viernes, 10 de diciembre de 2021

A MENINA E O ESTUPRADOR

Típico porno soft brasileño —o como se suele llamar popularmente, una “pornochanchada”—, que en su afán por encontrar un argumento que sirva de acompañamiento a las escenas subidas de tono de las que se compondrá el grueso, nos hace testigos de una serie de situaciones exageradísimas que, en el mejor de los casos, bordean el racismo, cuando no, el drama descarnado, y ya sea por una cosa o por otra, el espectador acaba en momentos determinados revolcado de la risa.
Una adolescente de buena familia fantasea sexualmente todo el tiempo con que se la follan toda suerte de hombres de todas las clases y edades. Una de esas fantasías recurrentes es con su chófer negro. En esas ensoñaciones ella es violada por este portentoso negro de mediana edad con total virulencia. Claro, esto genera un conflicto en la muchacha y en la vida real trata a este chófer como a un despojo humano. Lo insulta, vilipendia y ningunea ante la mirada de resignación del negrazo (y su esposa mestiza y criada de la joven), que en realidad es blanco de los sueños más tórridos de la jovencita. Cuando esta no está fantaseando, está zorreando por ahí con una amiga bastante fresca que le presentará muchachos de su edad con los que parece no querer nada tampoco; prefiere ser penetrada en su imaginación por corpulentos negros de enormes rabos, como su bondadoso chófer que, una vez esta se mete en líos por culpa de la follambre, le salvará la papeleta.
Un compendio de imágenes eróticas en las que el sexo es simulado casi todo el tiempo (excepto una secuencia en la que una de las chicas tiene un rabo semitieso ante sus narices y, ya que está, se lo come de verdad un ratillo) que forman un collage grotesco junto al nimio argumento. Sin embargo, los artesanos brasileños tienen un extraño sentido de la estética y gustan de iluminar sus escenas de folleteo de manera lúgubre. Entre eso, y escenas en exteriores con cierto tono artístico, casi no diferenciamos la pornochanchada de la vanguardia, máxime cuando la producción se pasa el copyright por las pelotas y ambientan esas secuencias sexuales con extraña música funk cuyo vocalista emite sonidos guturales y se saca gargajos o, directamente, roban las músicas a la banda sonora de “Taxi Driver” o expolian una versión instrumental de “The Wall” de Pink Floyd con todo el descaro. Está curiosa.
El estupro es el delito en el que un adulto se aprovecha de su superioridad o a través del engaño para conseguir acostarse con alguien menor de edad,  así que el término estuprador se utiliza para denominar a aquel que comete estupro. Así pues, el título no puede ser más llamativo y acertado: “A menina e o estuprador”, es decir, “La muchacha y el estuprador”. En realidad no hay más estuprador en la película que los que aparecen en la imaginación de la protagonista, pero de estupradores va la cosa…
La protagonista tiene una carrera como actriz de pornochachadas (y otros géneros ajenos al de folleteo), sin embargo aquí aparece acreditada solamente con el nombre de pila a modo de seudónimo, así Vanessa Alves aquí estaría únicamente acreditada como Vanessa. No así su partenaire masculino, el negro estuprador Zoísmo Bulbul, que curiosamente combinó su carrera como actor semipornográfico con el cine político, el cual incluso abordó en calidad de director de documentales.
El director Conrado Sanchez, que aunque intenta dotar esta película de sofisticación no lo consigue, tiene una larga carrera en oficios cinematográficos de variada índole, pero como director tan solo llegó a hacer cinco películas, pasando tras esta tan desangelada al porno más hard abordando un subgénero repugnante y que debería estar penado, pero muy popular en Brasíl, como es la zoofilia, llevando las riendas de cosas cuyos títulos rezan “Como afogar o ganso” o “A menina e o cavalo”. Saquen sus conclusiones.