viernes, 5 de junio de 2020

PUBERTAD... ADOLESCENCIA, LA EDAD DIFÍCIL

La factoría Balcázar, sacando partido al cine adolescente de Summers y, en concreto, a “Adiós, cigüeña, adiós”,  en una película de idéntica finalidad, pero sin un ápice del talento que tenía el de Huelva. Por supuesto, si las películas de Summers eran un pelín sensacionalistas, esta ya riza el rizo.
Cutre, escabrosa y con un malsano y conservador punto de vista, cuenta la historia de una serie de adolescentes y sus tempranas experiencias con el sexo contrario. Mientras que en colegio se les educa para que sitúen todo lo relacionado con el sexo dentro del contexto del amor y la familia, Óscar, el protagonista, tiene ideas al respecto mucho más liberales. Tras una serie de experiencias sexuales y una sucesión de desprecios, acaba dejando embarazada a una chica. Como es un embarazo inadecuado, los padres de esta optarán por hacerle abortar, cosa esta que, en unos tejemanejes de los adolescentes, no llegará a suceder. Por supuesto, no faltarán imágenes de quirófano que nos mostrarán con todo lujo de detalles el sangriento nacimiento de un bebé.
Por supuesto, es su condición de película rara y casi extinta la que motiva el visionado, porque, como se podrán imaginar, sentarse frente a esta serie Z de corte lacrimógeno, es tan agradable como hacerlo frente a un pelotón de fusilamiento. Cero valor cinematográfico, cero interés general, pero interesante como subproducto raro, misterioso y desperado.
Por lo visto la película, rodada en  1975, permaneció en las latas hasta que finalmente pudo estrenarse en 1979, cuando estas películas de adolescentes que se hacen padres antes de tiempo y con los films intelectuales de la nueva comedia madrileña campando a sus anchas en los cines, ya no importaban un carajo. En consecuencia, fracasó en taquilla, teniendo posteriormente alguna ignota edición videográfica como toda constancia de su existencia. Ahora, gracias a Internet y sus inquietos usuarios, podemos localizar una cochambrosa copia sin que escarbemos mucho, y así podemos quitarnos el mono de rareza. Pero la magia de lo raro y oscuro, desaparece cuando le damos al play y comprobamos en propias carnes el por qué este tipo de películas permanecen ocultas; porque es donde mejor están.
Dirige el inefable Alfonso Balcázar, firmando la cinta esta vez con uno de sus seudónimos, Albagran, que  es una forma de hispanizar el otro pseudónimo con el que firmaba películas de posible tirón más internacional, Al Bagran. Se quedó a gusto.
El prota, Jaime Gamboa, es un clónico de Pedro Mari Sánchez pero con parálisis facial, incluso llegó a aparecer en unas cuantas películas más, pero pronto, al tiempo que esta película se estrenaba, abandonaría la interpretación para siempre. Es tan inexpresivo, que sabemos que en una escena en la que vacila a su profesor, se está haciendo el chulito porque el tono del actor de doblaje que suplanta su voz así nos lo hace ver, que por lo que a su interpretación se refiere, podía estar en un velatorio.
También tenemos por ahí, más perdido que un hijo puta en el día del padre, al coreógrafo y bailarín Nacho Duato, que asomaba su careto por primera vez en una película.
Ahora, si quieren, ya pueden borrar el archivo.