Jeffrey Obrow y Stephen Carpenter, por entonces futuros directores de la simpática "Trans-gen, los genes de la muerte" (y de unas cuantas ñordas más), debutaron en esto del séptimo arte, junto a la actriz Daphne Zuniga (hoy encadenada a telefilms, pero que llegó a brillar un poco durante un tiempo. Algunos la recordaréis en otro "slasher", "La Iniciación" y, sobre todo, como la princesa Vespa de "Spaceballs"), con "La mansión ensangrentada", o "The dorm that dripped blood" (o "Pranks") el primigenio año del señor 1981 (aunque hay quien dice 1982). Vamos, en pleno nacimiento del cine de acuchillamientos. En eso fueron chicos listos y aplicados. Lástima que, en el resto, no.
Según dicen por ahí, "La mansión ensangrentada" era un proyecto parido por estudiantes de una escuela de cine que lo rodaban únicamente en fines de semana. La cosa creció hasta convertirse en un largo con todas las de la ley, estrenarse y generar cierto eco en los anales de la historia del cine fantástico (aunque únicamente sea porque entró a formar parte de la famosa lista de los "Video Nasties"). Eso explica muchas cositas.
El argumento es más escueto que una baguette. Un grupo de universitarios se pasan el finde vaciando una vieja mansión lista para derribar. Inexplicablemente rula por ahí un asesino que se los irá cargando one by one... hasta que se enfrente a la "final girl" y todo termine del modo más tontuno posible. Los asesinatos... que son el fuerte de este tipo de pelis, pues hombre, tienen su gracia, algunos incluso son un poquito truculentos, pero nada que nos haga vibrar. Del montón. Las tetas, pues solo hay un par, poco llamativas y su exhibición es puro efecto gratuito... que no me parece mal, pero que se nota un huevo que Obrow y Carpenter buscaron por ahí alguna amiguita liberal que no tuviera reparos en enseñar cacho, pero poco rato y rápido. Su personaje, básicamente, está puesto ahí para eso, y luego ¡fuera!.
En lo que sí destaca "La mansión ensangrentada" es en lo aburrrrrrrrrrrrrrrida que resulta. No llega a los extremos de la insoportable "Sábado 14", pero se le acerca peligrosamente. A los cinco minutos de peli ya te aburres. Y no dejas de aburrirte hasta que termina. Es dolorosamente lenta y escandalosamente austera. Vacía. La nada absoluta. Se nota que el presupuesto estaba por debajo de lo que consideramos escaso.
Lo curioso es que comencé a verla con sueño, no me dormí, tampoco eché mano del "fast forward" y cuando llegué de una pieza al final, seguía teniendo sueño. ¿Inexplicable?. Seguramente me pudo mi amor por el subgénero en su vertiente más primigenia, y ese look tan ochentoso que se gasta toda ella. Así que, si no reúnes esas características, sáltatela. Y si las reúnes, quedamos un día y vamos juntos al psiquiatra.