Anécdota al canto: siendo un zagal que no llegaría a la
veintena, estaba muy metido en el mundillo oriental, sobre todo en el tema de
cine, no tanto en el manga y el anime, pero aun así lo cataba siempre que podía.
Un buen amigo mío me invitaba constantemente a ver la película de esta reseña,
pero yo por ser un tierno adolescente, ponía pegas a ver una película orientada
a un público más infantil. Probablemente por cabezonería o por ser un completo
gilipollas (esto es lo más probable, y es que esas edades todos somos imbéciles
perdidos, si, tu también lo fuiste) me
negaba en rotundo a verla, hasta que al final, un día y por tanta insistencia,
claudique y me digne a sentarme en el sofá de la casa de los padres de mi amigo
y tragarme la película. En primer momento para no tener que seguir aguantando
sus invitaciones y en segundo lugar para poder decir al final del filme, menuda
mierda me has hecho tragar. Al final quien se trago sus palabras fui yo. Mi
amigo estaba en lo cierto y yo era un completo cantamañanas por haberle puesto
tantas pegas, y es que me encontraba ante una de las mejores películas de
animación de la historia. Una historia sencilla, salida de la mente de uno de
los iconos del país nipón y que debería de ser patrimonio de la humanidad,
hablo de Hayao Miyazaki, creador del Studio Ghibli.
Satsuki y Mei son dos jóvenes hermanas que se mudan junto a
su padre a un pequeño pueblecito. El motivo para el traslado es que la madre de
las niñas sufre una enfermedad (tuberculosis, al igual que la sufrió la madre
de Miyazaki) y para su recuperación está ingresada en un hospital rural que no
pilla muy lejos de donde se han instalado ahora. Al abrir la casa en la que van
a vivir, Satsuki y Mei ven unos bichitos que se esconden de la luz, Nana, una
anciana vecina, les cuenta que son conejitos del polvo, que son unos seres que
se instalan en casas abandonas o cerradas, y que si ríen y son felices, esos
seres dejaran la casa para siempre. Un día mientras Mei se encuentra en el
jardín, ve a un pequeño Totoro (un espíritu del bosque) que sale huyendo al
percatarse que la niña puede verle. Mei va tras él y acaba internándose en lo más
profundo del bosque. Allí en vez de asustarse y poner a llorar como cualquier
otro niño perdido, Mei se encuentra con Totoro, el grande. Al volver a casa Mei
le cuenta a su hermana que ha conocido a Totoro, y aunque esta al principio no
acaba de creerla, más adelante vera a Totoro con sus propios ojos e incluso
montara en el mítico Gatobus. También las dos hermanas junto a los Totoros,
viajaran por el bosque de noche y harán crecer las plantas.
Pasan las semanas, Mei y Satsuki están muy emocionadas
porque ese próximo fin de semana su madre ira hacerles una visita, pero la
buena nueva se va al traste cuando reciben un telegrama de que tienen que
llamar al hospital urgentemente. Al final solo es que su madre no podrá
visitarles esa semana, pero claro las niñas se suponen lo peor. En ese momento
Mei se envalentona y coge camino al hospital ella sola. Al poco de darse cuenta
Satsuki y Nana de la ausencia de Mei, todo el pueblo empieza una intensa
búsqueda de la niña.
La película es una metáfora es un claro ejemplo de los
beneficios de una vida rural. Desde la amabilidad de los vecinos a echar una
mano en lo que sea necesario, a el bien que hace el aire limpio y las verduras
y hortalizas frescas a nuestra salud, de todo ello trata Mi vecino Totoro. Los
propios Totoros son, estos sí, una metáfora de la naturaleza. El viento sopla
cuando Totoro sale a pasear en su peonza volante, las plantas crecen con su
baile, y aunque Totoro este durante el día dormido, sus labores se hacen
siempre. Totoro es la naturaleza, la madre tierra, algo que Miyazaki nos dice
que debemos proteger en cada una de sus películas.
Ahora vamos con la leyenda negra, esa que incluso
Fernandito, me volvió a recordar en mi última visita a Barcelona, las niñas
están muertas. Pues no, no están muertas. He intentado ver la película desde
esa óptica y no hay nada que me indique que las niñas hayan fallecido. Estas
interactúan con mas personajes que con los Totoro o su padre, y si bien esto de
que hayan palmado las crías se dice porque montan en el Gatobus (vendría a ser
lo que nuestra santa compaña para que la idea cuajara) no veo que ello tenga
que ser así. Nada indica que las hermanas fallezcan y en cambio en los créditos
finales si vemos a la madre llegando a casa y como todos juegan juntos, así que
no cuela.
Una película que hay que ver si o si (salvo que seas un
adolescente idiota, te darás cuenta de ello el día que la veas)