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viernes, 30 de junio de 2017

UN REGALO PARA PAPÁ

Unos pre-púberes que sienten una terrible curiosidad por el sexo y que viven en una urbanización a las afueras, deciden coger todos sus ahorros y largarse a la ciudad para contratar a una puta y verla en pelotas. Y así lo hacen.
Por una serie de vicisitudes, esta puta acaba yéndose con los niños a la urbanización escapando de sus chulos, e instalándose en la casa de uno de los niños; el padre cree que es profesora de matemáticas –en niño lía las cosas- y ella cree que él sabe que es prostituta, por lo que se acaba enamorando de él, al tratarle este como la señorita respetable que él le cree, y no como la meretriz callejera y maloliente que en realidad es. La cosa se complicará, cuando el padre del niño descubra que es una vulgar ramera y no la coqueta profesora de matemáticas que él cree que es.
Una buena muestra del tipo de comedia romántica que se estilaba en los 90, así como también lo es de un subgénero que se dio mucho dentro de la comedia romántica: el de furcias de buen corazón que acaban enamorándose de un señor ajeno a su universo sórdido y carnal. El estandarte de ese subgénero, “Pretty Woman”, esta “Un regalo para papá” (“Money Milk” en su versión original (¿), una peliculilla del montón.
No obstante, estando Kathleen Kennedy y Frank Marshall en la producción, y situándose en el tiempo tampoco demasiado lejos de la década de los ochenta,  además de película de prostituta aspirante a princesita, es un film deudor de los clásicos juveniles de los ochenta. La primera mitad de la película, la más soportable, es totalmente una consecuencia de la era Spielberg. Niños de barrios residenciales que salen a vivir aventuras en sus bicicletas decoradas con banderines; como “Los Goonies” o “Cuenta Conmigo” y que acaban metidos en problemas. Unos primeros 40 minutos funcionales y divertidos, se echan a perder en el momento en el que la prostituta irrumpe en la casa del niño, y a partir de ahí, con  Ed Harris haciendo de padre viudo y poniendo caras de buen tipo, todo lo que sucede nos importa un bledo. Y se va a tomar por el culo tan ricamente, toda la película.
Rozando ya los años en los que se impondría la corrección política imperante hoy en  día, al menos aquí vemos como la puta les enseña las tetas a los críos –sin que el espectador las vea, por supuesto-  en un alarde de inofensiva pederastia a cambio de dinero y, más impensable todavía, vemos como los críos se echan, incluso, un cigarrito tras verle las tetas a la ramera, cosa que para 1994, año del que data la película, sería algo que veríamos ya muy poquitas veces.
Por otro lado, advertir a todos esos pajilleros que se la zurran con pan de molde, y por ende con Melanie Griffith, antes de llevar el nombre de Antonio en el brazo,  que interpreta a la vivaz prostituta, que efectivamente, el erotismo no buscado es más excitante que la sucia pornografía; no hay nada de sexo en la película, ni tan siquiera una intención de que lo haya, sin embargo, es muy sugestivo ver lo suelta que va la Griffith en la película, sobre todo con camisón de estar por casa. Como va sin sujetador con aquello bamboleante, en su inocencia, resultan esos planos más pajeables que los que sale ella vestida como una puta provocativa, que da cierta grimilla, en parte por esas piernas con menos carne que la pata de un canario. Pero aún así, la Griffith, era mucha Griffith. Qué mujer.
El autor del libreto, John Mattson, batió el record de dinero recibido por el guion de una comedia, recibiendo por parte de Paramount la friolera de millón y cuarto de dólares, lo que suponía un pastón para un guion de una comedia de estas características. En esta tesitura, los ejecutivos quisieron contratar a Michael Finell para que produjera y Joe Dante para dirigir la película, pero recibirían muy poco dinero por hacerlo, así que estos rechazaron la oferta, recayendo así la dirección en manos de Richar Benjamín (“Esta casa es una ruina”) quien se movía por estos parámetros como pez en el agua.
La película resultó demasiado cara, y no recaudó en taquilla lo que debería. Aquí en España de hecho, la vieron en cines poco más de 166.000 espectadores, que son bastante pocos para una película Paramount.
Ante este dispendio, se rumoreó –y seguramente algo de cierto había en esto- que la película fue el proyecto personal de una serie de ejecutivos de Paramount aficionados a las putas. Y al recibir el guion, este les llegó al corazón, porque se trataba de una película sobre el único tipo de mujer que conocían: las putas. Es decir, una película sobre putas, hecha por puteros, ni más ni menos.
Por lo demás, puro fast food: la ves, te medio entretiene, y a dormir.
Por cierto, además de ñoña, decir, para, que nunca en una película estuvieron los protagonistas
tan espantosos. Tanto Melanie Griffith, como Ed Harris, parecen muñecos de cera. Sin embargo, a la hora de ser nominada la película a los Razzie, fue el guion el que se llevó la palma, sin embargo quién se llevó tan preciado anti-galardón fue “Los Picapiedra”, espantosa a todo efecto.
También se pasea por la película con muy poquito que hacer, o decir, Malcolm McDowell.

