Cutre, escabrosa y con un malsano y conservador punto de
vista, cuenta la historia de una serie de adolescentes y sus tempranas
experiencias con el sexo contrario. Mientras que en colegio se les educa para
que sitúen todo lo relacionado con el sexo dentro del contexto del amor y la
familia, Óscar, el protagonista, tiene ideas al respecto mucho más liberales.
Tras una serie de experiencias sexuales y una sucesión de desprecios, acaba
dejando embarazada a una chica. Como es un embarazo inadecuado, los padres de
esta optarán por hacerle abortar, cosa esta que, en unos tejemanejes de los
adolescentes, no llegará a suceder. Por supuesto, no faltarán imágenes de
quirófano que nos mostrarán con todo lujo de detalles el sangriento nacimiento
de un bebé.
Por supuesto, es su condición de película rara y casi
extinta la que motiva el visionado, porque, como se podrán imaginar, sentarse
frente a esta serie Z de corte lacrimógeno, es tan agradable como hacerlo
frente a un pelotón de fusilamiento. Cero valor cinematográfico, cero interés
general, pero interesante como subproducto raro, misterioso y desperado.
Por lo visto la película, rodada en 1975, permaneció en las latas hasta que
finalmente pudo estrenarse en 1979, cuando estas películas de adolescentes que
se hacen padres antes de tiempo y con los films intelectuales de la nueva
comedia madrileña campando a sus anchas en los cines, ya no importaban un
carajo. En consecuencia, fracasó en taquilla, teniendo posteriormente alguna
ignota edición videográfica como toda constancia de su existencia. Ahora,
gracias a Internet y sus inquietos usuarios, podemos localizar una cochambrosa
copia sin que escarbemos mucho, y así podemos quitarnos el mono de rareza. Pero
la magia de lo raro y oscuro, desaparece cuando le damos al play y comprobamos
en propias carnes el por qué este tipo de películas permanecen ocultas; porque
es donde mejor están.
Dirige el inefable Alfonso Balcázar, firmando la cinta esta
vez con uno de sus seudónimos, Albagran, que
es una forma de hispanizar el otro pseudónimo con el que firmaba
películas de posible tirón más internacional, Al Bagran. Se quedó a gusto.
El prota, Jaime Gamboa, es un clónico de Pedro Mari Sánchez
pero con parálisis facial, incluso llegó a aparecer en unas cuantas películas
más, pero pronto, al tiempo que esta película se estrenaba, abandonaría la
interpretación para siempre. Es tan inexpresivo, que sabemos que en una escena
en la que vacila a su profesor, se está haciendo el chulito porque el tono del
actor de doblaje que suplanta su voz así nos lo hace ver, que por lo que a su
interpretación se refiere, podía estar en un velatorio.
También tenemos por ahí, más perdido que un hijo puta en el
día del padre, al coreógrafo y bailarín Nacho Duato, que asomaba su careto por
primera vez en una película.
Ahora, si quieren, ya pueden borrar el archivo.