosa porción. Podríamos decir que se divide en dos documentales muy distintos. El primero se centra en los orígenes de la carrera de Adamson y su posterior desarrollo a base de mogollón de imágenes, fotos y carteles -muy en la línea de cómo se hacen hoy día, dinámicos y alegres-. Se disfruta mucho e incluso te ríes con algunas anécdotas (especialmente aquellas que hacen referencia a J.Carrol Naish). Pero luego toca la segunda parte, totalmente volcada en el asesinato, narrado con todo lujo de detalles, como si fuese un programa de esos dedicados a temas escabrosos que echan a las tantas. Y aunque está interesante, corta mucho el rollo y se hace algo pesado. Tal vez habría molado más equilibrar ambas partes. Por separado funcionarían cojonudamente, pero pegadas se anulan un poco mutuamente. Lástima.
Con todo, "Blood & Flesh: The Reel Life & Ghastly Death of Al Adamson" termina siendo bastante gozable. Y ayudan a ello presencias tan curiosas y entrañables como las de Sam Sherman, Fred Olen Ray, John "Bud" Cardos, Russ Tamblyn, Greydon Clark, Gary Graver, Worth Keeter y aficionados / fanzineros ilustres como Tim Ferrante, Chris "Temple of Schlock" Poggiali y Michael J. "Psychotronic Video" Weldon.
A David Gregory, director, debemos alguna ficción puntual (formó parte del clan que firma "The Theatre Bizarre") y, sobre todo, muuuucho material documental de entre el que sobresale "Lost Soul: El viaje maldito de Richard Stanley a la isla del Dr. Moreau", que sin ser nada del otro jueves se deja ver.
martes, 12 de junio de 2012
LA MALDICIÓN DEL ÍDOLO
Y por fin, aquí la tenemos, la segunda película/aventura de ese fugaz "James Bond" de saldo que fue "Duncan Jax" tras su primer, simpático y agradable debút.
En "La maldición del ídolo" el super-agente secreto favorito de.... de vaya usted a saber quién, cambia el tono belicoso de la primera entrega por un rollo más "Indianajonesco" a base de selvas (o bosques normales y corrientes que lo pretenden), templos, sectas diabólicas, oro que rescatar, ídolos cargados de joyas, cocodrilos y, también, unas raquíticas artes marciales. Desconozco cual fue el fenómeno ninja en el año 1988, que es cuando se hizo esta peli, pero el caso es que, para la ocasión, "Duncan Jax" y su equipo se disfrazan de ninjas enmascarados cada dos por tres. Total, que se las piran a la supuesta selva con la intención de enfrentarse a un malvado la mar de folletinesco llamado Lider Escarlata, previo reclutamiento del equipo de aguerridos pero muy poco carismáticos (al revés de lo que sucedía en la primera peli) colaboradores, para lo cual deberá superar otros tantos peligros de novela barata tan absurdos e inútiles como una habitación puesta ahí, tal cual, con las paredes móviles a modo de trampa. Suerte que la astucia de "Jax" y sus gadgets salvarán la papeleta en más de una ocasión... pero no la peli, que a pesar de unos medios razonables (especialmente notables en sus decorados) se estanca la mayor parte del tiempo en diálogos chorras ofreciendo acción a cuenta gotas sin la más mínima emoción ni espectacularidad. Todo en "La maldición del ídolo" es sosaina, frío, aséptico y acartonado. Sin vida.
Detalles de relativo interés: A diferencia de lo que ocurría en "La orden del águila negra", aquí el mandril que acompaña a "Duncan Jax" tiene más intervenciones. De hecho, se puede decir que es él quien encuentra el ídolo maldito. Los títulos de crédito son muy Bondianos, especialmente la canción, que a base de intentar imitar los modos de un Tom Jones, roza la parodia. Dos guiños fricos: En el casino, "Jax" apuesta por el número 007. Cuando entra en una cabina a ponerse el disfraz de ninja, se da cuenta de que básicamente está emulando a Superman y esputa un notorio gesto que así nos lo hace saber.
