viernes, 24 de diciembre de 2021

BAPHOMET

Con el género de terror hay que andar con mil ojos, porque, consciente como son sus artífices de las tragaderas que tiene el aficionado, facturan auténticos bodrios infernales —nunca mejor dicho— que se convierten en auténticas torturas para el espectador, máxime, cuando estas películas suelen ser producciones de muy bajo presupuesto camufladas gracias a las nuevas tecnologías que nos ofrecen una fotografía muy buena intrínseca al formato HD. En ese sentido, como espectador no me engañan, el 90% de las veces se exactamente lo que voy a ver cuando elijo una película, pero, si insisto con estas pequeñas producciones es porque a veces suele uno encontrarse con algo medio potable, o mínimamente curioso, e incluso ocasionalmente se topa uno con algo que verdaderamente merece la pena. Como sea, por buenas o por malas, siempre estas producciones de terror a priori son de interés para mí.
En la otra mano nos encontramos con la nada más absoluta, la muestra de incompetencia más feroz que deja a uno impávido y, cuando acaba el visionado de una de estas películas, no sabe si ha visto una película o no ha visto nada. “Baphomet”, es una de esas.
Una familia se reúne en un rancho para  celebrar que pronto habrá un nuevo miembro en la familia —la hija del matrimonio de patriarcas está embarazada— cuando un extraño individuo se presenta allí con el afán de comprar el rancho. El dueño del mismo rehúsa la oferta millonaria que este tipo le hace. Resulta que este individuo es el líder de una secta satánica y, cabreado porque no se le ha querido vender el terreno, lanzará una maldición sobre esa familia que les hará  la vida imposible. Comenzarán de esta forma a ser testigos de fenómenos inexplicables. Hartos de esto, la familia decidirá pedir ayuda a una bruja benigna que pulula por ahí. Todo se irá complicando, por supuesto, hasta que finalmente se le inflan los cojones al demonio negro.
Madre de mi vida que cosa más sosa y desgarbada. Es tan insípida que ni siquiera puede permitirse el lujo de aburrir al espectador. Y lo de decir que, gracias al cielo, tan solo dura una hora y poco, se ha convertido ya en un cliché.
Se trata de una película, no obstante, que consciente de sus carencias no pretende abarcar más de lo que puede, por lo que nos ofrece una ristra de rituales y misas negras, sacrificios humanos y ¡ataques de tiburones! que son resultones al ojo humano,  pero porque no se hacen demasiados aspavientos a la hora de mostrárnoslos. Entre eso y la iluminación, bastante correcta, ambientan el asunto como buenamente pueden, sin resultados en ningún caso satisfactorios. Y, al fin, tenemos un estupendo demonio negro (el del póster), pero este no hace acto de presencia más que durante un par de minutos en la recta final de la película. Y a esas alturas nos da lo mismo.
Esto es un saco de patatas, sin tierra y lavadas, pero patatas al fin y al cabo.
Claro que la temática satánica y el hecho de que uno de los protagonistas es Dani Filth, miembro de la banda "Cradle of Filth", hará las delicias de los miles de pajeros gordos, vírgenes y metaleros que rendirán pleitesía a esta película solo por ser una película con esa naturaleza.
Dirige Matthan Harris, actor televisivo de tercera de profesión, que en calidad de director se ha cascado algún que otro cortometraje y que debuta con esta película cuya vida comercial se reduce al mercado del DVD y las plataformas digitales más desacomplejadas.
Nada. Película fallecida desde el momento en que se ideó.

... ¡Ah! y Feliz Navidad.