A Ulli Lommel se le da bien eso de imitar a su idolatrado Hitchcock. Por lo que
yo sé, únicamente cuando se dedica a ello, como ya hiciera en la potable “Telepatía de un asesinato”, es cuando mejor le salen las películas… y cuando digo “mejor”
lo hago teniendo en cuenta sobre quién escribo, el director de la mediocre
“Satanás, el reflejo del mal” y todas esas chapuzas horribles que lleva
realizando sin vergüenza estos últimos años. ¡¿Por qué todos los “exploiters”,
pasadas las décadas doradas de los 70 y 80, y cuando cierto culto ha crecido a
su alrededor, pierden los papeles creyéndose genios, convencidos de que, rueden
lo que rueden, libremente y sin restreñimientos de ninguna clase, les saldrá una
maravilla?. Le pasó a Jess Franco, por ejemplo, y le ha pasado a Ulli Lommel.
Ambos se lo montaban mejor cuando se reprimían sus ataques de artista demente y
se limitaban a filmar sencillas peliculitas de género que daban muy bien en
pantalla. Mucho me temo que el culpable de ello sea, egos a un lado, el video
digital… pero es ese un debate en el que no me apetece entrar ahora y sobre el
que ya hablaremos en el futuro. O no.
Olivia (la hermosísima Suzanna Love, señora de Lommel por entonces) es una hija
de puta… literal. Tiene cinco años y por las noches espía a su madre liándose con
los clientes que llaman a su verde puerta. Ella solo quiere que le cuente
cuentos sobre princesas y príncipes azules, pero mami ha de ganarse las
garrofas y siempre anda ocupada chupando y follando. Una noche abre la puerta
al cliente equivocado y es asesinada ante los ojos de Olivia, que crece con,
obvio, un trauma.
Se casa con un tio que la trata mal y por las noches, aprovechando que él
curra, se hace la calle y se venga del género masculino. Pero las cosas cambian
cuando aparece un tio –ingeniero para más señas- de lo más tierno y se enamoran
loca y apasionadamente. Un día los pilla el marido, se lía una jarana y
este termina muerto medio accidentalmente. Ella, aterrorizada, huye y ahí se
acaba todo…. al menos durante cuatros años. Pasado ese tiempo, Olivia, que
ahora ha cambiado de identidad, y el ingeniero se reencuentran y retoman su
romance… pero por desgracia, una vez más, alguien se entrometerá pa joderles la
marrana… y esta vez, dispuesto a que corra la sangre.
Lommel se marca un thriller Hitchcockiano pero lejos de cómo solía hacerlo su
más notorio imitador, Brian De Palma, es decir, con alma de telefilm… funcional
y sosamente, pero de modo correcto. Al menos lo suficiente como para, a pesar
de su tempo relajadito y su carencia de estridencias (sexo tímido, violencia
justísima), se soporte bastante bien y entretenga moderadamente.
Si nos pusiéramos
intelectuales, podríamos decir que la moraleja nos habla de lo perniciosos que
son los cuentos de hadas para las niñas que crecen con las expectativas
equivocadas…. pero, en fin, no sería plan.