Pero lo primero es lo primero....
Casi doy por sentado que todos ustedes habrán reconocido el origen real de la caratula, sí, se trata del mítico "Phenomena" de Dario Argento... concretamente, su edición francesa (todo cuadra, oiga). Por desgracia no dispongo de la parte trasera para efectuar una comparativa completa, pero apuesto una pata a que no hay la más mínima diferencia.
Bien, poco hay que destacar porque el plagio es total y absoluto. Tenemos las bandas negras cubriendo descaradamente nombre de director, título y reparto y ese destacado donde, a falta de mejores ideas, los expoliadores se limitan a repetir el título de la película expoliante.
Me puedo imaginar a la parte más ignorante de la audiencia sentándose a ver una peli con un mono en la portada (y espectaculares imágenes de cadáveres podridos) y encontrarse con el rollete que de verdad es "Los lápices asesinos". Y sin mono por ningun lado. De hecho, resulta muy graciosa la incoherencia surgida entre la frase promocional y la caratula robada, donde habla de un asesino que las prefiere rubias, justo encima de la melena morena de una jovencita Jennifer Connelly. Hilarante.
Otro aspecto destacado, el que hace referencia a las bandas jevimetaleras que asoman por la película de Dario Argento. Evidentemente, borrar ese recuadro les daría demasiado curro a los diseñadores y decidieron dejarlo, aunque luego en la banda sonora de "Los lápices asesinos" encontremos de todo menos metal. Que maravilla.
Bien, asumido y celebrado esto, vayamos a por la película. Pues es un rollazo. Un thriller sin mayores virtudes sobre un asesino que mata (rubias!) metiéndoles un lápiz por la nariz hasta el cerebro y el neurótico policía que lo persigue. Fin. Todo muy cutrón y aburrido. En realidad, de entrada, nada hace sospechar por qué "Los lápices asesinos" acarrea fama de "trash"... hasta que comienzan a abrir la boca y soltar sandeces, descubriendo que se trata de un film altamente misógino y, sobre todo, racista.
Resulta que la mujer del poli prota está harta de sus ausencias y, básicamente, de que este no se la folle, así que se busca un amante. Disgustado, el policía se hace super-amigo del fotógrafo que se encarga de retratar a los cadáveres (y que también se dedica a la moda, por aquello del puriempleo) y este le muestra unas fotos de su mujer con ¡¡un negro!!. Y ahí comienzan las barbaridades, barbaridades como esta frase soltada por el prota:
"¡Es negro!, y está embarazada, la gente se dará cuenta de que el niño no es mío y se reirán de mí"
Luego, cuando le entra la paranoia, decide arrestar a cualquier hombre de color, soltando algo como:
"¡Detengan a todo lo que sea negro!"
Llegado su momento, el asesino mata al pobre negrito que, fíjense ustedes, es el único crimen que presenciamos gráficamente, a pesar de sus fugaces cutre-efectos especiales. Sin embargo, resulta que todos andan confundidos... o directamente engañados. La chica de la foto con el negro NO era la mujer del poli, solo que se parecía mucho. Y es que, digámoslo ya, no cuesta NADA descubrir quien es el asesino, ya que, vamos, tampoco hay muchos otros personajes de los que sospechar... es el fotógrafo que mantiene una relación muy muy afectuosa con el agente de la ley incluida cierta dependencia mutua un poco rarita... se consuelan y hacen carreras por el puerto, entre risitas y palmaditas en la espalda. Y no solo lo digo yo, lo dice la mujer del policía en un momento de notable descojone:
"Parecéis maricones". ¿Y cómo reaccion él?, con un: "¡Maldita zorra!"
Y es que el asesino resulta que anda escaldado con las mujeres y le chorrea la misoginia por todos los poros. La culpa la tuvo su primera ex, a la que pilló... bueno, él lo explica mejor:
"La muy puerca, ¡le estaba haciendo una paja!"
Pero vamos, no se crean, que la mujer del poli no se acuesta con un negro, no, ¡pero sí con un blanco!, y además muy feo.
En fin, al final el poli caza al asesino y se acaba el suplicio. Que sí, que leído así puede resultar gracioso, pero no se engañen, es una mierda y un coñazo. Como siempre, es en la caratula donde hallamos la parte realmente divertida e interesante de todo ello.
En fin, al final el poli caza al asesino y se acaba el suplicio. Que sí, que leído así puede resultar gracioso, pero no se engañen, es una mierda y un coñazo. Como siempre, es en la caratula donde hallamos la parte realmente divertida e interesante de todo ello.
PD: Como ya es habitual, la película cuenta con otra (u otras?) edición diferente. Os dejamos aquí la caratula de esta tan curiosa que luce dos títulos, el rimbombante y engañoso "El asesino justiciero", junto al que posa -en la parte trasera- el de verdad, "Los lápices asesinos".
Aparte queda el montaje de imágenes, tan cutre y chapucero, destacando esa estúpida foto del niño con el lápiz en las napias y la clásica sinopsis de la época que dice mucho, pero no cuenta nada, y delata al responsable que, evidentemente, no se ha tomado la molestia de visionar el film en cuestión. Lo que tampoco nos soprende nada.