Por lo demás, repiten director (el limitadito Worth Keeter), el prota, Ian Hunter y William Hicks, que si aquí hace de simpático amigote del agente secreto, en "El orden del águila negra" interpretaba a su mayor enemigo. Curioso.
Pero sí, mucho me temo que, tal y como recordaba tras mi primer visionado adolescente, esta segunda aventura de "Duncan Jax" está muy muy por debajo de los logros obtenidos en la primera y, sinceramente, no merece ni el más mínimo esfuerzo.
En "La maldición del ídolo" el super-agente secreto favorito de.... de vaya usted a saber quién, cambia el tono belicoso de la primera entrega por un rollo más "Indianajonesco" a base de selvas (o bosques normales y corrientes que lo pretenden), templos, sectas diabólicas, oro que rescatar, ídolos cargados de joyas, cocodrilos y, también, unas raquíticas artes marciales. Desconozco cual fue el fenómeno ninja en el año 1988, que es cuando se hizo esta peli, pero el caso es que, para la ocasión, "Duncan Jax" y su equipo se disfrazan de ninjas enmascarados cada dos por tres. Total, que se las piran a la supuesta selva con la intención de enfrentarse a un malvado la mar de folletinesco llamado Lider Escarlata, previo reclutamiento del equipo de aguerridos pero muy poco carismáticos (al revés de lo que sucedía en la primera peli) colaboradores, para lo cual deberá superar otros tantos peligros de novela barata tan absurdos e inútiles como una habitación puesta ahí, tal cual, con las paredes móviles a modo de trampa. Suerte que la astucia de "Jax" y sus gadgets salvarán la papeleta en más de una ocasión... pero no la peli, que a pesar de unos medios razonables (especialmente notables en sus decorados) se estanca la mayor parte del tiempo en diálogos chorras ofreciendo acción a cuenta gotas sin la más mínima emoción ni espectacularidad. Todo en "La maldición del ídolo" es sosaina, frío, aséptico y acartonado. Sin vida.
Detalles de relativo interés: A diferencia de lo que ocurría en "La orden del águila negra", aquí el mandril que acompaña a "Duncan Jax" tiene más intervenciones. De hecho, se puede decir que es él quien encuentra el ídolo maldito. Los títulos de crédito son muy Bondianos, especialmente la canción, que a base de intentar imitar los modos de un Tom Jones, roza la parodia. Dos guiños fricos: En el casino, "Jax" apuesta por el número 007. Cuando entra en una cabina a ponerse el disfraz de ninja, se da cuenta de que básicamente está emulando a Superman y esputa un notorio gesto que así nos lo hace saber.
Por lo demás, repiten director (el limitadito Worth Keeter), el prota, Ian Hunter y William Hicks, que si aquí hace de simpático amigote del agente secreto, en "El orden del águila negra" interpretaba a su mayor enemigo. Curioso.
Pero sí, mucho me temo que, tal y como recordaba tras mi primer visionado adolescente, esta segunda aventura de "Duncan Jax" está muy muy por debajo de los logros obtenidos en la primera y, sinceramente, no merece ni el más mínimo esfuerzo.
