Ninguna razón de ser tenía, en los albores de los 90 una
secuela de “El lago azul”. Y menos una película tan mediocre como esta, tan
falta de imaginación, que aún comenzando dónde acababa su predecesora, se toma
la licencia de cambiarle el final a aquella tomando al espectador por lelo.
Así, (spoiler) A pesar de que en “El lago azul” papá Atkins, mamá Shields y el
bebito de ambos toman unas vayas venenosas que les harán pasar a mejor vida (o
puede que solo duerman) a bordo de una barquita a la vez que son descubiertos
por el barco dónde viaja el padre de él, aquí, el barco que les encuentra es
otro, los pasajeros también son otros, y el bebito, logra sobrevivir (fin del
spoiler).
La excusa para que este sinsentido que es “Regreso al lago
azul” cobre forma es que el barco que rescata al bebé va infectado de cólera,
por lo que pondrán a este, junto con una joven madre y su hija, también bebé,
en un bote que les llevará a la isla de dónde viene el pequeñín. A partir de
ahí, se repiten todos y cada uno de las situaciones míticas de la primera parte,
repitiendo escenas —descenso por el tobogán natural incluido— en una especie de
secuela/pseudo-remake que causa vergüenza ajena. Para darle sal, sobre el final
de la cinta, llega un barco a la isla con los que la nueva parejita tendrá
algún que otro problema.
Todo esto pasado por la turmix noventera, esto es, todo el
morbo sexual adolescente de la primera desaparece, ellos ya no van desnudos y, por supuesto, nada de falos al aire cortando
el viento o meciéndose en el agua como aleta de tiburón.
Un desastre de proporciones épicas en la que debe ser una de
las secuelas menos afortunadas de la historia del cine. Amén de los cardaditos
a lo Bon Jovi, bien peinadito con secador que se gasta el prota, el amigo Brian
Krause, o las cejas depiladas y los kilos de maquillaje que me lleva una
jovencísima Milla Jovovic.
Por otro lado, además de críticas espantosas, fue un fracaso
de taquilla en todo el mundo que costó 11 millones de dólares y no llegó a
recaudar ni tan siquiera 3, fue nominada a una ristra de Razzies y Milla
Jovovic, que tenía 15 años cuando la rodó,
dice que es la peor película en la que ha intervenido en su vida.
Asimismo, y como todo fiasco tornado comedia involuntaria, los fans rinden
culto a tamaña mierda en los Estados
Unidos, aunque en esta ocasión el número de fans sea, más bien, minoritario.
Dirigió el bodrio un artesano de la televisión, William A.
Graham, que hizo un paréntesis en su medio para irse a las islas Fiji a rodar
esta piece of shit.
Tan mala, pero tan mala, tan mala, tan mala, que ni tan
siquiera se la recuerda.