Una familia que se dedica al cine pornográfico lleva una
vida cómoda haciendo películas X. Los padres se encargan del catering y la
contabilidad, la hija es la directora de las películas y su marido el productor.
Y luego tenemos a nuestro protagonista, Carlos, que unas veces ayuda con la
producción, otras coge la pértiga y nunca está a gusto con la tarea que se le
asigna. Un día, en pleno rodaje, un actor les falla y tan solo tienen dos horas
para finalizar una escena para la película que tienen que entregar y como no
encuentran ningún actor disponible, Carlos se ofrece a hacer la escena con
tanta suerte que sale la cosa bien, se siente cómodo, y decide querer ser actor
porno en la empresa familiar, aun con la oposición de sus padres. Por otro
lado, a la vez, se echa novia y comienza un romance que pronto se verá truncado
al enterarse ella de la profesión de su novio. Tan enamorado está, que decide
dejar el porno cuando se ha convertido en una estrella, y las cosas parecen ir
bien entre la pareja hasta que un día, una mala gestión por parte del padre del
chico, propicia que este sea secuestrado y, como el chico se ha convertido en
una estrella, tenga que volver al porno para conseguir el dinero de la deuda contraída
o de lo contrario su padre será asesinado. Se tuerce en ese momento la cosa en
su relación.
Muy entretenida, lo mejor de esta película colombiana es la
originalidad del entorno donde sucede la historia de amor, puesto que, pese a
momentos ciertamente bobosos propios de un “Crepusculo” de tercera categoría,
la situación se presta a diversos gags francamente divertidos y, en resumidas
cuentas, es una película que cae simpática. Por supuesto, a base de colores
vivos y personajes que en absoluto podrían salir de un ambiente pornográfico,
toda sordidez queda aparcada y da la sensación de que en el porno todo es
diversión y alegría, cuando, intuyo, todo es más oscuro y tenebroso en ese
sentido.
La cosa es que hay muchas comedias sobre el cine porno, unas
mejores otras peores, pero lo que me llama la atención de “El man del porno” es
el hecho de que aquí lo que se cuenta es una historia netamente romántica
de chico conoce a chica y todos los
conflictos que ello acarrea, con su final feliz, pero dentro de un ambiente que
no es el propio de estas comedias.
Por otro lado, curiosamente, la película que se beneficia de
las ventajas de la era digital y la alta definición, tiene tono de comedia
española contemporánea, por lo que no descartaría la posibilidad, ahora que en
el cine español se lleva hacer remakes de películas extranjeras, de que se
hiciera uno protagonizado por Dani Rovira y Alexandra Jiménez. Pegaría
totalmente. Esperemos que no lo hagan
Sin más, la película es exótica por la parte que le toca,
dinámica y divertida, y se disfruta tan ricamente.
Dirigió todo el tinglado en tan solo veinte días, Matero
Stivelberg, director colombiano, emergente —como la misma cinematografía en la
que le ha tocado hacer películas— que cuenta con un par de éxitos desde que empezara
en 2012, siempre amparado bajo la producción de Dago García que asegura que en
realidad “El man del porno” es una comedia familiar calificada para mayores de
18 años.
Para ver una tarde tonta, sobra y alcanza.