sábado, 22 de abril de 2023

DOBLE CUERPO

De todas las películas que el gran Brian De Palma rodó entre 1980 y 1989, puede que "Doble Cuerpo" sea la más "ochentera" Básicamente por ciertas decisiones estéticas, que no cinematográficas, pues el tipo seguía fiel a su estilo... o al de Alfred Hitchcock. Sí, como "Hermanas" o "Vestida para matar", "Doble Cuerpo" entra de lleno en las obras depalmeras especialmente interesadas en recrear el cine del famoso y orondo director británico. Resulta curioso como, en esos tiempos, aceptábamos tal nivel de descaro. O tal vez no tanto, porque fue despiadadamente machacada en la prensa. Hoy se la considera "Brillante". Ya sabemos como va esto...
Básicamente vendría a ser un remedo "puesto al día -al de 1984-" de "La ventana indiscreta", en la que un actor sin mucha suerte es testigo del cruento asesinato de una vecinita sexy a la que espiaba como un sucio voyeur. El tipo da con una pista que le lleva a sospechar que tras todo ello hay un complot, uno que le conducirá hasta las catacumbas del característico cine porno de su característica década. Toda esta parte se pretende sórdida y altamente erótica, o así nos lo parecía entonces. Vista hoy, resulta de lo más inocente. Es aquí donde el rollo "ochens" estalla, con presencia de muchos "nuevaoleros", muchos neones y todo un video-clip en medio del film, ilustrado sonoramente -y presencialmente- por el "Relax" de "Frankie goes to Hollywood" (graciosamente destacado en la caratula del vhs patrio, ver al final del rollete).
Pero esa es, opino yo, la única concesión que De Palma se permite con respecto a la época, por lo demás, continúa jugando con la cámara en intrincadas secuencias donde los personajes se siguen unos a otros y entrecruzan. Ya había una así en "Vestida para matar". La de "Doble Cuerpo" puede hacerse un pelín pesada, pero es la maravillosa, siempre maravillosa, partitura del inmenso Pino Donaggio la que nos la hace más llevadera. Una vez superada esta parte, el film aprieta el acelerador y ya no lo suelta hasta su funcional pero satisfactorio desenlace.
Además de la referencia al porno, en "Doble Cuerpo" también se recrean las poco glamurosas condiciones del rodaje de una película de terror zetosa y mentalidad "exploitation", en la que un vampiro de aspecto muy gayer -y muy de la década también- soba las siliconadas tetas de una chica mientras churrupetea de su cuello (casi puedo visualizar a Tim Kincaid dirigiéndola). Excelentes créditos finales, by the way.
Como no podía ser de otro modo, el reparto es jugosito. Protagoniza un actor muy de su momento, Craig Wasson. Venía de "Historia Macabra" y aterrizaría en "Pesadilla en Elm Street 3", probablemente su rol más famoso. Luego, iría desapareciendo paulatinamente. Le acompañan en el periplo un siempre eficiente Gregg Henry. Una Melanie Griffith en pleno despegue que no tiene reparos en enseñarnos las tetillas. Un clásico de De Palma, Dennis Franz. La guapa Deborah Shelton (que acabaría con sus huesos en sendos subproductos) y, coronando el pastel, una hermosísima Barbara Crampton follando en pelota picada -y sin diálogo- un año antes de petarlo con ya saben cual. Dada la cantidad de señoras en tetas que pululan por la peli, no resulta raro encontrar a estrellas del zetismo más ramplón como Brinke Stevens o Mindi Miller (y seguro que hay más, pero ponte tu a buscarlas)
Tal vez no sea lo mejor de su director, pero tampoco lo peor. Un entretenimiento lúcido y efectivo que el paso de los años, y sus tics ochentosos, hacen un rato disfrutable.

