Se trata de una película al peso de las que hacía (y hace)
Fred Olen Ray, cuyo principal atractivo es ver como se desenvuelve el llamado rey de la -mal llamada- serie B moderna (o la de los ochenta) mezclando animación con
imagen real. Aunque sea poca cosa… porque tampoco tiene
mucho dinero para ello.
Un grupo de chicas acude a hacer limpieza en un caserón durante
un fin de semana por aquello de ganarse unos dólares. De pronto, son interrumpidas en sus
quehaceres (básicamente, despelotarse y practicar numeritos eróticos sin venir a
cuento) por un extraño individuo con aspecto de brujo, que les entrega un
paquete. Las chicas deciden abrirlo y
descubrirán que se trata de un libro sobre magia negra (inspirado en el
Necronomicon de “Posesión Infernal", por supuesto) del que surge un extraño diablillo
de dibujos animados (diseñado por el ilustre fanzinero Chas.Balun), completamente deudor del de Tasmania de la Warner.
Pronto poseerá, física y endemoniadamente, a una de las
jovencitas, y comenzará el festival.
Es una tomadura de pelo muy recurrente en la "serie B", que el
elemento que sirve de reclamo en una película, posea a un personaje de carne y
hueso como excusa para no tener que mostrarlo más en pantalla y así ahorrarse
un dinero. Pasaba en “Troll” -este se metía dentro del cuerpo de la niña
protagonista-, y pasa aquí, con lo cual vemos un poco al diablillo del título (una
animación chusquera, pero no tanto como cabía esperar) cuando hace
acto de presencia a los cuarenta minutos de metraje, y otro poco en el
desenlace. Así mismo, a David Carradine, que también sirve de
reclamo dando -escasa- vida al extraño brujo, lo vemos en pantalla un poco
más, pero bastante menos de lo prometido. Así pues, el grueso de la
película se reduce a las cuatro féminas protagonistas teniendo conversaciones
estúpidas y mostrándonos, pizpiretas, sus anatomías sin ningún tipo de
prejuicio, y si me apuran, incluso sin explicación. Cosa que se agradece,
cuando dos de las tetas que vemos alegremente son las de la una esplendida Monique Gabrielle pre-multioperaciones,
que, literalmente, deformaron su rostro y cuerpo. Aquí nos ofrece un
destete tan eterno como gratuito, y que se antoja, al final, lo mejor de la
película. Así que imagínense…
Con algunos planos más, la intervención de Dick Miller, como
encargado de la empresa de limpieza para la que trabajan las chicas, resulta
antológica y altamente divertida. Momentos como cuando su personaje ve
viejas películas de Dick Miller en la tele, y dice “No entiendo por qué la
academia no le ha dado un Oscar a ese tío”, sin duda se ganarán la complicidad
del respetable.
La película es desmesuradamente mala, incluso para ser de
Fred Olen Ray (que las tiene mejores y también peores…) pero como es ligerita
en cuanto a argumento (y ropa interior), con una trama tan sencilla que hasta el
más tonto podría entender, de ritmo tampoco anda mal y escueta en su duración, la vemos, nos echamos unas risas, incluso nos tocamos
en la intimidad, y nos quedamos tan a gusto. Siempre que seamos conscientes de
lo que estamos viendo, claro.
Sí, “El Diablillo caliente” resulta un
entretenimiento tonto, hasta recomendable.