"Sepultado Vivo" me enseñó una lección muy importante: No por ser un telefilm, necesariamente ha de ser una peste. Ahora es algo que, con todas estas frías e insípidas series de moda ya se tiene más asumido, pero en 1990 un largometraje de terror destinado a la caja tonta era sinónimo de mierda. Salvo, como digo, el caso que nos ocupa.
Una mujer infiel y su amante aúnan esfuerzos para matar al marido de ella, un tio la mar de majo que, en su inocencia, está perdidamente enamorado de su esposa. El mozo es envenenado con una sustancia extraída de un exótico pez, pero un error de cálculo hace que, cuando ya ha sido dado por muerto y enterrado, salga del profundo coma en el que está y logre escapar de su encierro para acometer una ingeniosa venganza.
La trama suena clásica, y lo es, pero el modo en que se desarrolla es lo que hace de "Sepultado Vivo" un producto tan infalible. La venganza, que no desvelaré aquí, tiene algo que ver con la maña en cuestiones artesanales de su perpetrador, y de verdad que está muy bien. Dirige con pulso, sobriedad y solvencia Frank Darabont, justo cuatro años antes de lograr el reconocimiento con la fabulosa "Cadena Perpetua". El reparto, magnífico, lo componen nada menos que Tim Matheson (prota de "Desmadre a la americana" y "Los albóndigas en remojo"), la reputada Jennifer Jason Leigh, William Atherton (el periodista irritante de las dos primeras "Jungla de cristal") y Hoyt Axton (el padre de Billy en "Gremlins"), todos encajan perfectamente en sus respectivos personajes.
Haciendo gala de mucho ritmo, nada de sangre, mogollón de suspense y resoluciones ingeniosas, "Sepultado Vivo" es una peliculita muy muy entretenida y una de mis favoritas, apartado "telefilms". Curiosamente, pasados siete años Tim Matheson retomó su papel y se puso tras la cámara como director de una segunda parte (también telefílmica) que, dicen, es un mal remake de la primera. No tengo prisa en verla.
Os dejo el chulísimo cartel original, ya que el de aquí es -cómo no- extremadamente soso.