Dos jóvenes tiesos de dinero, bajan a Marruecos en busca de
costo para venderlo en Madrid, y así poder subsistir. Mientras que uno busca el
poder costearse una casa con su novia, el otro solo piensa en ganar dinero para
su dosis regular de heroína en vena. Entre trapicheo y trapicheo, los chavales
tienen también tiempo para prostituirse, prostituir a la novia a cambio de unas
dosis de metadona, robar coches, volver heroinómana a la novia, e incluso
asesinar a un cliente, en una espiral de violencia, que, por supuesto, acabará
mal.
Dirige Gil Carretero, director de segunda unidad en
películas de renombre, da el salto a la dirección para hacer dos películas,
ambas de contenido controvertido y sórdido como son “Abortar en Londres” o la
que nos ocupa.
En verdad, el hecho de tener actores haciendo de quinquis,
doblados a su vez por actores de doblaje profesionales (que los yonkies de las
otras se doblaban ellos mismos), no resulta tan estimulante a la hora de
ponernos a verla, pero lo cierto es que, como película, no difiere demasiado de
las más conocidas (y “explotation”, que “Deprisa, deprisa” de Carlos Saura,
tenía mensaje).
Tenemos el mal rollo que significan los primeros planos de
los chavales inyectándose un pico, y las trepidantes escenas de acción propias
del cine quinqui, y además no se nos intenta colar ningún panfleto como ocurría
en “El Pico”. Esto vendría a ser un híbrido entre las de De la Loma y las de De
la Iglesia, que explota al máximo los atractivos del cine quinqui, y tampoco
está mucho peor rodada que las otras, así pues, se le podría considerar una
más.
Como música incidental, al usar música de Cam, se repiten
los temas más sonados de “Perros Callejeros”.
Entretenidilla, sin más.