Pequeño clásico de horror mexicano del mítico Rubén Galindo Jr. que gozó de cierta popularidad en su momento porque, llegado a nuestros videoclubs poco después del estreno de “Witchboard” que supuso un moderado éxito, canibalizaba el póster teatral de esta haciendo pensar a un montón de incautos que se trataba de la misma película. Nada más lejos, y aunque en cierto modo “El secreto de la ouija” se mira un poquito en el film de Kevin Tenney, en realidad se trata de un expolio en toda regla de las películas de “Pesadilla en Elm Street” con las que guarda mayor parecido —entre otras cosas porque Galindo plagia sin pudor— y que nos presenta a una suerte de villano sobrenatural llamado Virgyl, que según la publicidad de su versión original mexicana titulada “Dimensiones ocultas”, es “más peligroso que Freddy y Jason juntos”.
“El secreto de la ouija” se concibió para ser exportada al mercado internacional, por eso se rodó en inglés, con un par de actores americanos (el resto purito mexicanos) y se optó por hacerla parecer norteamericana, ambientada en California, dando el pego en todo momento salvo por algún cartel que aparece por ahí con su texto en español y por la presencia del galán de telenovelas Roberto Palazuelos que tiene un rol importante en la cinta, y al que por aquí ya teníamos visto de cuando los culebrones se pusieron de moda.
El híbrido entre “Witchboard” y “Pesadilla en Elm Street” cuenta la historia de Michael, un joven rubio y con mullet que cumple 17 años y que, durante la festividad, es obligado por sus amigotes a usar la tabla ouija. Esto desencadena que una fuerza del mal surja pareciendo poseer a Michael, que en sueños intuye las muertes de sus amigos, pronto asesinados en la vida real. Todo parece indicar que el autor de los crímenes es el propio Michael, pero descubriremos que en realidad se trata de una fuerza del mal llamada Virgyl dispuesta a tomar forma corpórea. El final de “El secreto de la ouija” es de todo menos predecible.
Por otro lado cobra fuerza la subtrama de corte romántico con el enamoramiento de Michael y una chica que conoce en su cumple, Alexandra, que al margen de si es poderosamente hortera o si le regala rosas de plástico a la chica, llama la atención porque ella ¡Es uniceja! La actriz, Gabriela Hassel, es muy guapa pero con algo de hipertricosis (la enfermedad de los hombres lobo, es decir, exceso de vello), y nos muestra una única ceja muy poblada, que puede que en cierto modo llegue a tener su morbo, pero que no es normal ver en el cine. Como fuere, celebramos el no uso de la cera depilatoria.
Lo curioso de “El secreto de la ouija”, “Don’t Panic” en su versión anglosajona, es que teniendo todas las papeletas para ser una basura infecta no está demasiado mal, precisamente por el intento de la producción de hacerla parecer una película de mayor presupuesto, entonces, con unos FX artesanales bastante resultones y un funcional entretenimiento, únicamente resulta cutre porque el prota, que acaba de cumplir 17 años y está con las hormonas desatadas, luce durante más de media película un pijama con dinosaurios de colorines que, desde luego, no es acorde con la edad del personaje. Y sí, tiene algún momento para la risa involuntaria pero, a grandes rasgos, es una película que le hace a uno pasar un buen rato y con momentos de terror que, si bien no acaban de funcionar del todo, al menos están dignamente rodados.
El prota, que a veces recuerda a William Katt, es un actor americano llamado Jon Michael Bischof que debutaba para la gran pantalla con esta película, si bien su carrera no llegó a dar más de un par de títulos además de este, todos mexicanos y del circulo de los Galindo. Curiosamente, Bischof es el compositor de las bandas sonoras tanto de esta película como de “Ratas nocturnas”, otro clásico tex-mex o “Ladrones de tumbas”.
En cuanto al director, Rubén Galindo Jr. ya saben, siguió los pasos de papá en cine de celuloide en los 80, se pasó al video home en los 90 y se dedica a la televisión en los locos años 20 del nuevo milenio. Suya es, por supuesto, “Cementerio del terror”.