No contenta la pandilla con el devenir de los
acontecimientos, decidirán, por su cuenta y riesgo, recuperar al bebé por todos
los medios.
Al igual que “Adiós, cigüeña, adiós” el final de “El niño es
nuestro” no queda del todo cerrado, quizás, con la idea ya preconcebida de
continuar haciendo películas con estos personajes. Sin embargo, y aunque la
película metió en las salas un millón setecientos mil espectadores, la cosa ya
no era como en el primer título, que metió casi cuatro, y ya no se rodó una
tercera parte.
El principal problema de “El niño es nuestro” es que es
reiterativa con respecto a la anterior y se alarga una situación que ya no da
más de sí, por lo que se nos plantean unos hechos durante el primer tercio de
la película, para luego alargar el chicle hasta el máximo durante más de la
mitad del film. Está entretenida, es divertida —a día de hoy completamente
antigua y desfasada— pero es ligeramente inferior a su predecesora.
Por supuesto, el trabajo de los niños actores es el
principal soporte de la película, y Currito Summers, sabedor su tío Manolo del
gancho que tenía con el público, acapara los mejores momentos, los mejores
chistes, e incluso se le hace protagonizar una subtrama en la que el muy
granujilla se enamora de una niña dentona y con coletas.
Se deja ver, pero queda claro que es un trabajo que Summers
realizó por explotar el filón de su anterior película. La historia que quería
contar, ya estaba contada.
Me quedo con sus películas más morbosas y sensacionalistas,
como por ejemplo “Charlie and the hooker”, es decir, “El primer pecado”.
Para completistas.