viernes, 19 de marzo de 2021

UNA JAULA DE GRILLOS

Hoy en día cualquier película de éxito es susceptible de ser remakeada (o rebooteada, o reseteada o… ¡qué se yo!), incluso sin que hayan pasado 5 años desde el momento en que se estrenó tal o cual película, o, en actos mercantiles para atraer a las plateas al público posmodernista, lo habitual es hacer insulsas revisiones de clásicos ochenteros americanos, que también agraden al público millenial. Y así la industria va tirando.
Sin embargo, la fiebre de los remakes de Hollywood, con mucho más sentido y mucho menos practicada que ahora, comenzó, por poner una fecha en que la cosa fuera habitual, a finales de los años ochenta con un claro fin; Hacer una versión americana adaptada a los gustos del americano medio de los films europeos de mayor éxito. Y punto pelota.  
Curiosamente, ahora esa práctica común en el Hollywood de los 80 y 90, se estila hoy en nuestro país pese a que, de siempre, ha sido más dado a estrenar éxitos europeos o latinoamericanos que incluso funcionaban en taquilla. Ahora se prefiere silenciar esas películas de éxito en nuestras salas para, de manera un tanto deshonesta  para con el público, remakearla y colgarse la medallita, muchas veces escondiendo el hecho de que se trata de un remake. Fatty Segura o Fatter de la Iglesia han hecho  este tipo de remakes con películas como “Sin Rodeos” o “Perfectos desconocidos”. Los fines del remakeo por parte de los americanos en los 80 y 90 eran mucho más honestos (cosa por la que recibían críticas constantes, pero ahora que esta práctica se hace en España... ¿ya nadie dice nada? hipócritas!!).
A esta primera hornada de remakes debemos títulos como “Tres hombres y un bebé”, que era la versión yankee de “Tres solteros y un biberón”, “Tres fugitivos” remakeaba “Dos fugitivos” y “Oscar ¡quita las manos!” era una revisión de “Una maleta, dos maletas, tres maletas”. Por supuesto, la lista de remakes es larga y, como ven, el cine Francés se lleva la palma (aunque en el declive de este tipo de remakeos, ya en la década de 00, se hizo también una infame versión americana de la película española “Abre los ojos” con “Vanilla Sky”).
“Una jaula de grillos” responde a las mil perfecciones a este tipo de remakes y puede que fuera uno de los más sonados, dada la popularidad de la película que versionea que es “Vicios Pequeños”.
Sin embargo, si ahora en un remake lo más normal es que el guión  original sea pasado un poco por las pelotas de los gerifaltes que deciden dar luz al proyecto, en los 80 y 90 el remake se hacía casi plano a plano, es decir, que se hacía la película tal cual era la original, pero utilizando toda la ostentación propia de Hollywood, haciendo parecer al producto original una película cutre y pobretona. Y el tiro, artísticamente hablando, por la culata, porque lo norma era, —sigue siendo— que por mucha pasta que se le eche a la producción, y salvo honrosas excepciones, el remake no le llegue a la película ni a la suela de las alpargatas. Y eso es justo lo que sucede con “Una jaula de grillos” de Mike Nichols.
Con un reparto de campanillas (Robin Williams, Nathan Lane, Gene Hackman), espectaculares escenarios naturales en Florida, una producción millonaria y el triple de colorido y purpurina que la original, y siguiendo a pie juntillas su guion (con los pertinentes cambios), no se entiende que siendo “Vicios pequeños” tan rematadamente divertida, sea “Una jaula de grillos” un auténtico bodrio contando exactamente lo mismo. Menudo aburrimiento. Menuda lección de tempo le pega la francesa a esta.
La sinopsis, ya la conocen; Una pareja de homosexuales de mediana edad, reciben la noticia de que el hijo de uno de ellos se casa. Como los padres de la novia son unos fascistas conservadores, se las tendrán que ingeniar para que parezca que son una familia tradicional el día que reciben la visita de estos señores. Y el enredo está servido.
Yo creo que el fallo de esta película es el afán por querer superar a la que le precede. Es tan ambiciosa y desmedida que al final  todo lo que estamos viendo es un lastre. También pienso que es una historia demasiado francesa y demasiado vodevilesca para que le quede bien a una producción norteamericana de gran presupuesto.
No obstante, la crítica, quizás por aquello de remakear un clásico francés, se volcó con la película, y no solo eso, también el público fue a verla haciéndole recaudar casi 200 millones de dólares del año 96, así como recibió alguna que otra nominación a los Oscar. Vamos, que resultó ser un éxito de tres pares de pelotas.
No la vi en su momento, pero vista hoy, hablando en plata, me ha parecido puta mierda. Están todos para matarlos.
Por otro lado, es un claro ejemplo y una muy buena justificación de la existencia de los remakes, porque, a día de hoy, aunque hay muchos encomiables e incluso superiores a sus versiones anteriores, es ya un desmadre y remakean por remakear. Y el cine europeo, ya ni lo tocan casi…