lunes, 6 de diciembre de 2021

LA GUADAÑA

Extraño slasher ambientado en los años 20, que surgido en la época de auge del género entre clásicos impepinables, pasó absolutamente inadvertido hasta que, décadas más tarde, los fans se atrevieron a redescubrirlo, supongo que por completísmo porque, “La Guadaña”, cuya adscripción al slasher está traída con pinzas —en realidad podríamos decir que se trata de una película de propaganda cristiana, que por lo visto adaptaba una obra de teatro de tres al cuarto—, es lo más soso que existe sobre la faz de la tierra.
La cosa va de un pueblo sureño cuyos habitantes son más bien tirando a malos, tiranos diría yo, destacando un banquero que realiza pesquisas para quedarse con la pasta de sus clientes, o una anciana poderosa, racista y quejica, que  trata mal a sus sirvientes, a los niños que juegan en las inmediaciones de su vivienda, e incluso a una cabrita que pasta tranquilamente por allí. Es este el motivo por el que el predicador del pueblo, asqueado, decide largarse de ese horrible lugar. Justo con su marcha, un extraño individuo vestido de negro y con sombrero hará acto de presencia para cargarse con su guadaña… ¡a dos personas! Por supuesto, este caballero tarda casi una hora en aparecer y, cuando lo hace, se carga primero a una víctima, después a otra, y ya no vuelve a manifestarse  hasta el extraño y confuso desenlace que, en realidad, no esclarece prácticamente nada. Nos quedamos igual. Entre medias, escenas de los habitantes del pueblo que hablan, y hablan, y hablan… Un auténtico suplicio de factura y estructura telefilmica que carece de interés alguno.
El único dato apreciable de esta mamarrachada, es que estamos ante un producto del infame Earl Owensby, cuyo currículum en calidad de productor lo componen films como “El hombre lobo” (“Wolfman”, aquella tan chunga…), “Tales of the third dimensión in 3D” o el dramón de corte deportivo “Juego decisivo”, y que se antoja un individuo sin duda más interesante que su obra (también ejercía las veces de actor, director, cristiano recalcitrante e incluso distribuidor, amén de haber conseguido trabajar para James Cameron asesorando con las localizaciones acuáticas de “Abyss”).
Charles Reynolds, amigo de Owensby, firmaría esta película como director, para no volver a hacerlo jamás, aunque sí que colaboraría con él haciendo diferentes tareas en algunas de sus películas.
Muchas de las producciones de Owensby  se lanzaron en España en formato vídeo de alquiler y, por supuesto, “La Guadaña” llegó a nuestros vídeoclubs.
Más allá de ser un “pseudoslasher” al que recientemente los yankees han prestado algo de atención (poca, porque en general Owensby genera un interés extremadamente ínfimo), “La Guadaña” es una película que, pese al casi fardón look del asesino —al que en un momento de la película se le encienden los ojos en la oscuridad y eso hace que se parezca endemoniadamente al Blade de “Puppet Master”—, y a su condición de rara, misteriosa y desperada, si evitamos el visionado ganamos en salud.