lunes, 3 de octubre de 2022

DIRECTAMENTE PARA VÍDEO

No hace demasiado les hablé en nuestro excelso podcast “Neon Maniacs” (concretamente en este capítulo) sobre una película uruguaya rodada en el más arcaico vídeo de los años 80, destinada a ser vendida al entonces próspero negocio de los videoclubs, titulada “Acto de violencia en una joven periodista”. Se trata de una de esas películas tan malas que logran llamar la atención de un nutrido grupo de aficionados al cine y que en Uruguay se le procesa un culto similar al sometido internacionalmente a películas como “The Room” o “Fateful Findings” (también pueden escucharme hablar de esta última aquí).
Por otro lado resulta curioso que de su director, Manuel Lamas, más allá de la edición de esta película en su momento, no se sabe que ha sido de él, pizca más o menos lo mismo que la integridad del reparto.
En consecuencia, un cineasta fan de la película, Emilio Silva Torres, decide dedicarle años de su vida a la investigación de lo que aconteció alrededor del rodaje de esto y, de paso, ver si puede dar con el paradero de su director y del reparto. El resultado de esa investigación se traduce en este documental, “Directamente a vídeo”, que ahonda en el fenómeno generado con el redescubrimiento de la película y la profusa investigación de Silva Torres.
La cosa empieza como un festival de cabezotes parlantes, músicos y cineastas populares uruguayos, una serie de esnobs que por distintos motivos —o por los más obvios— defienden la película, para pronto tornarse un relato del director en el que nos narra todas las dificultades con las que se topó a la hora de entrevistar a alguno de los implicados en “Acto de violencia en una joven periodista”. Para cuando esta termina, nadie de la película aparece en el documental —aunque Silva Torres logra contactar con unos cuantos inútilmente—, pero por el camino va contactando con allegados que trataron con Manuel Lamas, ya fueran distribuidores de vídeo o expropietarios de los videoclubs donde se podía alquilar esa película, que nos van contando como era y en qué andaba metido el ignoto Manuel Lamas. Esto lleva al director del documental a conseguir no solo otras películas que Lamas había rodado posteriormente, sino a acceder a grabaciones caseras en las que podemos ver unas cintas de contenido incongruente  y misterioso, y donde vamos viendo que la salud mental de Manuel Lamas quizás estuviera un poquito mermada. Como fuera, comprendemos que todo alrededor del director de “Acto de violencia en una joven periodista” es raro y siniestro. Y eso mola bastante. Y Emilio Torres Silva se acojona con lo que ve en esas grabaciones caseras. A partir de ahí el documental se mezcla con la ficción, convierte todo el tinglado descubierto hasta ahora en algo terrorífico, y así se nos conduce hasta el final retomando de nuevo la narración documental, que deja al espectador un tanto desconcertado, más que por los inquietantes descubrimientos en torno a Manolo Lamas —un poco también—, por lo incomprensible de que se haya destrozado un documental interesantísimo convirtiéndolo en una estúpida y cutre película de terror. Casi parece que Silva Torres no sabía como terminarlo.
Pues salvo por esa gran cagada que destroza el conjunto, lo demás muy bien, porque lo que nos va contando va captando nuestro interés, nos vamos inquietando con los descubrimientos y, en definitiva, resulta todo altamente interesante. Y luego la caga completamente.
Y aquí viene el gran dilema. En torno a la investigación que vamos siguiendo durante todo el metraje ¿Cuánto hay de verdad y cuanto está falseado? Uno ya no sabe que pensar. El caso es que, puestos a teorizar sobre ese posible material falseado, lo que menos me creo son las posturas de los entrevistados al principio, esos músicos y cineastas loando las virtudes de la película que es objeto de estudio en este documental. Suenan forzados. El resto me lo creo más.
Aunque en definitiva se trata de un documental de 65 minutos de los cuales 50 son altamente disfrutables y un complemento ideal  junto a “Acto de violencia en una joven periodista”… si es que en principio sienten interés por tamaño trozo de mierda. El documental sí, el documental es bueno (50 minutos).