jueves, 7 de agosto de 2014
SLUMBER PARTY MASSACRE 2
Durante la segunda mitad de los 80 "Freddy Krueger" y sus andanzas por la calle Elm se habían impuesto totalitariamente en el cine de terror. Todos los exploiters que hicieran honor a la etiqueta se sumaban a la tendencia reinante en busca de billetes verdes. Y el legendario oportunista Roger Corman no podía -ni debía- ser menos. Me lo puedo imaginar diciendo: "¿Pa qué molestarnos en crear una franquicia a lo "Elm Street" si ya la tenemos?". "¿Cual Sr.Corman?". "Hombre, aquella de "Slumber Party Massacre"". "Pero, jefe, eso era un "slasher" en plan "Viernes 13", no tiene nada que ver con el rollo "Freddy" y tampoco tuvo buenas críticas, ni mucho éxito". "¡¿Y qué más da, pringao?!, convierte a esa peli en un "Pesadilla en Elm Street" reduciendo las conexiones argumentales a un mínimo, mete pesadillas, mete sangre, mete tetas y mete a un asesino carismático, de look chanante y que suelte todo el rato chascarrillos y gracietas. O te vas a la puta calle". "OK, Boss, usted manda y yo obedezco". Dicho y hecho. Si el psycho-killer del "Slumber Party Massacre" original era un tipo de aspecto bastante mundano, sin ninguna característica demasiado sobresaliente, el hecho de que muriera en aquella era la excusa perfecta para hacer de él un personaje sobrenatural situado en el espectro opuesto, vestido de "Rocker from hell", cambiando su taladro convencional por uno en forma de guitarra eléctrica (que, imagino, se comería buena parte del presupuesto), muy llamativo, muy sobreactuado y muy aficionado a soltarse la lengua con chispeantes frasecillas graciosas cargadas de humor negro, la mayoría de ellas esputadas justo antes de cometer homicidio. Olé y olé.
Vi "Slumber Party Massacre 2" (1987) cuando llegó cual novedoso producto a nuesos video-prostíbulos cortesía de "Lax Vídeo" (gracias Enorm!). Me encantó, sobre todo por cierta secuencia de la que aluego hablaremos más extensamente. De hecho, me copié la puta peli. Con los años terminó ripeada en un dvd-r, que es el que revisé la otra noche, convencido de que mis impresiones iban a descender un porrón de peldaños.
Algo que no deja de sorprenderme es que aterrizara en nuestras fronteras con el título original intacto, más si tenemos en cuenta que, entonces -y aún ahora-, la primera no se había estrenado por aquí. Pero, ciertamente, ¿a quién cojones podía importarle?, en la época en la que los video-clubs dominaban la tierra, poco le preocupaban esos detalles al consumidor medio (y ahora, aún le preocuparían menos). De dicha entrega precedente ya hablé trágica y extensamente en su momento, así que nos ahorraremos esa parte.
La hermana de la única superviviente de la slumber party anterior va a cumplir años, así que montan otra. Poco a poco comenzará a tener pesadillas y visiones espeluznantes en las que el asesino del taladro la acosa. Finalmente, todo devendrá aterradora realidad cuando este se presente en la fiesta y monte la consiguiente escabechina. Como ven, un dechado de creatividad esplendorosa.
Para complementar el expolio del universo Elm Street, y aparcando el aspecto del asesino protagonista, podemos destacar sendas ideas y conceptos, por ejemplo las pesadillas, que se alternan de modo muy tonto y arbitrario con la realidad. Ahora duermo y me despierto gritando, ahora digo "Buenos días", salgo por la puerta y cortamos a mi otra vez durmiendo, etc, etc. Igual la intención de los filmmakers fuese inquietarnos, crearnos zozobra ante la duda de qué pertenecía al mundo de los sueños y qué a nuestro aburrido universo. Pero no lo consiguieron, logrando únicamente confundirnos y dar llamativas muestras de su incapacidad. Otros detalles bien deudores del amigo "Krueger" son las alucinaciones macabras, destacando esa en la que un pollo despellejado cobra vida y ataca a la chavala prota o, mejor aún, la famosa/infame secuencia en la que una de sus amigas luce un grano enorme en la faz que, al estallar, le echa litros de pus directos a la boca. De órdago. Incluso tenemos una escena en la que la protagonista se queda sobada mientras se da un jabonoso baño. Aquí no sale ninguna mano del agua, pero sí mucha pintura roja.