Ahí les dejo la caratula completa de mi copia VHS...

viernes, 15 de noviembre de 2019

ANTONIO BANDERAS, UNA VIDA DE CINE

“Antonio Banderas, una vida de cine” es una biografía que cada 10 años se revisa y amplía, porque se escribió muy temprano, allá en los 90, cuando la verdadera carrera de Banderas no había hecho más que comenzar. Así, yo me encuentro de bruces con la editada en 2004, justo cuando el actor está viviendo su momento más álgido de gloria, en los momentos en los que triunfaba en Broadway con el musical “Nine”, y cuando todavía no había comenzado a protagonizar toda esa ristra de mierdas entrañables que tanto nos gustan, o no había reculado y regresado a España a poner negocios vinícolas, rodar “El camino de los ingleses” con el dinero del contribuyente, montar un estudio de animación o ponerse de nuevo a las órdenes de Pedro Almodóvar en tres ocasiones más.
No se puede decir que la carrera de Antonio Banderas se encuentre en decadencia, es más, yo diría que es el actor que mejor ha sabido lidiar con los cánones que rige Hollywood, no ha dejado de trabajar jamás a pesar de qué dirán, y cuando vuelve a trabajar en España lo hace como un triunfador, no como un apestado de la industria, pero el Banderas actual dista mucho del actor latino de carácter que triunfa en Hollywood con películas de calidad y, en segundo término, como una estrella del cine mainstream.
La edición que he tenido a bien leer, concluye en un momento dulce y, desde luego, estaría bien hacerse con la más reciente de las ediciones, para ver que dice de ese descenso que les acabo de describir, en absoluto decadente, pero si envuelto en menor prestigio del que hacían presagiar los textos de la edición de la que les hablo.
Escrito por la periodista (y fan de Banderas) Ana Oliva, lo único que nos ofrece “Antonio Banderas, una vida de cine” es puro y duro entretenimiento. Porque está muy bien servido, muy bien narrado y nos hacemos una visualización de lo que cuenta el libro —la vida de Banderas— que propicia que leamos centrados y poniendo máxima atención. Al no ir el libro contado de manera cronológica, se hace muy ameno, ya que los capítulos van saltando en el tiempo sin orden ni concierto y si el libro comienza, por ejemplo, explicando como Banderas sorteaba lo envites de Madonna para llevárselo a la cama, el siguiente nos explicará como jugaba a las chapas en su Málaga natal, para pasar a hablarnos de la era Almodóvar, de la movida madrileña, de las noches de Antonio, para volver atrás en el tiempo y terminar contando como fueron sus inicios en el teatro de aficionados. Tampoco deja de lado su affaire con Melanie Griffith (de la que recientemente se divorció) ni su primer matrimonio con Ana Leza y, en general, el libro es altamente disfrutable e ideal para leer en cualquier momento, la lectura es fluida y serena. Sin embargo, en la parte mala —y lógica por otro lado— tenemos la biografía menos valiente que uno se puede echar a la cara, puesto que es una de esas biografías que se escriben con el actor delante, dando este su visto bueno y sin teclear ni una palabra hasta que el actor no esté contento con el escrito, e incluso excusa de alguna manera sus malas películas o meteduras de pata,  con lo que el libro se convierte, al final, en una enorme felación a Banderas, de esas que continúan incluso cuando este ya se ha corrido. Pero esto, supongo, es lo que el lector se espera cuando abre una de estas biografías tan formales, autorizadas  y en las que el protagonista está encima todo el rato.
Por otro lado, la autora, Ana Oliva, lleva en conversaciones con Banderas desde el 94, lo conoce bien, e incluso Banderas decía en una entrevista que después de tanto tiempo, Oliva no es que fuera su biógrafa, sino que ya era su amiga,  por lo que no descarto que la última de las ediciones de “Antonio Banderas, una vida de cine” sea igualmente amena, o al menos, tan interesante como esta. Por lo menos, en esta biografía, se habla de cine, y no como en la de tantos otros, actores, directores o productores.

