viernes, 17 de diciembre de 2021

HELLAWARE

Michael M. Bilandic, Oriundo de Boston, se muda en 2000 a la ciudad de Nueva York para buscarse la vida en el mundo del cine. Es uno de tantos aspirantes a cineasta que busca una oportunidad en la gran manzana, si bien tiene bastante querencia por el cine independiente y las historias que no requieren de grandes presupuestos.
Entre varios trabajos dentro de la producción  audiovisual ya sea realizando videoclips o formando parte del equipo misceláneo de pequeñas producciones, acaba trabajando  en diversas tareas para “popes” del cine indie como puedan ser Spike Lee (en su época más decadente) o Abel Ferrara con el que, por afinidad, acaba haciendo buenas migas. Así que este acaba soltando unas pocas pesetas para producir el primer largometraje de Bilandic, “Happy Life”. Poca cosa, unos dólares para una producción prácticamente amateur, pero que sirven para incluir en los créditos a Ferrara, lo que ya supone un aval a la hora de presentar la película a los festivales. Así que Ferrara pone a su amigo en el mapa.
Sin embargo, el estilo de Bilandic es muy, muy extraño y curioso. Se trata de películas claramente amateur pero a las que se le ha puesto el suficiente dinero en producción como para que estas cumplan unos mínimos de calidad que no chirríen al publico poco experimentado que las visione una vez se exhiban, entonces nos encontramos con películas grabadas en un vídeo no excesivamente ostentoso, pero con encuadres impecables, buen sonido recogido con pértiga y un montaje lo mas profesional posible. Para que me entiendan, esto serían películas semi-amateur, o películas amateur bien facturadas con el fin de encajar entre sectores más o menos intelectualoides. Cuando vean una de sus películas, sabrán a qué me refiero.
Lo curioso es que no estamos hablando de un nuevo enfant terrible del cine de guerrilla, o un nuevo pope de las películas de bajísimo presupuesto. Biladinc pasa por festivales, se le hace un poco de caso porque el nombre de Ferrara pesa, pero no destaca especialmente en las hordas de nuevos cineastas independientes. Entonces, sigue a lo suyo, se le acercan quizás algunos esnobs que creen haber descubierto las sopas de ajo, y poco más. Para el resto del mundo pasa prácticamente inadvertido.
“Hellaware” sería la siguiente película de Michael M. Bilandic tras “Happy Life”, ya sin Ferrara de por medio, pero con  un mini-nombre hecho dentro del circuito festivalero, por lo cual se trata de una película que, de manera casi marginal, acaba exportándose a Europa (y que si bucean en las cloacas de Filmin, encontrarán subtitulada al castellano) cuya principal baza es lo que les acabo de contar; que tiene trazas de película amateur, pero está bien hecha. Y sin ser una cosa que le vuelva a uno loco, si que genera la suficiente curiosidad como para tener a Bilandic en cuenta en adelante.
“Hellaware” cuenta la historia de un joven fotógrafo que está harto del moderneo y la pose propias del mundo del arte en el cual se mueve. Un buen día descubre en Youtube a un grupo de raperos blancos marginales de Delaware —poco más que unos chavales haciendo el tonto en su casa— y decide que va a convertirlos en un producto vendible en las galerías, y como revulsivo a todo el posturno que envuelve el ambiente, por lo que se presenta allí desde Nueva York para verles en un concierto que han anunciado en las redes. Cuando llega al lugar del evento, se encuentra  con que el concierto se celebra en el sótano de la casa de los padres de alguno de ellos, y que todo es tan precario que los cantantes darán el concierto pasándose un micro entre ellos, ante un público formado por un par de amigos. Aún así sigue pensando que puede colar como marca contracultural y les hace una sesión de fotos que exhibirá en exposiciones.
La verdad es que me ha llamado la atención la película, como está rodada y esa intención de ser barata casi por convicción. Además está entretenidilla. Lo único en lo que se me ocurre sacarle pegas es en el hecho de que siendo una película con una clara intención de hacer sátira del arte, no es consciente de que con ese look limpio de vídeo de gama media, sonido perfecto y montaje estupendo, concebida para el mundo de los festivales con intenciones claramente artísticas y aspiraciones más cercanas a corrientes cinematográficas pedantes que marginales, quizás, también forma parte de esas élites artísticas que enfatiza en criticar.
Por lo demás, me parece una propuesta interesante que me recuerda a cuando irrumpió en el panorama el amigo Kevin Smith, solo que en otro rollo. Tendremos presente a  Michael M. Bilandic porque, yo creo, que no se va a pervertir demasiado aunque ande con un ojo puesto en las galerías de arte y no en el de las salas de cine.