Ya sea por sus propios indudables conocimientos, o porque han leído a fondo mi respectiva reseña, sabrán que tras "Slumber Party Massacre 1" había toda una ridícula historia de feminismo panfletario, cosa por la cual Roger Corman contrató a un director con vagina (y que adaptaba el guión de un escritor con vagina). Bien, digamos que ahora la tontería vuelve a repetirse... aunque con matices. Vamos, que el rollo feminista creo que, en esta ocasión, es parte del entramado "exploitation" del business, que está ahí porque los posibles fans lo esperan. Digo yo. El caso es que también es una jaca la que se encarga de dirigir "Slumber 2", cuya trama puede entenderse como una metáfora del miedo al sexo. Nuestra protagonista es una virgen locamente enamorada de un jugador de futbol americano todo cachas, guapo y encantador. Cada vez que sueña con él y sus músculos, el asesino del taladro le interrumpe la polución nocturna para decirle que quiere hacerle el amor. Llegado su momento, este se convierte en algo físico y real justo cuando la niña se dispone a perder su himen y mutarse en mujer. Por lo visto la idea inicial era que el actor que daba vida al guaperas encarnara también al asesino, por aquello de -según palabras de la directora- "Mostrar dos caras de la misma moneda", y aunque finalmente la cosa no se materializó, algo quedó como bien prueba el "susto final" que no desvelaré por si alguno de ustedes tiene intención de verla. Curioso, sí, pero no deja de ser una enorme chorrada propia de mentes estrechas y almidonadas.
Pesadillas e hímenes a un lado, hay otra cosa que tiene una presencia constante en la película, y es la música. El rock. Supongo que impuesto ahí por maese Corman como parte del reclamo hacia la platea juvenil. El caso es que la prota toca en un poco verosímil conjunto de pop-rock. Y la excusa para liar la party es ensayar. De este modo, nos trufan la banda sonora de cancioncillas y hasta se marcan una especie de secuencia video-clipera en la que las girls bailotean al son de la canción de una película que echan por la tele, la excusa perfecta para que Corman pueda reciclar algo de su extensa filmoteca, en este caso "Rock and roll high school", célebre comedia estudiantil a mayor gloria de los "Ramones" (vilmente sustituidos por algo con unos royalties más asequibles, claro). A todo esto hay que sumar, como decía arriba, que el propio asesino le da al rockanró y de hecho -¡ahora sí!- hasta interpreta su propia canción. Lo han adivinado, amigos, este es el “magic moment” que me encandiló de chaval. Justo cuando se dispone a cazar a las chavalillas, aparecen unas luces de colores y el "driller killer" nos regala toda una actuación mientras canturrea una simpática tonadilla muy apropiadamente titulada "Let´s Buzz". Si "Slumber Party Massacre 2" merece ser recordada por algo, es por este material (que, seguro, localizan en youtube sin problemas). Y no acaba aquí la cosa, hasta la llegada del "The End" todavía nos comeremos más canciones, algunas de ellas en formato rockabilly y bien majas. Las hay que incluso suenan como acompañamiento de acosos y crímenes, nada menos. Sobra decir que, en el proceso, y acorde a la filosofía "Freddy", nuestro simpático asesino nos dedica unas cuantas miraditas, incluso nos habla directamente como parte del cachondeito.
¿Y qué más les puedo decir?, bueno, pues que la "muerte" del "driller killer" es una auténtica chufla. Que hay una coñeta final en los créditos, justo cuando dan la brasa con lo del copyright. Que los personajes lucen apellidos míticos ligados al cine de terror (sin ir más lejos, dos policías que aparecen se hacen llamar "Krueger" y "Voorhees", ¿alguien da más?). Y que el pifostio casi no alcanza los 80 minutos (¡¡fascinante!!).
En cuanto a recursos humanos, merece la pena que le echemos un ojo al reparto y demás.
Crystal Bernard interpreta a la angelical protagonista y a lo largo de su carrera no ha hecho gran cosa más (mucha televisión), salvo por una puta marcianada, "Welcome to paradise", un dramón de contenido abiertamente cristiano que no sería digno de mencionar si no fuese por su director y co-guionista, Brent Huff, "action hero" de serie Z en cuyo curriculum uno encuentra los directores y títulos más asombrosos, destacando entre ellos Bruno Mattei (para quien protagonizó "Serpiente Sam, nacido para luchar" o "Cop Game"), Fred Olen Ray (en "El poder de las armas") o Worth Keeter (en "Scorpio One"). También compartió protagonismo con Sho Kosugi en "Las nueve muertes de ninja", nada menos. Y como director posee varios films, destacando, además del citado, uno titulado "Mercenarios de élite", con protagonismo de Robert Davi y Roddy Piper y que se presentaba como todo un precedente de –lo han adivinado- "Los mercenarios/The expendables". ¡Qué pazote!.
