sábado, 11 de enero de 2020

SAINT BERNARD

Tras sorprender a todos en 2004 con "Skinned Deep", el habitual técnico de efectos especiales y maquillaje Gabe Bartalos lo intenta de nuevo con otra de sus locuras ultra-personales y macro-independientes, "Saint Bernard", fechada en 2013. Dos largometrajes en casi diez años, algo comprensivo si tenemos en cuenta la peculiar naturaleza de sus proyectos, que si en "Skinned Deep" ya cantaba lo suyo, con el caso que nos ocupa se incrementa más todavía. Porque al menos aquella jugaba con elementos propios del cine de terror, y tenía una escasa pero existente trama. En "Saint Bernard" ya no disponemos de esos resortes de seguridad. A pesar de algunos fugaces momentos con monstruos o situaciones horribles, no podemos decir que la peli encaje en el género. Bartalos directamente apuesta por el delirio y el surrealismo más desquiciados y desquiciantes.
La cosa va de un aspirante a director de orquesta que, un día, sufre un ataque de locura incrementado poco después al localizar la cabeza decapitada de un perro San Bernardo y obsesionarse con llevarla allá donde va y protegerla de todos aquellos que pretenden arrebatársela. Con la excusa, vivirá una especie de pesadilla demencial repleta de ilógica y desmelene. Según he leído de boca del mismo señor director, toda esa demencia es pura metáfora. Vamos, que no es un rollo raro porque sí, detrás hay "algo más". El problema es que, uno, toca entenderlo y, dos, toca tener ganas de ello, cosa que no me va nada. No veo pelis para pensar, eso ya lo hago demasiado en mi tiempo libre.
Por lo general, cuando el cine se inmiscuye en el mundo de los sueños comete un error garrafal. O pierde los papeles con exageraciones grandilocuentes o mete material propiamente psicodélico que, al menos yo, no he visto jamás mientras duermo. Lo habitual es vivir situaciones extrañísimas, con alteraciones constantes de los hechos, los lugares y las personas, pero que uno las siente como "normales". Como si fuese lo común y corriente. Una realidad mundana paralela en la que no te preguntas por qué ese tipo con el que hablabas ha cambiado de cara o por qué ahora la pared es de color rojo cuando antes era blanca. Bien, es esa una cualidad que sí vemos en "Saint Bernard", al menos durante buena parte de su metraje. Y lo agradezco. 
Realmente el mérito de esta película reside en cómo ha sido confeccionada. Contaba Bartalos en una entrevista que el mejor momento del día era cuando llegaba a casa y dedicaba un rato a currar en su garaje montando los espectacularmente detallados y meticulosos decorados que luego filmaría para su proyecto. Proyectos estos que va confeccionando gota a gota, de modo totalmente libre. A lo que hay que sumar rodajes de guerrilla en medio de calles atestadas de gente y que, como ocurrió con "Skinned Deep", le han traído algún que otro problema. Sumen a la ecuación la valiente decisión de filmar en 16mm, evitando así la frialdad propia del formato digital y esa excesiva nitidez que incluso incomoda, tan común -por desgracia- en el 95% del cine "indie" moderno, especialmente el de género.
A lo largo de la peli nos cruzamos con los rostros de Warwick Davis (que ya estaba en la primera peli de Bartalos), Bob Zmuda, ex-socio de Andy Kaufman, y a Frank Henenlotter en un cameo fugaz. Junto a estos, una breve actuación "live" de la legendaria banda punk inglesa "The Damned", cuyo bajista/guitarra y co-fundador, Captain Sensible, aportó en su día un tema para el soundtrack de "Skinned Deep". Y ya que la menciono, aclarar que la considero mejor que "Saint Bernard". Cuando veo pelis radicalmente raras y anarrativas, tengo la sensación de que el director actúa de forma creativamente arbitraria -independientemente de que pretenda hablar de cosas profundas-, lo que en mi agenda se traduce en vagancia por su parte, de modo que el regusto que me deja es de haber consumido una chorrada prescindible. En este caso, una muy currada y con muchos aciertos visuales, sí... pero chorrada al fin y al cabo.