lunes, 15 de abril de 2019

SALSA

Otra consecuencia “made in Cannon” del éxito de “Breakdance” y anterior a la guerra de Lambadas de los primeros años de la década de los 90. Golan y Globus, en sus años de decadencia, seguían emperrados en hacer películas de bajo presupuesto cuyo gancho comercial fueran los ritmos urbanos de los barrios. Por eso era inevitable que se sacaran de la manga una película protagonizada íntegramente por latinos y para un público latino instalado en los USA. Y se cascan un film como este, “Salsa”, que se encarga de seguir los patrones establecidos cuatro años antes por “Breakdance” solo que multiplicando por diez las dosis de romanticismo y mostrándonos una música atemporal pero de corte clásico como es la Salsa, como si esta fuera una nueva tendencia callejera. Y sí, pero en realidad, no.
Entonces, se nos presenta a lo que los Go-Go Boys consideraban una futura estrella emergente, al puertorriqueño Bobby Rosa, que con esas pintas de latin lover ochentero a lo Gerardo Mejía  y esa manera de sobre actuar (que le valió un razzie como peor nueva estrella), se prodiga como uno de los actores más repugnantes vistos jamás en una película. Verle susurrar en español a un coche al que acaba de reparar, mientras se pega unos bailes de lo más estúpidos, además de esa melena rizada, da verdadera grima. Y por supuesto, el personaje se llama Rico.
Rico, mecánico de profesión, por las noches baila Salsa en la discoteca, género musical este en el que está hecho un verdadero as, cuando para presentarse a un concurso que le puede llevar a su Puerto rico natal dónde triunfará bailando, decide dejar a su novia para emparejarse artísticamente con “La Reina de la Salsa”, una vieja gloria del baile que pretende revivir sus tiempos de éxito bailando junto a Rico. Mientras tanto, los conflictos amorosos se suceden, a Rico le da tiempo a tontear con alguna chica menor de edad y a partirle la cara a su mejor amigo por echarle en cara que se enamore de esta, que es su hermana pequeña.
Como la trama es tan endeble y para justificar el contenido musical de la cinta, engordan el metraje con las actuaciones de Celia Cruz, Tito Puente y otros tantos artistas populares latinos, amén de que los numeritos de baile se antojan eternos. Insulsa a más no poder, quizás, la peor de las películas de ritmos urbanos de la Cannon. Por supuesto, el humor involuntario está a la orden del día igual que la vergüenza ajena que nos proporciona en cada plano en el que hace acto de presencia el tal Bobby Rosa. Rosa, era uno de los miembros del grupo infantil Menudo, una especie de Parchís latino que se hicieron mega-famosos en todo el mundo. La Cannon se aprovechó su facha y su baile para dar vida al protagonista de esta película. Rosa, que venía de hacer una serie de televisión, debutaría en esta cinta con muy mala fortuna, después haría un film de procedencia alemana para nunca más volver a ponerse delante de una cámara. Eso sí, se gana la vida en el mundo de la música, trabajando en el estudio en calidad de compositor.
Es malísima, por lo que queda claro que el tándem clásico de Cannon que se ocupó de la película, Boaz Davidson a la dirección y co-escribiendo el guión junto a Eli Tavor, lo hicieron con el piloto automático puesto. Chas, chas, numerito musical, chas, chas, actuación de grupo musical y chas, chas, confuso y extraño final que a nadie convence ni interesa.
En nuestro país la vieron unos escasos 126.000 espectadores, que para el tipo de película que es y el tipo de público a la que va destinado, no creo que sea un mal número.