Kimberly McArthur sobresale por sexy tanto como esos generosos pechotes que oculta tras un biquini y que, desgraciadamente, no nos muestra. Pero que no cunda el pánico, la chavala venía de la factoría "Playboy", donde se dejó fotografiar y filmar en pelota picada un porrón de veces (y, créeme, merece la pena que busques en Google). Volvería a hacerlo en películas de categoría como "Los locos del bisturí" (tremendo despliegue de glándulas mamarias), "Quien tiene una suegra tiene un tesoro" o "Malibu Express" del inevitable Andy Sidaris (el Russ Meyer del cine de acción de serie Z). Según Imdb, cuando firmó el contrato para actuar en "Slumber Party Massacre 2", impuso una condición: que no se desnudaría. Resulta fácil deducir que, pa entonces, la pobre estaría ya hasta el coño de enseñar las tetas. No se lo tenemos en cuenta.
Tampoco son mancas Juliette Cummins y Heidi Kozak. De la primera ya hablé cuando la reseña de "Viernes 13, 5ª parte", allí era la hermosa pelirroja de tetillas escuetas, las mismas que también muestra en "Slumber 2" (y que se erige como el único top-less de toda la puta peli), volveríamos a verla en otra secuela horrorífica de renombre, "Psicosis III". A la segunda también podemos localizarla en un "Viernes 13", el séptimo, además de otras cosillas como "Society" (la de Brian Yuzna). Dos chicas con "pedigree".
La directora, Deborah Brock, tiene un currículo bastante curioso. Todavía dentro de parámetros Cormanianos, se encargó de llevar las riendas de un producto infantil, "Las aventuras de Andy Colby", y de la tardía secuela de, nada menos, "Rock and roll high school", titulada "Rock and roll high school forever" y con protagonismo de Corey Feldman, de cuando vivía obsesionado con ser Michael Jackson. En funciones productiles la Brock ha puesto su contundente apellido a títulos tan curiosos como "Cariño, he agrandado al niño", "Frío como el acero. Buscando venganza" (secuela de aquella, protagonizadas ambas por el olvidado Brian Bosworth) y, esta sí es rara, la tragicomedia indie a mayor gloria de Vincent Gallo (que pa algo es prota, dire y co-guionista) "Buffalo '66".
Los resultones efectos de maquillaje (no hay mucha truculencia, solo unas ajustadas dosis) corren a cargo del ya fallecido James Cummins (sin aparente vinculación familiar con Juliette Cummins) de lustrosísima trayectoria, repleta de títulos bien reconocibles como "Extraños invasores", "Cosmos mortal" (aquella chunguez producida por Carlos Aured), "House, una casa alucinante", "Profundidad seis" e incluso anduvo por "El exterminador", "La cosa" y "Muertos y enterrados". También dirigió (y guionizó) sus propias películas, todas ellas destinadas al rincón más lúgubre del mercado videográfico, como "The Boneyard" que posee cierto culto (sobre niños zombie y caniches mutantes), "Dark: 30" (ni puta idea) o "Harbinger" (ni puta idea).
En cuanto a la saga “Slumber Party Massacre”, conoció una tercera entrega justo cuando el “slasher” renacía de la mano de “Scream” (¡¡que casualidad!!), dirigida y escrita por otro par de chatis, encabezonadas en mantener el rollo feminista (aquí el asesino del taladro es impotente) y que retomaba el tema realista, sin sueños ni polladas (las modas mandan, amigo). Curiosamente tiene “buena prensa” y por lo visto es bastante generosa en cuanto a sanguinolencias, pero debería verlo para creerlo. Se comenta la existencia de una cuarta parte titulada “Cheerleader Massacre”, firmada por el temible Jim Wynorski, pero los expertos niegan que tal costrosa cosilla pertenezca a la franquicia. Expertos que decidieron formar piña y crear un absurdo culto hacia “Slumber Party Massacre”, sus secuelas, sus spin-offs y sus loquecojonessea. Tremendo.
