Probablemente estemos ante la mejor película Muppet de la
factoría Jim Henson, la segunda de la franquicia “Barrio Sésamo” tras “Sesame
Street: Follow that Bird” —que no está nada claro si llegó a estrenarse en
España o no— y una película infantil absolutamente eficaz y entrañable, que sin
embargo en el momento de su estreno en los EUA, apenas llegó a recuperar la
mitad de su coste de producción, suponiendo un batacazo de dimensiones
catastróficas. Y es una pena porque “Elmo en el país de los Gruñones” evoca al
gran cine de Jim Henson y está más cercana de una aventura fantástica en la
línea de “Dentro del laberinto” que de una película al uso con marionetas. Eso
por un lado. Por otro, se trata de una película cuyo target de edad se
encuentra entre los 2 y 6 años y, centrada en ese público y en nadie más que
ese público, la película es una experiencia
interactiva deliciosa (porque los personajes piden la colaboración de
los posibles niños que vayan a verla, rompiendo la cuarta pared) cuya principal
premisa es la de educar a esos niños caprichosos que todo lo que tocan lo
convierten en algo suyo, para que compartan y no sean tan egoístas. Si la
película cumple o no con su objetivo, lo desconozco, pero la intentona es buena
y el resultado una delicia.
Así, cuando el pequeño monstruito Elmo pierde su mantita,
acaba entrando en una especie de túnel multidimensional que le llevará al país
de los Gruñones, dónde emprenderá la búsqueda de su querida manta sorteando
toda suerte de peligros de camino al castillo de Huxley, un adulto caprichoso
—y deudor de Willy Wonka— que le roba la manta a Elmo antes sus propios ojos.
Mientras, una sucesión de bonitos números musicales y la presencia de nuestros
personajes favoritos de “Barrio Sésamo”.
Una película de aventuras para niños muy pequeños, que
juguetea con ciertos toques de crueldad y terror, motivo este por el que merece
una mención especial la presencia en el film de los mismísimos Epi y Blas. Cada
vez que a Elmo le sucede alguna desgracia o algo terrorífico (para niños, no lo
olviden) estos interrumpen la narración para
explicar a los niños que pudiera haber en la sala de cine, que no pasa
nada, que todo saldrá bien, y que Elmo pronto sabrá salir de esa situación.
Toda esta interactividad, más televisiva que cinematográfica, convierten a
“Elmo en el país de los Gruñones” en una película extraña y atípica, además de
ser una orgía de diversión para los niños.
El caso es que, con la tontería, yo creo que como adulto resabiado
que soy, he disfrutado más con esta película tan bonica que cualquier niño que
se ponga ante ella, quizás porque ese tipo de cine es más propio para los que
fuimos niños en mi generación, que para los de la actual (o los del año en que
se estrenó esta película, 1999).
Por otra parte, el film si consiguió acaparar la atención de
la crítica y, cuajadaza de preciosas canciones (la que abre la película e
interpretada por el propio Elmo es sensacional), su banda sonora original se
hizo con el premio Grammy al mejor álbum infantil en 1999. Y Vanesa Williams,
entonces en boga, no solo interpreta una de las canciones, sino que da vida a
la Reina de la basura.
Sin cameos de actores populares reseñables (por lo visto en
la anterior película de “Barrio Sésamo” aparecían John Candy y Chevy Chase, por
ejemplo) y sin más aspavientos que un montón de muñecos de felpa y un guion muy
inspirado, yo creo que “Elmo en el país de los Gruñones” es una de las
películas infantiles más infravaloradas del pasado siglo. Y es una pena porque
está francamente bien.
Dirige estupendamente Gary Halvorson, que con mucha televisión
a sus espaldas, firmaría su única película para cine.
En España, que se estrenó más o menos decentemente, llevó a
las salas a casi 30.000 espectadores, lo que dadas las circunstancias, y
teniendo en cuenta que Elmo no es uno de los personajes de Barrio Sésamo más
populares en nuestro país, está muy, pero que muy bien.