viernes, 10 de octubre de 2014

LA MARCA DEL ASESINO

Hace poco les hablaba de “Instinto Básico”, y citaba uno de los muchos “Exploitations” que surgieron a raíz de su éxito, este “La marca delasesino”,“Traces in Red” en su versión original.
Un thriller moderno con descarnado y tórrido sexo, como demandaban los noventa.
El caso es que como buen fan de James Belushi,  en su momento alquilé la película, consciente de que este era un claro ejemplo del inicio de la decadencia del actor. A posteriori, porque la intención inicial de la película era acabar de lanzar como todo terreno – que no lo es- a Belushi, en esta producción de Samuel Goldwin, que al final fue un absoluto fracaso. En nuestro país la vieron unos míseros 230.000 espectadores.
Claro, porque el thriller moderno con descarnado y tórrido sexo que se nos anunciaba, era en realidad un thriller de lo más tontorrón con un sexo casi ausente más allá del cartel promocional. Es más, esto es casi mejor, porque ¿A quién le interesa ver escenas de sexo entre estos dos cincuentones y entrados en carnes James Belushi y Lorraine Bracco? Porque vaya dos “sex symbols", señora. La barriga mas grande y el culo más gordo de la historia del cine, respectivamente.
La película, además de estúpida, es un coñazo de aúpa.
Se van sucediendo una serie de asesinatos a mujeres que algo tienen que ver con nuestro protagonista, un detective que, a la par que se va cometiendo un asesinato, va recibiendo cartas anónimas con poemas macabros que parecen escritos por un retrasado mental. Como parecen escritos por un retrasado, el detective no les echa cuentas, hasta que la cosa se va haciendo más gorda. Así que, puestos a desconfiar de todo el mundo, y para que la película se parezca un poco a “Instinto Básico”, Belushi empieza a buscar pistas en diversas manchas de carmín que desembocan justo en los labios de una viuda de culo gordísimo (la Bracco) a la que se tira ocasionalmente. Y según avanza la trama, la película pega, no un giro, sino dos, que si la película ya era mala, la tornan vergonzosa.
Una cosa absurda, tonta, y lo que es peor, poco interesante o nada. Un coñazo en el que James Belushi hace de James Belushi, pero como omite la sonrisa de medio lado, y los chistes malos e irónicos, es lo mismo que no tener nada. Además, que las pocas escenas de sexo que tiene con la Braco, se le dan fatal, así pues, acaba poniéndose bizco cuando no debe. Es como ver al agente Dooley de “Super Agente K-9” pero en plan serio y trascendente, que de vez en cuando se acuesta con una señora poco apetecible (cosa que Dooley nunca haría), y la investiga, aunque desde el primer momento canta, y por soleares, que la asesina, aunque todo indica que va a ser esta señora, finalmente, será cualquier otro. Y cuando vean el final (si es que lo van a ver) descojónense, como yo lo hice, con la resolución.
El fracaso en taquilla no fue suficiente para esta película. Por si esto fuera poco, le valió, en 1993, a Loarraine Bracco, una merecida nominación a los Razzies de ese año. No lo ganó, se lo arrebató Melanie Griffith por “Un extraño entre nosotros”, y James Belushi comenzó a aparecer menos en la gran pantalla para comenzar a hacerlo en la pequeña, e incluso, a no aparecer, ya que gran parte de su carrera a partir de mediados de los noventa, consta de prestar su voz a varipintos personajes animados.
Y todo por culpa de este bodrio. Seguro.
Para el director Andy Wolk, “La marca del asesino” supone su debut en el cine a la par que su despedida, ya que, si bien es cierto que nunca le ha faltado el pan teniendo hasta la actualidad trabajos televisivos de diversa índole, tambien es cierto que jamás volvió a dirigir una película destinada a salas. Parte de la culpa, supongo que la tiene el ritmo televisivo de esta mierda.