martes, 21 de octubre de 2025

CARTA BLANCA

Los irregulares hermanos Farrelly, capaces de lo mejor y también de lo peor en esto de la comedia, tenían un guion de Pete Jones que habían comprado y les entusiasmaba. Resultó ser un proyecto que, por problemas burocráticos, les costó un imperio poner en pie. Como fuere, finalmente lo llevaron a buen puerto.
En “Carta blanca” se trata de una manera muy convincente (y con la que, sin duda, el espectador medio se sentirá identificado) lo que podíamos llamar “crisis de los 40”, esa franja de edad tan difícil para todo varón en la que comienza a tener dolores corporales que antes no tenía, el pelo se le cae más de la cuenta (o se le vuelve blanco) y tiene la convicción de que, por culpa del matrimonio, nunca volverá a disfrutar de una relación carnal con jovencitas sexys, motivo por el cual desarrolla un “salidismo” vergonzante del que no se libra ningún cuarentón, a la par que se refugia en la masturbación con más vigor y brío que en sus mejores años adolescentes.
Al margen de eso, “Carta blanca” sería una comedia gamberra del nuevo milenio, por tanto, menos ofensiva que cualquiera de décadas anteriores, pero no por eso exenta de tetas, culos y, en la línea de los Farrelly, buenas dosis de escatología. No obstante, la baza fuerte son unos diálogos y un guion en estado de gracia y bastante ingenioso.
Pero la moral americana pesa en la comedia y “Carta blanca” no podía ser menos; la moralina y el conservadurismo finalmente se alza, convirtiendo todo ese gamberrismo en lección alentadora: se hace el cafre, sí, pero para que los protagonistas se lleven un escarmiento y dejen de anhelar esos cuerpos diez que tanto desean y empiecen a valorar los ya imperfectos que tienen en casa.
Dos señores, mediana edad, triunfadores en lo laboral, maridos y padres de familia, se pasan el día hablando del sexo y de lo mucho que les gustaría follarse a tal o cual jovencita. Cuando uno de ellos es sorprendido por su esposa girándose para mirarle el culo a una mujer joven, esta no le da mayor importancia, se trata de un comportamiento propio de un señor casado de esa edad. Sin embargo, cuando son invitados a una aburrida fiesta de inauguración de la mansión de un compañero multimillonario, y estos se quedan atrás para hablar de cómo se follarían a las asistentes a dicha inauguración, una cámara les capta y, sus mujeres, y el resto de los invitados allí presentes, escuchan accidentalmente la conversación sobre tetas y vaginas amplias. Toman sus esposas conciencia de lo grave del asunto y es cuando deciden darles una semana de libertad en la que podrán hacer lo que quieran, acostarse con quien quieran, y luego volver a la monotonía de sus matrimonios. Y aquí comienza la gracia, cuando, inmersos en esa carta blanca, pasan los días y no son capaces de acostarse con una tía ya sea por ineptitud o torpeza, mientras que sus mujeres, sin proponérselo, tienen oportunidad de acostarse con hombre fácilmente. Todo muy loco, muy divertido. Hasta que es enturbiado, como ya he dicho antes, por el conservadurismo de rigor en este tipo de comedias.
Una de las cosas originales de la película, pero que los Farrelly no supieron poner correctamente en escena ya que pasó inadvertido, fue todo lo concerniente al maquillaje y peluquería. La gracia de “Carta blanca” radica en que, aunque está ambientada en la actualidad, en 2011, el vestuario y los peinados de los personajes son de los años setenta. Una vez sabido este dato, sí podemos percatarnos de ello en un visionado posterior, pero, vista de primeras, la verdad es que el espectador no se da ni cuenta, quizás porque los Farrelly tampoco quisieron exagerar ese aspecto.
Uno de los dos protagonistas cuarentones es Jason Sudeikis, emergente nueva estrella de “Saturday Night Live” por aquél entonces, cuyo contrato blindado con el programa le impedía abandonar sus grabaciones. No tenía muy claro que pudiera incorporarse al rodaje de la película, puesto que debería asistir al programa indefectiblemente y era difícil compaginarlo, máxime cuando el rodaje tendría lugar en Atlanta y el del programa televisivo en Nueva York. La preproducción del film avanzó dejando en "stand by" la presencia de Sudeikis. Asimismo, Owen Wilson enseguida dio el sí a su participación, puesto que no tenía nada pendiente. Finalmente, y tras una serie de negociaciones, “SNL” permitió a Sudeikis participar en la película, siempre y cuando pudiera compartir ambas actividades.
En la parte femenina tenemos a la estupenda y divertida Christina Applegate —quién sería el "partenaire" femenino de Jason Sudeikis en muchas ocasiones— y Jenna Fischer, otra de las divas de la nueva comedia americana, gracias sobre todo a su participación en la serie “The Office”. Como secundario de lujo tenemos al oscarizado Richard Jenkins, excelente actor donde los haya, que da vida a un viejo amigo de los protagonistas, un follador ya talludito y bronceado que se las sabe todas y se come la película él solito.
No es lo mejor de los Farrelly, pero sí una divertida película que, yo creo, disfrutarán más los espectadores de cuarenta años de edad que las pillarán todas al vuelo.
Y sale una enorme y torcida polla negra.