Cuando decidí revisar "Slumber Party Massacre 2" llevaba varias noches dedicadas al visionado de películas prestigiosas (justificado especialmente en el caso de la muy notoria "12 años de esclavitud") y el cuerpo me pedía mierda. Pero de la güena.
No hace falta decir que la elección resultó ser mano de Santo.
Vi "Slumber Party Massacre 2" (1987) cuando llegó cual novedoso producto a nuesos video-prostíbulos cortesía de "Lax Vídeo" (gracias Enorm!). Me encantó, sobre todo por cierta secuencia de la que aluego hablaremos más extensamente. De hecho, me copié la puta peli. Con los años terminó ripeada en un dvd-r, que es el que revisé la otra noche, convencido de que mis impresiones iban a descender un porrón de peldaños.
Algo que no deja de sorprenderme es que aterrizara en nuestras fronteras con el título original intacto, más si tenemos en cuenta que, entonces -y aún ahora-, la primera no se había estrenado por aquí. Pero, ciertamente, ¿a quién cojones podía importarle?, en la época en la que los video-clubs dominaban la tierra, poco le preocupaban esos detalles al consumidor medio (y ahora, aún le preocuparían menos). De dicha entrega precedente ya hablé trágica y extensamente en su momento, así que nos ahorraremos esa parte.
La hermana de la única superviviente de la slumber party anterior va a cumplir años, así que montan otra. Poco a poco comenzará a tener pesadillas y visiones espeluznantes en las que el asesino del taladro la acosa. Finalmente, todo devendrá aterradora realidad cuando este se presente en la fiesta y monte la consiguiente escabechina. Como ven, un dechado de creatividad esplendorosa.
Para complementar el expolio del universo Elm Street, y aparcando el aspecto del asesino protagonista, podemos destacar sendas ideas y conceptos, por ejemplo las pesadillas, que se alternan de modo muy tonto y arbitrario con la realidad. Ahora duermo y me despierto gritando, ahora digo "Buenos días", salgo por la puerta y cortamos a mi otra vez durmiendo, etc, etc. Igual la intención de los filmmakers fuese inquietarnos, crearnos zozobra ante la duda de qué pertenecía al mundo de los sueños y qué a nuestro aburrido universo. Pero no lo consiguieron, logrando únicamente confundirnos y dar llamativas muestras de su incapacidad. Otros detalles bien deudores del amigo "Krueger" son las alucinaciones macabras, destacando esa en la que un pollo despellejado cobra vida y ataca a la chavala prota o, mejor aún, la famosa/infame secuencia en la que una de sus amigas luce un grano enorme en la faz que, al estallar, le echa litros de pus directos a la boca. De órdago. Incluso tenemos una escena en la que la protagonista se queda sobada mientras se da un jabonoso baño. Aquí no sale ninguna mano del agua, pero sí mucha pintura roja.
Ya sea por sus propios indudables conocimientos, o porque han leído a fondo mi respectiva reseña, sabrán que tras "Slumber Party Massacre 1" había toda una ridícula historia de feminismo panfletario, cosa por la cual Roger Corman contrató a un director con vagina (y que adaptaba el guión de un escritor con vagina). Bien, digamos que ahora la tontería vuelve a repetirse... aunque con matices. Vamos, que el rollo feminista creo que, en esta ocasión, es parte del entramado "exploitation" del business, que está ahí porque los posibles fans lo esperan. Digo yo. El caso es que también es una jaca la que se encarga de dirigir "Slumber 2", cuya trama puede entenderse como una metáfora del miedo al sexo. Nuestra protagonista es una virgen locamente enamorada de un jugador de futbol americano todo cachas, guapo y encantador. Cada vez que sueña con él y sus músculos, el asesino del taladro le interrumpe la polución nocturna para decirle que quiere hacerle el amor. Llegado su momento, este se convierte en algo físico y real justo cuando la niña se dispone a perder su himen y mutarse en mujer. Por lo visto la idea inicial era que el actor que daba vida al guaperas encarnara también al asesino, por aquello de -según palabras de la directora- "Mostrar dos caras de la misma moneda", y aunque finalmente la cosa no se materializó, algo quedó como bien prueba el "susto final" que no desvelaré por si alguno de ustedes tiene intención de verla. Curioso, sí, pero no deja de ser una enorme chorrada propia de mentes estrechas y almidonadas.
