lunes, 25 de septiembre de 2017

MANOS DE SEDA

Una pava de buena familia, ya entrada en años, está casada con un déspota que la ningunea, además de ver porno –sin masturbarse- y llegar a asegurarle que las chicas del porno que ve no le dan la brasa como si se la da ella. Harta de esta situación, se tira a un pasmarote que previamente le roba la cartera, se enamora de él, y como este es un viva la virgen que juega al poker, juntos planean desplumar al borde del marido ya que considera que el tipo con problemas para  hablar que ha conocido en un portal mientras la robaba,  es mejor que el marido que parece el mismísimo Dr. Muerte de lo malo y canalla que es. Todo ello descifrado como en un jeroglífico, durante la hora y veinte que dura la película. La hora y veinte más dura de mi vida.
Película Española de finales de los 90, adscrita al thriller, género este que siempre se ha dado muy mal en nuestro país, y del que se estrenaron como churros durante esos años, finales de los 90, primeros de los 2000, una variada paleta de títulos.
Son todas esas películas muy malas; la que gozó de más prestigio y popularidad, “La caja 507” en realidad está sobrevaloradísima. “X”, era más mala que un dolor. E incluso cuando se mezclaba el género con la comedia, con “Dos tipos duros”, el resultado era un espanto.  Y en todas ellas estaba Antonio Resines.
“Manos de Seda”, sin embargo, destaca y brilla con luz propia por encima de todas aquellas basuras, en primer lugar, porque en ella no está Antonio Resines, y en segundo porque probablemente, no haya encontrado jamás peor película que esta. Pero olvídense del concepto “Malas que son buenas” (o como el título de nuestro Pest Seller reza, “Malas pero divertidas”). Les juro que me ha costado sangre, sudor y lágrimas acabar el visionado de esta cosa tan insulsa.  Es insufrible: Desprovista del más mínimo carisma, con unos actores que están pensando en el cheque, dirigidos con el ojal, y soltando por esa bocaza de mala manera, las frases y diálogos más estúpidos del cine Español.
Jorge Sanz, el protagonista, aparte de lo mal actor que ha sido siempre, está espantoso. No llega a las cotas de patetismo que alcanzó cuando su personaje se emborrachaba en “Tocando Fondo” (que, paradójicamente, aquella película estaba muy bien), pero no se me ocurre peor actor para que interprete a un carterista que sobrevive shirlando carteras y jugando timbas de poker. Es tan malo, que hasta se nota que está recordando las frases mientas interpreta.
Su partenaire, Carmen Elias, es bastante mejor actriz que Sanz, pero como toda la existencia de su personaje, es ridícula, pues ella, pobrecita mía, parece imbécil.
Por no hablar del que interpreta al marido, Puede que sea Jorge de Juan, porque no le he visto en muchas más pelis. Pues como sea, este maromo, para que veamos que es malo habla siempre como entre dientes, y forzando la voz, poniendola ronca como si fuera un Viggo Mortensen cualquiera en “Alatriste”.
Y los exteriores de la película, de barrios perifericos imprecisos, son los más feos que he visto en mi vida.
Espantosa, espantosa, y espantosa.
La película, por su época, está rodada en 35 mm. pero mientras la veía, me la imaginaba filmada en vídeo, que es como se rodaría a día de hoy,  y por una mera cuestión de texturas, se notaría el poco talento que tiene, no ya el director, sino todo el equipo, a la hora de hacer este despropósito. El 35 mm. camuflaba bastante la incompetencia de los cineastas.
A mi me gusta ver películas malas y Españolas cuando me reuno con los compañeros de este blog (Disfrutamos mucho en su momento de “88” y disfrutamos de “Skizo”), pero mucho me temo, que “Manos de Seda”, vista en parroquia, hubiera sufrido una pulsación de “Stop”, pasados diez minutos. Casi mejor solo, al menos, para poder llevarme las manos a la cabeza con este “WTF”, la he visto entera.
La película la distribuyó Columbia Pictures, el director César Martínez Herrera asegura que gran parte de los 180 millones de pesetas que costó (no se lo creen ni ellos) se fue en promoción, y consiguió congregar 48.000 espectadores en las salas de cine.
Teniendo en cuenta que los primeros 40.000 son de entradas compradas por la misma compañía para cubrir la cuota, saquen sus propias conclusiones.
Por todo ello, merece la pena echarle un vistazo, que es lo mínimo que merece una película. Por espantosa que sea.