Vi el primer "Pesadilla en Elm Street" cuando salió editado en vídeo. Nos sentamos mi hermana, una amiga suya , mi hermano mayor y yo en el sofa y le dimos al "play". Me cagué de miedo. La segunda no llamó mi atención y con la tercera fui al cine. De ahí en adelante, las vería todas en la pantalla grande (incluída la de 3D, claro). Lo curioso de la que hacía tres fue que la consumí en dos ocasiones. La segunda durante la primera Maratón de Cotxeres de Sants a la que asistí!. Que hermoso recuerdo.
Con todo esto quiero decir que el yo "aficionado al cine de terror" creció con Freddy Krueger. ¡Cojones!, si incluso en 1989 pillé a Robert Englund andando por Sitges y le pedí un autógrafo. "Sleep Killz!" escribió encima de su firma el actor. ¿Que si era fan de Krueger?... no, fan no, pero sí es cierto que al principio no le odiaba tanto como lo terminaría odiando luego.
¿Y qué causó ese cambio de perspectiva?, sin duda las consiguientes secuelas de "Pesadilla en Elm Street", especialmente la quinta. Salí del cine maldiciendo los huesos de su director y la madre que lo parió. También contribuyó a ello, y mucho, que el personaje se convirtiera en un monigote mediático, un cómico, un monstruo que ya no daba miedo, anunciaba "Pepsi" y rapeaba. Una puta de los medios. Detestaba que Freddy fuera un tio enrollado y por eso mi simpatía se fue evaporando y Jason Voorhees, con el que compartía amores, se acabó ganando mi absoluta atención y afecto (a fin de cuentas es un pobre freak -de verdad- que no hace más que vengarse de los guaperas idiotas que le ignoraron. ¿Qué es Freddy?, un jodido pederasta!). El último motivo por el que Krueger no me cae bien es por su condición de icono para una generación muy específica. Generación a la que aborrezco.
No falla, todos los -auto-denominados- fans del cine fantástico y de terror de una generación posterior a la mía son los que tienen a Krueger en un pedestal, los que le votan cuando se hacen listas de "tu monstruo favorito", esos mismos que confunden la gimnasia con la magnesia y dicen adorar el terror cuando lo que ellos adoran son las comedias de terror. No les pongas horror serio y traumático porque lo despreciarán.
El remake de "Pesadilla en Elm Street" ya me cayó en gracia desde un principio porque osaba pasarse por el forro las características intocables de la saga original y ofender a los fans acérrimos del de las uñas. Todos comenzaron a llorar porque no habían contado con Robert Englund para el rol del monstruo, y muchos siguen echando pestes de la peli, una vez vista, porque, sí amigos, tiene muy poco de divertida. Y eso, yo lo aplaudo (a parte, ya metí en su momento la chapa al respecto, quien quiera leerlo, que le de a ESTO).
Vi ayer noche el nuevo "Pesadilla en Elm Street" y, sin que me hiciera vibrar, reconozco que me sorprendió. Me sorprendió su seriedad. Me sorprendió su sobriedad. Me sorprendió que no se abuse de efectos especiales (como en la peli madre, no olvidemos que las secuelas eran auténticos festivales gratuitos de látex), incluso que no abuse de gore a falta de nada mejor que ofrecer. Y, obvio, lo que más me sorprendió y moló fue volver a ver un Freddy Krueger malo, malísimo, un auténtico hijo de puta antipático y despiadado. ¡Por fin!. A este Krueger no lo veréis anunciando refrescos ni haciendo el paria, es demasiado desagradable. Bravo por Jackie Earle Haley y su aportación. Ha nacido un nuevo Freddy, no es un payaso, no es una puta, no es enrollado... y mola mil.
¿Que si la nueva "Pesadilla en Elm Street" es mejor que la de Wes Craven?, no, mejor no, pero se permite el gusto de, siendo un remake, no repetir plano por plano lo que vimos en el film de origen. Partiendo de los mismos ingredientes, cocina su propio plato.
AQUÍ pueden leer la acertada reseña que mi compadre Víctor hizo de la peli en su momento.