Pesadillas e hímenes a un lado, hay otra cosa que tiene una presencia constante en la película, y es la música. El rock. Supongo que impuesto ahí por maese Corman como parte del reclamo hacia la platea juvenil. El caso es que la prota toca en un poco verosímil conjunto de pop-rock. Y la excusa para liar la party es ensayar. De este modo, nos trufan la banda sonora de cancioncillas y hasta se marcan una especie de secuencia video-clipera en la que las girls bailotean al son de la canción de una película que echan por la tele, la excusa perfecta para que Corman pueda reciclar algo de su extensa filmoteca, en este caso "Rock and roll high school", célebre comedia estudiantil a mayor gloria de los "Ramones" (vilmente sustituidos por algo con unos royalties más asequibles, claro). A todo esto hay que sumar, como decía arriba, que el propio asesino le da al rockanró y de hecho -¡ahora sí!- hasta interpreta su propia canción. Lo han adivinado, amigos, este es el “magic moment” que me encandiló de chaval. Justo cuando se dispone a cazar a las chavalillas, aparecen unas luces de colores y el "driller killer" nos regala toda una actuación mientras canturrea una simpática tonadilla muy apropiadamente titulada "Let´s Buzz". Si "Slumber Party Massacre 2" merece ser recordada por algo, es por este material (que, seguro, localizan en youtube sin problemas). Y no acaba aquí la cosa, hasta la llegada del "The End" todavía nos comeremos más canciones, algunas de ellas en formato rockabilly y bien majas. Las hay que incluso suenan como acompañamiento de acosos y crímenes, nada menos. Sobra decir que, en el proceso, y acorde a la filosofía "Freddy", nuestro simpático asesino nos dedica unas cuantas miraditas, incluso nos habla directamente como parte del cachondeito.
¿Y qué más les puedo decir?, bueno, pues que la "muerte" del "driller killer" es una auténtica chufla. Que hay una coñeta final en los créditos, justo cuando dan la brasa con lo del copyright. Que los personajes lucen apellidos míticos ligados al cine de terror (sin ir más lejos, dos policías que aparecen se hacen llamar "Krueger" y "Voorhees", ¿alguien da más?). Y que el pifostio casi no alcanza los 80 minutos (¡¡fascinante!!).
En cuanto a recursos humanos, merece la pena que le echemos un ojo al reparto y demás.
Crystal Bernard interpreta a la angelical protagonista y a lo largo de su carrera no ha hecho gran cosa más (mucha televisión), salvo por una puta marcianada, "Welcome to paradise", un dramón de contenido abiertamente cristiano que no sería digno de mencionar si no fuese por su director y co-guionista, Brent Huff, "action hero" de serie Z en cuyo curriculum uno encuentra los directores y títulos más asombrosos, destacando entre ellos Bruno Mattei (para quien protagonizó "Serpiente Sam, nacido para luchar" o "Cop Game"), Fred Olen Ray (en "El poder de las armas") o Worth Keeter (en "Scorpio One"). También compartió protagonismo con Sho Kosugi en "Las nueve muertes de ninja", nada menos. Y como director posee varios films, destacando, además del citado, uno titulado "Mercenarios de élite", con protagonismo de Robert Davi y Roddy Piper y que se presentaba como todo un precedente de –lo han adivinado- "Los mercenarios/The expendables". ¡Qué pazote!.
