viernes, 17 de marzo de 2023

CINCO DE MAYO

Producto típico de los primeros años de la década pasada en lo que SOV se refiere y uno de los títulos estrella de aquella compañía de efímera existencia que editaba toda suerte de chabacanerías y respondía al nombre de Slasher // Video. Por un lado editaba clásicos de la morralla festiva como “Agresión en la casa del terror” o “La espada de Satán”, pero también cosas de tirón más oscurillo como algunos títulos de Nick Millard o, ya de perdidos al río, películas amateur puras y duras como la que nos ocupa.
Y digo que “Cinco de Mayo” es un producto típico que aquellos años porque responde al poso que dejó aquella artimaña fallida que fue el “Grindhouse” de Tarantino / Rodríguez, que sin que se tratara de un negocio que ambos a día de hoy recuerden con cariño, sí que propició que el aficionado medio se volviera más tonto todavía de lo que ya era y, peor todavía, que el público estándar se uniera a la moda del grindhouse pensando que esto era un subgénero y no una modalidad de visionado, como las sesiones dobles o continuas, las matinales o las sesiones golfas, que es lo que en realidad es.
Entonces tenemos un slasher de aficionados perpetrado por Paul Ragsdale, director de ascendencia mexicana que bucea entre las festividades patrias para encontrar una que estuviera libre y ambientar en la misma su película y, de paso, darle un pequeño toque latino. Tenemos así “Cinco de Mayo” en clara referencia a “Viernes 13”.
La cosa va de un profesor de universidad que está empeñado en inculcar a sus alumnos la importancia de la cultura mexicana, pero, precisamente por ese empeño es considerado por sus alumnos un pesado. Para colmo de males un buen día le despiden de su puesto, motivo este por el que se pondrá una máscara y se dispondrá a asesinar a todos los estudiantes que se han mofado de él.
El caso es que la película es bastante soportable dentro de lo que cabe. Es más, Ragsdale, que utiliza para grabar su peliculita una cámara de mini-DV al uso, sabe como colocarla y, más importante aún, sabe luego como montar el material, por lo que en definitiva, y siendo en realidad una obra que se alimenta de los clichés propios del cine ejecutado por aficionados, no acaba siendo todo lo espantosa que intuimos puede llegar a ser una vez pulsamos al play. Sin embargo, y en consecuencia a todo lo que les cuento más arriba, está afeada con filtros que simulan el grano propio de las películas de los 70 y el típico rayado de negativo, como ya he dicho, cosa muy común en los 10 del nuevo milenio, resultado del atontolinamiento general del aficionado. Algo que me resulta lo suficientemente irritante como para tirar por tierra las tres o cuatro cositas que están bien, y que están bien más por casualidad que por talento.
A día de hoy el posmodernismo va por otro sitio y, aunque todavía aparece de vez en cuando algún directorcito que se entera de la misa la mitad, lo que se estila en estos productos es el cambiar el filtro de celuloide rayado por el que simula ser vídeo de baja gama, super VHS o Hi-8. El caso es camuflar la imagen de la forma que sea con fines retro, jamás mostrar que lo que has grabado lo has hecho con la crudeza del vídeo barato o, tal y como avanza la tecnología, con el  perfecto HD de la cámara 4K de tu móvil.
Por lo demás, pues eso, una película de aficionados. Medio simpática y curiosa en su intento por situar un slasher común y corriente en un ambiente en el que lo más importante para el asesino es inculcar los valores culturales de determinada etnia.
Ragsdale, como tantos de su generación, hizo posteriormente un par de cosillas más sin la menor importancia.