lunes, 30 de diciembre de 2019

LOS OBSEXOS

Muchas veces achaco el gusto por un tipo de productos que ya huelen a rancio a la nostalgia, a redisfrutar de aquello que tanto me gustaba cuando era mozo. Pero va a ser que no, va a ser que es que traigo el gusto estropeado de serie. Y es que de la etapa de producciones destinadas al mercado del vídeo de mi admirado Mariano Ozores, yo creía ya haber visto todo, pero resulta que no, que esta “Los Obsexos”, por los motivos que fueran, no la había visto nunca. Y yo convencido de que sí…
El caso es que, también por motivos que no vienen al caso, me pongo a ver por primera vez esta película, y ha resultado una experiencia, cuando menos, extraña. Porque el ver por primera vez una película con unos actores de los que he visto todo, un estilo de cine que me se de memoria y, encima, un film perteneciente a una etapa donde no se encuentra lo mejor del subgénero, ha sido como ver una película nueva de Ozores. Pero no lo era…
La gracia está en que siendo “Los Obsexos”, la cosa más cutre, machista, zafia y chabacana que uno se puede echar a la cara —más incluso que títulos de la época como por ejemplo “Veneno que tú me dieras”—, la película funciona como un tiro. Al mismo tiempo que me deleitaba por la cutrez que destilaba toda ella, me entretenía como con las mejores comedias y  me maravillaba con los recursos propios del cine casero con los que Mariano Ozores salvaba la papeleta en situaciones que no había por donde agarrarlas. En “Los Obsexos”, Ozores convierte un secarral, un pequeño montículo de campo en una playa nudista ¿Cómo? Con tan solo un cartelón pintado a mano y clavado en un árbol en el que reza “Playa nudista”, con una rotulación que en verdad parece perpretada por un retrasado mental. Pero no me molesta; al contrario me encanta.
Asimismo, en esa misma playa nudista, cuando los protagonistas, Juanito Navarro y Antonio Ozores, necesitan hacer una llamada telefónica, ni cortos ni perezosos, y en un giro cómico  deudor del spoof, Navarro afirma que estos nudistas no se privan de nada y que había visto por ahí un teléfono, se gira, y ahí hay, en unos arbustos, un teléfono de los de toda la vida que, operativo, usará para hacer esa llamada telefónica y  seguir así con el devenir de los acontecimientos. Momentos estos, en lo que ya no se toma en serio ni a sí mismo, en los que Ozores es un verdadero maestro.
Más allá del disfrute que me ha proporcionado ver por primera vez una película de Ozores que nunca había visto, y el buen uso de un presupuesto bajísimo, diré que el guion es pobre y casi ininteligible, es decir, tu ves a los actores haciendo una serie de cosas, pero en ningún momento acabas de comprender muy bien la trama porque ni está lo suficientemente bien elaborada, ni importa. Lo único que necesitamos es ver a Navarro y Ozores en acción, soltando chascarrillos y corriendo detrás de las turistas.
Cuenta la historia de dos camareros de chiringuito que anhelan dejar ese trabajo y trabajar en  algo que les permita estar todo el día rodeados de mujeres en pelotas. Pronto un individuo les ofrece trabajo como guías turísticos y lo aceptarán. Después les ofrecen el puesto de directivos de la empresa de guías, pero será una encerrona por parte de los auténticos directivos que les quieren encalomar unos desfalcos que han cometido ellos.
“Los obsexos” de aquella época del vídeo que también dio títulos míticos, probablemente sea, y lo digo con conocimiento de causa, la peor película de Mariano Ozores. Pero en este caso es un valor añadido y no deja de ser un vehículo de lucimiento para Antonio Ozores, Juanito Navarro y un comedido Arévalo que pese a las carencias y el guion malísimo de Enrique Bariego, demuestran tener más oficio que nadie y, pese a las adversidades, logran sacarle al espectador la carcajada. Porque incluso en esta mierda, ellos están inmensos.
Me ha gustado mucho ver esta película por primera vez… ahora sí, creo que no me falta ninguna.