No se trata de la enésima adaptación picantona del cuento de
“Blancanieves y los siete enanitos”. Más bien estaríamos ante una
deconstrucción del cuento en clave de
comedia de enredo, en lo que sería una buena muestra de ese subgénero mexicano
conocido como “cine de ficheras”. Y su protagonista, asimismo, sería la "reina de las ficheras” en tanto que protagonizó un buen número de películas
de este palo. Se trata de Shasha Montenegro, actriz yugoslavo-mexicana (bautizada Alexandra Aćimović Popović) cuya familia fue aniquilada en un campo de exterminio nazi, siendo ella tan solo un bebé. Con pocos años, huyó hacia Argentina. Allí dio sus primeros pasos como artista, hasta
que en los años 70 se muda definitivamente a México donde tendría una exitosa carrera como vedette y
actriz de este tipo de productos.
“Blanca Nieves y... sus 7 amantes” tiene también la gracia de
estar dirigida por Ismael Rodríguez, uno
de los directores más prestigiosos de México, que llegó a hacer cine internacional
y a tener a sus órdenes a
actores de la talla de Toshiro Mifune. “Blanca Nieves y sus 7 amantes"
supondría en su carrera lo que “Lío en Río” en la de Stanley
Donen, un cambio de registro hacia el cine popular del que saldrían ambos
airosos, a pesar de las malas críticas que puedan acarrear tratándose de cine de tetas y culos.
Además, el resto del reparto lo completarían rostros conocidos en lo suyo como los míticos Noé Muyarama (“El
violador infernal”), “El Güero” Castro o Carlos Riquelme, lo que convierte a
esta cinta en una rara avis dentro de las ficheras, porque además es
ligeramente superior al resto de las de su especie.
Siete peligrosos asesinos se escapan de prisión yendo a
parar a una isla desierta donde quedarán atrapados. Enterado el gobierno, les enviará una
exuberante agente especial en lo que llamarán “Operación Blanca
Nieves”. Su misión: exterminarlos. Claro, cuando llega
a la isla, se encuentra con siete asesinos en potencia salidos, cuyo único afán
consiste en follársela por todos los orificios disponibles, así que, muy pizpireta, se las
ingeniará para ralentizar la libido depredadora de los siete individuos y
propiciar que se maten los unos a los otros a cambio de falsas promesas de
sexo, y así completar su misión.
Un verdadero divertimento que, transcurriendo en una única
localización, la isla desierta, guarda una deuda importante con el vodevil
clásico, amén de llevar consigo una trama de enredo solvente que, en cuanto se
lía la madeja, de manera natural y sin ningún esfuerzo, se irá resolviendo
conforme avanza la trama, dejando por el camino unas más que agradables risas.
La incorrección política de toda la película, así como los graciosísimos
chistes que se van sucediendo en los diálogos, más su dosis —muy comedidas, eso
sí— de tetas y culos, hacen que “Blanca Nieves y... sus 7 amantes” bien merezca un
visionado. Hay momentos de carcajada limpia.
Se llegó a estrenar en salas españolas, en
tiempos en que las películas de chotas y pompas tenían su espacio en salas
habilitadas para las cintas que llevaran la clasificación “S” (caso de esta) y
la vieron unos 14.000 espectadores, que ya está bien
para una película de estreno marginal. Eso sí, por mucha “S” que le plantaran,
“Blanca Nieves y... sus 7 amantes” se sustenta mucho más en el humor y la comedia
que en el erotismo, por lo que para los amantes de las pajas pudo resultar harto decepcionante.
Lo mejor es, como en mi caso, enfrentarse al visionado sin
tener muy claro qué es lo que vamos a ver.
Muy divertida y dinámica.