Obviamente, cada escena es diferente y no es lo mismo la estadounidense, de la cual
ya todos conocemos la historia, sus orígenes en los barrios marginales, que la
española, impostada y desarrollada por jóvenes provenientes de la clase media
—salvo algunas excepciones— que hacen del rap una suerte de canción protesta
perpetrada por, la mayoría de las veces, chavales que no saben hacer ni la o
con un canuto. Por supuesto, descubrir la escena Mexicana no deja de ser interesante
y curioso en tanto a que, con motivaciones y estilos de vida marginales
deudores del rap USA, la forma en que han usado el rap se asemeja mucho a la
española, quizás, por una cuestión idiomática. ¿Qué quiero decir con esto? Pues
que si el rapero mexicano puede tener una vida jodida de pandillero en barrios
suburbiales, con sus problemas de drogas y armas (que de todo hay) similar a la
de los raperos yankees, su rap es tan intrascendente como el que hacen los
españoles. Es más, diría que muchos de ellos, toman como modelo el rap español,
cunado no, lo imitan directamente. Y al igual que sucede en España, la cosa
cambia de una ciudad a otra según su idiosincrasia. En ese sentido, es muy
curioso lo distinto que puede ser un rapero de Monterrey a uno de Jalisco, del
mismo modo que lo es uno de Barcelona de uno de Sevilla y, en ambos casos,
todos con retazos de toda la escuela americana de los 90.
Como película documental por otro lado, “Somos lengua”, es
todo un ejercicio estético que le sirve al director, Kyzza Terrazas, para jugar
con las texturas y los ambientes.
Más que entrevistas, Terrazas nos ofrece una serie de
retratos en los que los raperos cuentan lo que a ellos les viene en gana a la
vez que nos hacen demostraciones de su talento. Y todo eso está muy bien,
ilustra y entretiene, pero Terrazas no le encuentra un hilo conductor a todo el
material del que dispone. Claro, que la propuesta, casi artie, tampoco necesita
de un hilo conductor, no es un documental al uso y utiliza lo que le funciona. Pero
como espectador me quedo con las ganas de saber un poco de que va la historia,
saber por qué en una zona algunos raperos utilizan la estética de los “Batos”
de Los Ángeles, por qué otros tienen un
aspecto tan peligroso y desarraigado y otros, en contraposición, parecen
adolescentes recién salidos de un instituto bien que copian el estilo de
raperos españoles mediocres como pueda ser Nach Scratch. Vamos, que me falta
información.
Por otro lado, sutilmente, y con las intervenciones de un
par de artistas del medio, emparenta directamente el rap mexicano con los
corridos, dando a entender que ambos estilos, en las antípodas, resultan ser la
misma cosa.
Como sea, para el aficionado al rap siempre será interesante
ver como es la cosa en otros países, tan cercanos por el lenguaje, pero tan
lejanos en distancia y costumbres.
Kyzza Terrazas, niño bien universitario, queriendo ser
escritor, acaba siendo cineasta y estudiante de la universidad de Columbia en
Nueva York, se vuelve loco con el rap y tras hacer “El lenguaje de los
machetes”, documental con el que debuta,
se presenta en el festival de Venecia y adquiere cierto prestigio, se mete de
lleno en la comunidad Hip-Hop mexicana para dar forma y color a este extraño
proyecto. Como sea, y sin ponernos tiquis miquis, la cosa está bastante
interesante.