Kimberly McArthur sobresale por sexy tanto como esos generosos pechotes que oculta tras un biquini y que, desgraciadamente, no nos muestra. Pero que no cunda el pánico, la chavala venía de la factoría "Playboy", donde se dejó fotografiar y filmar en pelota picada un porrón de veces (y, créeme, merece la pena que busques en Google). Volvería a hacerlo en películas de categoría como "Los locos del bisturí" (tremendo despliegue de glándulas mamarias), "Quien tiene una suegra tiene un tesoro" o "Malibu Express" del inevitable Andy Sidaris (el Russ Meyer del cine de acción de serie Z). Según Imdb, cuando firmó el contrato para actuar en "Slumber Party Massacre 2", impuso una condición: que no se desnudaría. Resulta fácil deducir que, pa entonces, la pobre estaría ya hasta el coño de enseñar las tetas. No se lo tenemos en cuenta.
Tampoco son mancas Juliette Cummins y Heidi Kozak. De la primera ya hablé cuando la reseña de "Viernes 13, 5ª parte", allí era la hermosa pelirroja de tetillas escuetas, las mismas que también muestra en "Slumber 2" (y que se erige como el único top-less de toda la puta peli), volveríamos a verla en otra secuela horrorífica de renombre, "Psicosis III". A la segunda también podemos localizarla en un "Viernes 13", el séptimo, además de otras cosillas como "Society" (la de Brian Yuzna). Dos chicas con "pedigree".
La directora, Deborah Brock, tiene un currículo bastante curioso. Todavía dentro de parámetros Cormanianos, se encargó de llevar las riendas de un producto infantil, "Las aventuras de Andy Colby", y de la tardía secuela de, nada menos, "Rock and roll high school", titulada "Rock and roll high school forever" y con protagonismo de Corey Feldman, de cuando vivía obsesionado con ser Michael Jackson. En funciones productiles la Brock ha puesto su contundente apellido a títulos tan curiosos como "Cariño, he agrandado al niño", "Frío como el acero. Buscando venganza" (secuela de aquella, protagonizadas ambas por el olvidado Brian Bosworth) y, esta sí es rara, la tragicomedia indie a mayor gloria de Vincent Gallo (que pa algo es prota, dire y co-guionista) "Buffalo '66".
Los resultones efectos de maquillaje (no hay mucha truculencia, solo unas ajustadas dosis) corren a cargo del ya fallecido James Cummins (sin aparente vinculación familiar con Juliette Cummins) de lustrosísima trayectoria, repleta de títulos bien reconocibles como "Extraños invasores", "Cosmos mortal" (aquella chunguez producida por Carlos Aured), "House, una casa alucinante", "Profundidad seis" e incluso anduvo por "El exterminador", "La cosa" y "Muertos y enterrados". También dirigió (y guionizó) sus propias películas, todas ellas destinadas al rincón más lúgubre del mercado videográfico, como "The Boneyard" que posee cierto culto (sobre niños zombie y caniches mutantes), "Dark: 30" (ni puta idea) o "Harbinger" (ni puta idea).
En cuanto a la saga “Slumber Party Massacre”, conoció una tercera entrega justo cuando el “slasher” renacía de la mano de “Scream” (¡¡que casualidad!!), dirigida y escrita por otro par de chatis, encabezonadas en mantener el rollo feminista (aquí el asesino del taladro es impotente) y que retomaba el tema realista, sin sueños ni polladas (las modas mandan, amigo). Curiosamente tiene “buena prensa” y por lo visto es bastante generosa en cuanto a sanguinolencias, pero debería verlo para creerlo. Se comenta la existencia de una cuarta parte titulada “Cheerleader Massacre”, firmada por el temible Jim Wynorski, pero los expertos niegan que tal costrosa cosilla pertenezca a la franquicia. Expertos que decidieron formar piña y crear un absurdo culto hacia “Slumber Party Massacre”, sus secuelas, sus spin-offs y sus loquecojonessea. Tremendo.
Cuando decidí revisar "Slumber Party Massacre 2" llevaba varias noches dedicadas al visionado de películas prestigiosas (justificado especialmente en el caso de la muy notoria "12 años de esclavitud") y el cuerpo me pedía mierda. Pero de la güena.
No hace falta decir que la elección resultó ser mano de Santo.
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