“El Consenso”, película 100% destape rodada a toda prisa por
Javier Aguirre, resulta un extraño revulsivo para la otra gran corriente
pajillera de la época, el cine “S”. De
hecho, “El Consenso” se sirve de la existencia de esa nueva clasificación para
hacer algún que otro chascarrillo, algún que otro chiste. Sin embargo, al final
la película es una cosa de lo más vulgar y primitiva que, aún haciéndome cierta
gracia, su existencia justifica el trato peyorativo que las películas de
destape tuvieron por el nuevo cine bienpensante a posteriori, lo que, como
muestra de ello, este estatus le concede un valor añadido.
Cuenta la historia de unas prostitutas que quieren tener
mayor presencia en su región. Sin embargo, un grupo de señoras beatas hará
todo lo posible para erradicar la prostitución de la zona. Una de estas beatas
es la novia del farmacéutico y no mantiene relaciones con él hasta que se
casen, por lo que este está salido como un mono. Las putas, aprovecharán esta
situación para obligar al farmacéutico a tener sexo con ellas. Tras pegarse el
festival, el farmacéutico se vuelve el principal benefactor de las prostitutas.
Como ya he dicho, la cosa tiene cierta gracia, pero
conociendo los modus operandi de Aguirre, a él esta película no le hacía ni
puñetera gracia, por lo cual la descuidó en exceso.
Sin embargo es una película un tanto ignota que viene bien
descubrir (o redescubrir) sobretodo para dejar claro que las películas de
Pajares y Esteso, adscritas al destape, son un alarde de sutilidad y buen gusto,
comparadas con otras como esta (y tantísimas
otras) que apelan bastante más a lo chabacano y los bajos instintos. Con todo,
igualmente interesante.
Sobretodo, el principal valor de la cinta reside en poder ver a Ricardo Merino como protagonista,
cambiando de registro según le conviene al personaje —saltando de farmacéutico
virgen a chulo de putas de escena a escena, sin inmutarse— . Por otro lado,
también es siempre un placer para los
sentidos poder ver a Azucena Hernández, que interpreta a la criada de la beata
novia del farmacéutico, gracias a la cual, la beata, interpretada por Helga
Line, dejará de serlo tanto, y que, como en la mayoría de las películas en las
que intervino Hernández, vemos como Dios la trajo al mundo. Aunque yo siempre
he defendido que tras el San Benito que tiene colgado por el tema este del
destape, en Azucena Hernández siempre encontré una simpática, pizpireta y
cómica actriz.
También tenemos a Antonio Garisa, ya entrado en la tercera
edad, dando vida a un obispo que frecuenta y defiende los burdeles, mientras
que en un tercer plano tenemos la intervención, muy secundaria, de Eloy Arenas
y Manolo Cal, cuando eran el dúo cómico Arenas y Cal.
Curiosa, sin más.