lunes, 27 de febrero de 2023

I AM NOT A FREAK

Hoy en día, con el auge de las redes sociales es absolutamente normal (sobre todo en Tik Tok) que, navegando, nos topemos con alguna persona con algún tipo de deformidad rara que ha subido un vídeo. Normalizan su situación jactándose de ella e incluso haciendo mofa (y befa) de la misma, dejando su dignidad a un lado a cambio de un puñado de likes que, supongo, les beneficiarán de alguna manera, ya sea esta anímica o egolátrica. Las redes sociales se han convertido para la gente con deformidades extremas en poco más que un circo de freaks, como antiguamente, solo que esta vez  se trata de un circo virtual y voluntario. Una muestra más de la evolución tecnológica a fin de cuentas.
Sin embargo en 1987, si uno quería ver gente con deformidades extremas no lo tenía tan fácil. De hecho era bastante complicado ya que esta gente tendía a esconderse para asegurarse un bien estar mínimo, confinándose en sus guaridas como si de alimañas se tratase —y no se que es peor, si ese confinamiento o la exposición mediática de hoy—. Como fuere, la presencia de uno de estos individuos siempre es rara y, como tal, incomoda a las personas sin ningún tipo de dolencia tanto como, desde una distancia prudencial, les atrae. Así que para satisfacer a unos y otros, el documentalista Kirby Dick, al que le encanta hacer documentales sobre afecciones raras (suyo es también “Sick: The life and dead of Bob Flanagan, Supermasochist”), se casca uno para la televisión, este “I am not a freak”, que en su afán de mostrarnos a varios de estos individuos desde la compasión, pero con todo el sensacionalismo posible, podíamos decir que se trata de un mondo —aunque no lo sea de manera expresa,  según la base de datos que consultemos ya se le etiqueta así—, aunque su intención en principio sea más didáctica.
“I am not a freak” contextualiza el mundo de los circos de fenómenos para rápidamente pasar a retratarnos a seis individuos con deformidades extremas que, a través de sus testimonios o los de sus allegados, tratan de hacer comprender al espectador lo dura que es su lucha diaria (como si no nos la imagináramos antes de darle al play). Así, vemos entrevistas a un tipo con síndrome de Proteus (la misma deformidad que padecía John Merrick, El hombre elefante), otro que es solo tronco y que no tiene nada de cintura para abajo (y que camina con las manos) conocido como “El torso viviente”, el entonces considerado hombre más pequeño del mundo (y que yo diría que además padecía de espina bífida), un muchacho con progeria (la enfermedad esa tan chunga que te hace envejecer cuando aún eres bebé) y una obesa mórbida de 400 kilos llena de estigmas. Todo servido de manera muy seria y formal sin escatimar en primeros planos y recreaciones de cámara. Una vez consumidas las entrevistas, a modo de epílogo, veremos a todos nuestros protagonistas caminando en solitario de manera bucólica hacia la playa para allí, todos juntos, ofrecernos un plano general en el que estos hombres disfrutan de la vida, dan saltitos y hacen ranitas con piedras en la orilla del mar, casi como si de una postal de la tolerancia y las buenas intenciones se tratara, pero… ¡Falta la gorda! Se ve que sus 400 kilos eran difíciles de transportar, como para encima ponerla a saltar en la playa.
Desengañémonos; con el paso de los años este documental fue adquiriendo notoriedad y cierto culto, no porque tuviera un mensaje inclusivo o diera visibilidad a esta gente (que por cierto, a día de hoy deben estar ya todos muertos), si no por el puro morbo que suscita ver a todos estos deformados en su hábitat y de manera tan descarnada. Vamos, que en definitiva esto no es más que otro esos circos de fenómenos que en un principio el documental critica, esta vez para exhibirlos a través de la pantalla de televisión. Claro, al lado de lo que vemos en Tik Tok hoy en día, dicha exhibición se ha quedado liviana e incluso ingenua.
Más allá de eso, "I am not a freak" es serena, funcional e incluso en algunos momentos aburrida. Pero desde luego, desde el primer momento llama la atención, incluso casi cuarenta años después de haber sido concebida.